Solar
El ecologismo en España nunca ha sido un argumento de peso electoral porque nos criamos en el desarrollismo y al final la memoria de todos nos juega una mala pasada
En Solar, Ian McEwan trasteaba con cinismo calculado, ese que lastra algunas de sus novelas, en torno a un Premio Nobel de Física que en plena decadencia moral e intelectual se ganaba el aprecio por expandir ideas de bondad ecológica. La parte interesante era que nos prevenía sobre algo fundamental, que los que piensan como tú también pueden ser un fraude o unos delincuentes. El ecologismo en España nunca ha sido un argumento de peso electoral porque nos criamos en el desarrollismo y al final la memoria de todos nos juega una mala pasada. Es innegable que nuestros padres mejoraron nuestras condiciones de vida. A costa del paisaje, eso seguro, pero termina por pesar tanto la razón económica sobre todas las demás que, tras esa radiografía transparente que son las urnas, solo cabe una conclusión: la salvación del bolsillo está más cerca de nuestro corazón que la salvación del planeta.
Sin embargo, después de la extraordinaria ley de costas creíamos que ya lo habíamos visto todo en cuanto a la regresión nacional. La búsqueda de desarrollo económico nos obligaba a regresar al punto de salida, desahuciar lo sostenible, afear cualquier guiño a la protección, esquivar la vertiente ecológica. En la carrera de las prioridades tantas cosas han perdido interés que ahora las cumbres de medio ambiente no se desconvocan más que nada porque dan trabajo a azafatas y traductores simultáneos. Pero aún podemos ir más lejos y, por cómo pinta la nueva reforma sobre energía solar, el despegue del autoconsumo y la implantación de hogares sostenibles tendrá que esperar otro par de generaciones.
Si hay un error apreciable en el ser humano es que siempre deja el futuro para demasiado tarde. Pero nuestros gobernantes han logrado que cualquier discurso sobre la reducción de la dependencia de los hidrocarburos, sobre el consumo racional de energía y la economía ecológica suene a delirio de ciclista nudista. Implantar un peaje a quien genere su propia energía solar es el rizo final de una permanente asombrosa, que algunos cifran en el poder de una mafia que no suelta de sus garras al consumidor, pero quizá sea solo fruto de la incapacidad mental del poder. Hemos decidido tapar el agujero de la crisis hipotecando el futuro. Nada nuevo bajo el sol.
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