Major Lazer: Jamaica y credibilidad
Diplo, dj, productor y capo del sello Mad Decent presenta 'Free the Universe', segundo disco con la banda que forma junto al músico Jillionaire
“Esto no tiene pies ni cabeza. No me puedo imaginar en qué sentido esto puede ser guay”. Jillionaire, originario de la isla de Trinidad y miembro de Major Lazer, está situado casi en cuclillas medio metro detrás de sus otros dos compañeros de banda, que hace un segundo discutían al respecto de quién no se sentaba en el puff. Estamos en un hotel del Eixample barcelonés y hoy es viernes de Sònar. “El puff de color mandarina es algo muy de Jamaica, tú no lo entiendes, blanco”, le ha espaldo Washy Fire, jamaicano residente en Miami, a Diplo, el alma mater del grupo, blanco de Florida, dj y productor, expareja de M.I.A., capo del sello Mad Decent y uno de los personajes que más ha hecho por dotarle a estos tiempos que corren de una identidad musical propia.
Free the Universe es el segundo disco del grupo, que ha pasado de ser una entidad compuesta por Diplo y el británico Switch a una asociación entre el estadounidense y estos dos caribeños que ahora están discutiendo sobre té y edulcorante. “Eso es sacarina, que te equivocas…”, interrumpe Jillionaire una respuesta al respecto del directo de la banda para llamar la atención de Washy, que sostiene un sobre de color rosa con su mano izquierda. “Sí, es sacarina, lo sé…”, responde el jamaicano. Diplo, que teclea en su Iphone desde la primera foto –solo ha parado para bailar sin música, hasta que Washy le ha recordado que “baila peor que canta”- y durante las dos primeras preguntas de la entrevista, por fin, levanta la cabeza de su móvil. “A ver, tío: primero pides té de menta, ahora tomas sacarina… Joder, los jamaicanos se supone que sois gente dura, y tu estás cambiando las reglas del juego. Estás acabando con nuestra credibilidad”.
Jamaica y credibilidad. Sobre estos dos puntos se asienta el proyecto Major Lazer, algo que en un principio podía perecer el capricho de una estrella como Diplo, tipo capaz de introducir el funk carioca de Bonde Do Role al público europeo y estadounidense mientras colaboraba con Beyoncé, para luego afirmar que su trabajo era basura. Sin él no tal vez no existiría el etnochic, Santigold o Maluca, y en él concluyen, según a quién se pregunte, lo peor y lo mejor de esta era de globalización musical. Pero Major Lazer va en serio, como demuestran la solidez de su segundo disco, en el que colaboran Ezra Koening (Vampire Weekend), Peaches, Santigold, Bruno Mars o Ms. Dynamite. Su primer single, Get free, que cuenta con la voz de Amber, del combo indie Dirty Projectors, despachó 150.000 copias, justo después de que la banda fuera despedida de su multinacional porque, según comenta Diplo, esta se negó a darles un presupuesto decente para su vídeo.
Y aunque el impacto de Major Lazer es hoy global, lo que realmente más satisface a sus miembros es que, tras dos años en los que el público y los músicos jamaicanos les miraban con el desdén que se le reserva a los turistas, finalmente han logrado convencer a gran parte de la isla de que lo suyo va en serio. No han venido a robar, sino a colaborar. “Creo que se han abierto a nosotros y nos aceptan. Jamás lo hubiese pensado”, comenta Diplo. “Lo bueno es que buscábamos eso, a pesar de que puedas escuchar nuestro disco y tal vez te suene a un álbum de indie rock, lo que queríamos era seguir ahondando en la música jamaicana y africana. Siento que nos lo hemos tomado muy serio. Muchos fans de reggae dudaban de nosotros, pensaban que íbamos a cambiar el curso del río del reggae o que les íbamos a robar el alma, pero estamos aquí para hacer que las cosas avancen, no para robarle las esencias a la música que se hace en la isla”. Y es que, aunque la banda pueda actuar ahora ante 7.000 personas en París o vender todas las entradas en su gira norteamericana, lo que realmente les importa es triunfar en el Caribe. Para Jillionaire, es vital poder volver a casa y que nadie piense que se ha convertido en un guía turístico. “Tal vez muchos no entendieron el primer álbum, no era una música que allí sonara. ¿Por qué coño hacíamos música electrónica de baile caribeña? Nadie lo comprendía, ni tenía ganas de hacerlo. Aún hoy siento que no todos lo aceptan. Muchos aún creen que el reggae y el dub son cosas suyas. Los aprietan contra el pecho y dicen mío, mío, mío… Si no eres jamaicano o caribeño no cuentas, aunque lleves 30 años haciendo esa música, y eso, aunque pueda ir en contra nuestro, es bueno, porque todo estilo musical necesita ese tipo de gente pura, gente que te imponga respeto y a la que desees convencer de la validez de tu propuesta. Para mí, lo más importante es volver a casa y que no me jodan, poder llegar a la isla con la cabeza bien alta”.
Con estas intenciones, hubiese sido más fácil abordar la herencia musical jamaicana desde el respeto reverencial y el revivalismo. Pero estamos hablando de Diplo, un tipo que lo mismo un día te hace un anuncio para Blackberry que al siguiente se acerca al aseo de un club en un gueto jamaicano para grabar una sesión con un músico que le ha recomendado un traficante. Para él, lo más importante, en esta época de EDM, es no convertirse en otro dj holandés con un mal peinado que se dedica a presionar botones ante una audiencia de indocumentados. “Eso lo dije una vez en una entrevista, ¿no? Joder… En fin, mira: soy muy outsider. Cuando llegué a la isla, a algunos les sonaba de Internet. Todo empezó como algo pijo y desagradable, pero poco a poco fui bajando al gueto. Me he dado cuenta de lo loco y dinámico que es todo allí: los negros, los blancos, los ricos, los turistas, … Para mí, la isla es un microcosmos posmoderno. Me da miedo que se joda como se ha jodido Kinsgton, que parece casi Cleveland. Aún siento que sé poco. Para mí, es genial porque ahí pasa de todo y tengo la sensación de que aún no me enterado ni de la mitad. Quiero seguir haciendo que las cosas avancen, ayudar a la música jamaicana a progresar. Sé que no seré como Jimmy Cliff, pero igual ayuda a que aparezca otra vez alguien con su capacidad de liderazgo”. Washy Fire sorbe su té de menta ante otra mirada de desaprobación de Diplo. “Dan ganas de ir a Jamaica, ¿eh?”, comenta el isleño, cuando se oye un petardazo que parece un disparo de bala. Jillionaire deja su taza de té sobre la mesa y señala: “Esto parece Jamaica”. Diplo levanta la cabeza del móvil y les espata: “¿Ahora vais de duros, bebedores de té con sacarina?”
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