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La lucha por el poder regresa a la SGAE

Reixa llega ‘tocado’ a la asamblea general del jueves por la polémica sobre los derechos musicales en televisión Pese a presentarse como un plebiscito sobre su gestión, el presidente prevé superar la votación

Daniel Verdú
El presidente de la SGAE, Antón Reixa.
El presidente de la SGAE, Antón Reixa.Jose Jiménez

Un año después de ganar las elecciones y de proclamar el nacimiento de una “nueva SGAE”, Antón Reixa no ha logrado silenciar el eterno sainete de la entidad. Se han renovado muchos órganos y ha aumentado la transparencia. Pero las descaradas luchas de poder no han cesado durante todos estos meses. Mañana se celebra la asamblea general ordinaria, donde 21.734 socios (de los 106.742 totales) están llamados a votar para pronunciarse sobre la gestión y las cuentas de la entidad. Caen los ingresos un 16,2% (de 320 millones a 268,2). Pero se mantiene un reparto mayor (384 millones) para los autores gracias a los 75 millones de euros obtenidos del fondo que la entidad tenía sin identificar. Cinco de los 14 miembros del Consejo se negaron a firmar las cuentas con un argumento que servirá mañana a los opositores a Reixa para intentar forzar su dimisión si no se aprobasen. Este plebiscito es la penúltima batalla de una agotadora guerra librada en todo tipo de foros durante meses. Incluso en la propia junta directiva de la SGAE, donde fue sometido a una moción de censura y dos miembros destacados de su equipo ya le han dado la espalda.

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El enfrentamiento alcanzó su máxima violencia cuando el presidente decidió abrir hace un par de meses un expediente a 11 socios enriquecidos llamativamente en los últimos años con la música de las emisiones televisivas de madrugada. A través de cesionarias y productoras propias, el conjunto de los implicados -entre los que están Rafael Tena, Juan Márquez, Manuel Carrasco, Fernando Bermúdez, Gloria Tubio, Elena Zubareva, Ana Beltrán, Fernando Pequeño y José Luis Rupérez - pasó de obtener 550.000 euros en 2005 (con 106 obras registradas), a 25.736.577 euros (con casi 25.000 títulos). Evidentemente, no son composiciones íntegras, sino registradas mediante porcentajes y comisiones. Y ellos son los que más recaudan. Hasta el triple que estrellas como Pablo Alborán. Y los que más votos tienen. La madre de uno de ellos, dada de alta en la SGAE en 2007, ha inscrito desde entonces 275 obras sinfónicas. Recauda más que los maestros Albéniz o Rodrigo con música emitida de forma inaudible como fondo de algunos programas de madrugada o en horarios en los que solo está despierto el vidente Sandro Rey.

Los implicados se revolvieron e iniciaron una virulenta campaña en Internet contra Reixa. Pese a amagar con montar una asociación escindida de la SGAE, permanecieron en la sociedad y han participado activamente en las 13 preasambleas de las delegaciones para lograr el voto en contra de las cuentas del presidente, a quien acusan de estar al servicio de las discográficas. Dichas votaciones han arrojado un cómputo a favor de las cuentas de 2.886 y en contra 852. Una proporción, creen los afines a Reixa, similar a la que se verá el jueves.

Las cuentas fueron rechazadas por cinco de los 14 miembros del Consejo de la SGAE

Pero hay más frentes. José Miguel Fernández Sastrón, rival de Reixa en las anteriores elecciones y uno de los miembros de la junta que ha rechazado las cuentas, escenificó ayer por la mañana su proximidad con este grupo en una rueda de prensa conjunta con el presidente de ACAM, José de Eusebio, y Miguel Ángel Chastang (vicepresidente de AMA). “No compartimos la gestión que ha llevado a la aprobación de estas cuentas. El lobo no viene. El lobo está en esta casa y se llama incompetencia”, lanzó en referencia a la presunta petición del presidente de que no se generen discrepancias por temor a revivir situaciones del pasado. Sastrón y un grupo de miembros de la junta promovieron sin éxito una moción de censura contra Reixa cuando EL PAÍS publicó que el actual presidente de la SGAE recibió una subvención para su productora de manos de quien luego sería su delegado del área noroeste, Juan Carlos Fernández Fasero. Finalmente, fue destituido. Pero el desgaste fue tremendo.

Sastrón rechaza ahora las cuentas y la gestión por dos motivos fundamentales, dijo ayer. Primero piensa que la SGAE (que ha sometido todo el proceso a una auditoría) asume erróneamente como ingresos 11 millones de una bolsa pendiente de identificar que debería ir a parar a sus autores (en realidad no están registrados en ninguna sociedad). Y segundo, por la gestión del caso de la red de teatros Arteria. Todos esos inmuebles adquiridos durante la época de Teddy Bautista se pusieron a la venta a través de una empresa (Thesan Capital) que ha logrado desprenderse solo de tres de ellos en Argentina y México. Sastrón critica que se le haya pagado un sueldo mensual de 35.000 euros al margen de sus comisiones. Sospecha de su elección. Ese contrato ha quedado ya rescindido.

El presidente llega a la asamblea muy tocado, pero con margen de apoyo suficiente para superarla. De puertas adentro, está más complicado. Fermín Cabal y Antonio Onetti (presidente de la Fundación Autor), dos de sus antiguos partidarios, le han retirado el apoyo. Incluso uno de ellos ha llegado a postularse como posible presidente si las aguas continúan revueltas. El grupo de ocho editores de la junta (capaz de aportar varios miles de votos) no termina de comulgar con su gestión. Pero le prefieren a Sastrón y seguirán apoyándole. La asamblea se prevé larga, turbulenta y con las bochornosas salidas de tono habituales entre algunos socios de la SGAE. Pero la cuestión es qué hacer el día siguiente.

Reixa tiene sobre la mesa un posible pacto para una mayoría estable hasta el final de mandato con unos 22 votos (sobre los 39 de la junta). A cambio, deberá ceder poder ejecutivo (financiero, comercial, sistemas y recursos humanos) a la directora general Natalia Garzón. Algo a lo que, de alguna manera, se comprometió al ganar las elecciones y marcarse el reto de “profesionalizar” la institución. Quizá la única manera de terminar con el perenne sainete.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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