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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tan contentos

La única manzana podrida del Partido Popular (Dios, que risa) es el ejemplo de que los malvados pagarán por sus desmanes

Carlos Boyero

Ese término tan literario de cherchez la femme parecía encontrar la clave de todos los misterios trascendentes, de los comportamientos anormales de machos con poder, la seguridad al fin y al cabo del desgarrado James Brown de que vivimos en un mundo de hombres y que siempre había una culpable mujer al intentar descifrar el jeroglífico de los problemas generales que creaba la pasión de algunos tíos. Por supuesto, esa perspicaz sentencia ignoraba que existen infinidad de hombres atormentados, corruptos maléficos, suicidas, que se metieron en follones que afectan a la mayoría sin que la finalidad fuera una mujer, enamorados de alguien de su propio sexo. Y los tontos más convencionales rugirán: “Acordaros de Eva, Cleopatra, Helena de Troya, María Antonieta, etcétera”.

Admitiendo que el antiguo proverbio ya no tiene sentido, y que probablemente jamás lo tuvo, está claro que detrás de cada gran chanchullo, o sea, los que siempre han existido en la historia de la humanidad, el único y revelador principio es “seguir el rumbo de la pasta”, ser consciente no ya de la certidumbre de Balzac de que detrás de las grandes fortunas siempre se oculta un crimen, sino de la seguridad de que en ese crimen han participado muchos, de que en las grandes estafas hay mogollón de gente supuestamente honorable que ha pillado un trozo o migajas del gran pastel.

Casi toda la gleba (en la gleba también hay siervos, colaboradores, pringaos) estamos muy contentos de que algunos demonios vayan al trullo. La única manzana podrida del PP (Dios, que risa) es el ejemplo de que los malvados pagarán por sus desmanes. Dando por supuesto que su cárcel será de lujo, que las estructuras de poder se rigen por los mismos códigos en la libertad y en la cárcel y la convicción de que nadie va a despojar de su botón a los grandes ladrones. Incluso un atildado banquero ha pasado 15 triviales días en el trullo. Y es posible que el balonmanista codicioso vaya a presidio para dar ejemplo y salvar de la justificada ruina a la anacrónica realeza. Incluso el honrado Papa ha posibilitado que trinquen a uno de sus felones obispos. La justicia no existe, pero parece que sí cuando la situación es extrema. Dicen los sabios que poco es menos que nada.

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