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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aguafiestas

El frenazo judicial a la privatización de seis hospitales en la Comunidad de Madrid era solo un tropezón en la inercia que habitualmente nos lleva

David Trueba

El frenazo judicial a la privatización de seis hospitales en la Comunidad de Madrid era solo un tropezón en la inercia que nos lleva. Un contratiempo que se sortearía cambiando la letra a la misma melodía. La judicialización de la política acaba siempre en un frustración. La política no se hace en los tribunales, sino que más bien la política termina por hacer a los tribunales. Hubiera sido una oportunidad para abrir el debate, pero nadie quiere que se debata. Vimos construir autopistas de peaje alrededor de Madrid que nadie necesitaba, así que el negocio de los hospitales será difícil que se les escape, sabedores de que enfermar y morir es una de esas manías a las que nunca renunciamos.

Lamela, Güemes y Lasquetty son solo estaciones de paso en un recorrido ya diseñado sin debate ciudadano. Para evitar sectarismos y demoras judiciales, nada hubiera sido mejor que preguntarle a los profesionales, verdaderos especialistas en un asunto tan delicado como la sanidad pública. Pero cuando han expresado su opinión se les ha tratado como a borrokas con bata blanca. Los responsables de la privatización merecen estatuas ecuestres, pero quizá se conformen con un buen puesto directivo en las mejores empresas del ramo. Los rutilantes nuevos edificios, levantados con el dinero de todos, parecen pedir a gritos un dueño, ahora que el Estado no quiere serlo, dimitido de su única razón de ser: la salvaguarda de la calidad de vida y muerte de los ciudadanos.

Ayuntamientos subastan obras de arte de sus fondos, liquidan edificios públicos en un mercado a la baja. Fingen así cuadrar las cuentas. El empobrecimiento del ciudadano tiene además su irónica contrapartida en el aumento de impuestos mientras disminuye la cuota de servicios sociales que le corresponderían por ese incremento. La racionalidad, si es tan racional, ¿por qué se empeñan en imponerla tapándonos los oídos y la boca? Aparentan que esto fuera otra batalla ideológica entre siglas y no tuviera una incidencia mayúscula sobre las personas, voten al partido que voten. En esta idea del mercado über alles, del comercio por encima de todo, el escollo judicial en la privatización igual que cualquier opinión discordante quedan como una estéril protesta de los aguafiestas. La fiesta está preparada, pero no estamos invitados.

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