Los Torrestrella completan un encierro rápido y sin cornadas
Solo un mozo resultó con traumatismo craneal
Los toros de Torrestrella han decidido romper este año con su propia tradición y han pasado por las calles de Pamplona sin dar una sola cornada, lo que no deja de ser noticia pues en sus once encierros anteriores habían corneado a 21 mozos, razón suficiente para que hoy se palpara cierta tensión en el ambiente y muchos se acordaran de su medallas y ángeles de la guarda pidiendo su protección
No se sabe si ha sido la intercesión del santoral o un cambio en el temperamento torista, pero lo cierto es que los representantes de la ganadería gaditana han dejado el mejor recuerdo posible: una carrera rápida -solo dos minutos y cuarenta y siete segundos-, salpicada por pequeños montones, caídas y atropellos, como suele ser habitual, un solo herido por traumatismo craneal, y escasos momentos de preocupación.
Ni siquiera ese último toro jabonero, que quedó rezagado al final de la calle Estafeta, arremetió, como fue su oportunidad, contra los muchos que lo importunaban. El animal, asustado ante la pérdida como por arte de magia de sus hermanos, dio varias vueltas sobre sí mismo, buscaba a sus congéneres y solo veía a humanos desconocidos, manchas de banco y rojo, que no le aventuraban ni comida ni amistad, y solo hostigamiento del que necesitaba huir cuanto antes. Así fue, afortunadamente para él y para todos; pronto encontró el camino de salida hacia la plaza, olvidó a sus instantáneos y ruidosos vecinos, y volvió a atisbar en su corto horizonte la manada que le devolvía la tranquilidad perdida. Respiró profundamente, sin duda, cuando, ayudado por los dobladores, enfiló el callejón de los chiqueros.
Otra vez, como todas las mañanas, los cabestros fueron los primeros en salir de los corrales y correr hacia el cordón de la policía local que desaparece como por ensueño para dejar a su suerte a la primera masa de corredores que espera en la Cuesta de Santo Domingo.
Junto a los mansos, torrestrellas de variado pelaje, negro, jabonero, burraco y castaño, que, a veces, invitaba a la confusión. Pero los cabestros, es verdad, iban a lo suyo, dirigir la manada, mientras el único toro negro de la mañana barría y metía el susto en el cuerpo a los que ocupaban la acera derecha cercana ya a la curva de Mercaderes.
Los animales toman el viraje de 90 grados en compactada maestría, y se disponen a abrirse camino por esa Estafeta larga y abarrotada hasta en días como hoy, en el que se nota la menor afluencia de corredores. A pesar de ello, se suceden las caídas, los atropellos y los montones. Uno, pequeño, pero atiborrado de piernas y brazos, se encontraron los toros a pocos metros de iniciar la recta y no tuvieron más opción que mirar con asombro a los caídos y seguir adelante para bien de los amontonados.
Rápida transcurrió la carrera por esa calle que se torna interminable para quien apura sus fuerzas delante de los pitones y no encuentra hueco para tomar aliento y presumir de lo realizado.
Después, llegaría el episodio del toro jabonero, rezagado y perdido, como un perrito descarriado entre la multitud.
No hubo noticia, por fortuna; no se cumplió la peligrosa tradición de los torrestrella y este último y fiel representante de la casa prefirió seguir su camino antes que hacer historia sangrienta.
Se acabó el encierro con bien. Pamplona, nerviosa por la mala fama, descansó tranquila. Quienes siguen con los nervios en el estómago son Francisco Marco, Iván Fandiño y David Mora, los toreros que esta tarde se las verán muy de cerca con estos seis ejemplares ya descansados y dispuestos a la lucha cuerpo a cuerpo. Ojalá a las seis y media continúe la buena tradición iniciada esta mañana en las calles de Pamplona.
Babelia
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