Racionalizar
De entre las reformas que el Partido Popular ha emprendido, la más necesaria y saludable es la del funcionamiento de la Administración
De entre las reformas que el Partido Popular ha emprendido, la más necesaria y saludable es la del funcionamiento de la Administración. Un país del siglo XXI no puede permitirse la paraplejia en cada asunto doméstico. Tarjetas sanitarias, tributos, empadronamientos, fallecimientos, todo paso administrativo se convierte en un rosario de decepciones, vueltas a casa frustrantes y, aún peor, en un recopilar de papeles oficiales para trasladar a otra instancia oficial, empleados en ser correos del propio Estado. Tanto es así que un ciudadano medio si echa cuentas no será raro que a lo largo del año trabaje más días para la Administración que para su empresa. El fantasma de las licencias es aún más peregrino, donde la supuesta racionalización solo vino a ser una privatización catastrófica, que de tanto en tanto deja huérfanos a los usuarios porque empresas gestoras cierran, son desautorizadas por su inoperancia o sencillamente se esfuman y hay otro emprendedor, maldita palabra, que tiene que empezar de nuevo a dejarse la energía en papeleo y miseria.
A esta reforma el Gobierno le ha concedido un lanzamiento mediático que bien lo merece. Por ahora de los papeles se sabe poco, salvo que la colisión con los poderes locales hace necesario un pacto en el que apenas hemos avanzado. El ahorro tan necesario no puede solo provenir de más despidos y más pérdida de prestaciones para el ciudadano. Ojalá que, una vez desglosado, el gesto alcance a la esencia. Esta reforma sí es necesaria y no tanta urgencia en coronar cada casa común por un mando propio, ideologizado e intransigente.
Hemos de cuidar con celo que las presentaciones mediáticas de los proyectos de gobierno vengan acompañadas de sustancia y no solo de palabrería. Es importante que se traslade a la mañana siguiente la mejora a la vida cotidiana del ciudadano, porque el discurso ya nos tiene sin cuidado, harto de ver inaugurarse decorados, plantas fantasma, instituciones de boquilla. Pero aún es más vital combatir ese desasosiego que nos causa descubrir que para presidir instituciones del Estado no hay mejor camino que el de tener el carné del partido, ser militante veterano, diputado en retirada o alto cargo vitalicio. La buena gestión y la racionalización comienza desde la cabeza.
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