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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zona verde

La ecología resulta ser la batalla pendiente para muchas personas que piensan en un paso por la vida menos estridente

David Trueba

El estallido de la protesta joven en Estambul ha sorprendido a las autoridades y los medios que consideraban ya satisfechas todas las necesidades ciudadanas con el crecimiento económico y la firme influencia geopolítica de Turquía. Lo más sorprendente es que la virulencia se haya desmadrado en defensa de un parque público de uso colectivo, frente a la construcción de otra de esas catedrales contemporáneas que son los grandes centros comerciales. La pasmosa defensa de una zona verde nos dice mucho de por dónde circulan las insatisfacciones juveniles en esta época tan miserable, cargada de alta política irracional e insultantemente alejada de la sensibilidad de la gente.

La ecología resulta ser la batalla pendiente para muchas personas que piensan en un paso por la vida menos estridente, que desearían recuperar un modelo de pervivencia más racional. Detrás de la falta de identificación con ciertos rasgos del sistema hay una petición de restaurar los lazos con lo sostenible, vencidos por el vértigo cierto de que nos estamos cargando el planeta. Aquí los Gobiernos más progresistas también nos están decepcionando. De la inmovilidad de los otros no nos sorprende nada, basta con mirar la Ley de Costas española para entender que algunos no solo no tienen deseos de solucionar los brutales errores del pasado, sino que su estrategia es bendecirlos y a ser posible volver a cometerlos cuanto antes.

En Latinoamérica, llena la boca de izquierdismos, asistimos al constante sacrificio natural en aras del enriquecimiento. Por ahí no parece pasar la agenda de cambio, sino la continuidad con el esquilme. No damos con la llave para crecer sin arrasar la tierra que pisamos, pero un verdadero progresismo tiene que trabajar por resolver esa ecuación. Y ahora en Ecuador está amenazado el parque Yasuní en Amazonas, con la firma Chevron bendecida por otra Constitución grandilocuente que habla de naturaleza y respeto ecológico mientras solo piensa en el dinero rápido, verdadero maná sagrado de nuestros días, sin reparar en deforestación, contaminación de ríos y zonas verdes y el desalojo de las poblaciones indígenas. Quienes se alzan en contra buscan avanzar sin conducir una apisonadora.

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