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¿Asomarse o esconderse?

Con el led, las lámparas debaten si desaparecer o decorar No desaparecen las luminarias, las que lo hacen son las pantallas

Anatxu Zabalbeascoa
EL PAÍS

Con la expansión de la iluminación de bajo consumo energético (led o diodo emisor de luz) y, debido a su diminuto tamaño, liberadas de la obligación de ocultar bombillas o de difundir la luz, las lámparas buscan su sitio. Y parecen encontrarlo en un lugar sin término medio entre lo escueto, apenas visible, y lo expresivo y notorio. Así, no desaparecen las luminarias, las que lo hacen son las pantallas. Sucede en dos nuevas lámparas aparentemente cercanas, pero esencialmente contrapuestas: la serie Tuareg, diseñada por el arquitecto Ferruccio Laviani y producida por la empresa italiana Foscarini y la luminaria Slim, que logró el Premio Nacional de Diseño Josep Lluscá, ha ideado para la nueva empresa española Fluvia (del grupo Simón).

La pieza del italiano está construida con tubos metálicos y, sin embargo, no esconde fluorescentes. Como una luminaria clásica, ocupa mucho más espacio que las fuentes de luz que oculta, sin embargo, y a diferencia de las pantallas de siempre, su forma no está pensada para difundir la luz, solo para dirigirla.

Su autor reconoce que al emplear elementos tubulares le ha preocupado fundamentalmente cuidar la presencia de la lámpara como objeto — “buscaba acercar mi obra a una instalación artística”—, y lo cierto es que en la trayectoria de este diseñador de Cremona (Italia) cada lámpara refleja una investigación más formal que tecnológica. Así, en los trabajos de Laviani la decoración termina imponiéndose a la técnica.

Las luminarias de este autor son objetos inesperados y sorprendentes de carácter cada vez más decorativo. En una década, este proyectista ha ideado para Kartell lámparas que cuestionaban la importancia de la pantalla al emplearla transparente y coloreada (el modelo Fly), piezas de aire barroco, pero producidas con pie y pantalla de policarbonato (el modelo Bourgie); modelos con forma de colmillo que prescindían de la pantalla y llevaban los leds incorporados en el fuste curvo de la luminaria (modelo Taj) o modelos de techo de apariencia jipi, pero forrados con flores realizadas con cristal de Murano (modelo Bloom). En todas estas piezas, la manera de proyectar la luz perdía relevancia en contraposición a la presencia que ganaban las lámparas en una habitación.

Artísticas e industriales, con una estética de ferretería, eran las piezas de Dan Flavin, Donald Judd o Robert Morris que dieron nombre al arte minimalista, el referente de las sucesivas reducciones. Por eso ahora, Laviani habla de arte e instalaciones ante su nueva pieza, que, si bien es cierto que reduce su presencia a unos tubos, también lo es que la multiplica al emplear varios elementos además coloreados.

En contraposición, si los últimos diseños de este arquitecto se debaten entre desaparecer o aumentar el efecto decorativo, la nueva serie Slim de Josep Lluscá podría leerse como una pieza cercana, mínima e industrial, y, sin embargo, en las antípodas del hacer del italiano. Funcional, discreta y sobria, la serie Slim quiere iluminar y pasar inadvertida. Ocupando un mínimo volumen, orientable y con control de deslumbramiento, busca sumarse a una arquitectura de perímetros para servir sin molestar. Con versiones de techo combinables (Slim System), de aplique y hasta de mesa y pie (en un mismo elemento) los tubos se convierten aquí en segmentos blancos que quieren llevar luz sin competir con la arquitectura. Su máxima ambición decorativa consiste en desaparecer.

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