Talavante, poderoso y heroico
El diestro corta dos orejas a su primer toro y sale a hombros por la Puerta Grande en Las Ventas
Perdido el miedo escénico de la encerrona del pasado sábado, apareció el Talavante en plenitud, poderoso y heroico, y cortó las dos orejas a uno de los toros más mansos y violentos que puedan salir a un ruedo. Se sintió torero en el alma, se jugó la vida sin cuento, derrochó entrega y arrojo, demostró dominio y un aguante sin límite y la plaza quedó conmovida y arrebatada. Es lo que suele ocurrir cuando se encuentran, frente a frente, un toro agresivo y codicioso y un torero valiente y firme, dispuesto a ganar a pelea a costa de exponer lo más preciado que posee.
Fue una lidia intensísima, de esas que te llegan a lo más hondo, que te mantienen en tensión durante diez minutos que suenan a eternidad. Fue la película real de una secuencia mágica que parecía realizada por efectos especiales de tanta emoción como desprendía. Fue el toreo absoluto; la ciencia de un misterio inexplicable. Talavante vivió la gloria de la puerta grande, pero quién sabe si no se sintió como un dios pagano portentoso al ganar una pelea que parecía imposible.
'Artillero', así se llamaba el toro, salió de chiqueros olisqueando la arena y mirando con desdén a los capotes. Huyó despavorido del caballo, recorrió varias veces el anillo, sintió hasta cinco veces la puya y en otras tantas puso pies en polvorosa. Huyó de su sombra en banderillas, puso en apuros a los subalternos, y creó el desorden y la desconfianza en el ruedo.
OVACION: Extraordinario Javier Ambel con las banderillas; en las que destacó Curro Javier; perfecto José Chacón en la lidia del primero.
PITOS: Una corrida muy mansa y de presentación desigual la de Victoriano del Río.
Talavante tomó la muleta y se fue a los terrenos del cinco, donde, pegado a tablas, se había refugiado el animal. Una vez allí, atornilló las zapatillas en el piso, citó por estatuarios y aguantó estoico la violencia del toro; se pasó la tela a la mano zurda y surgieron algunos naturales de calidad antes de cerrar ese primer encuentro con un monumental pase de pecho.
Para entonces, los tendidos rugían de sorprendente emoción. Citó, entonces, con la derecha, y tras un primer redondo, volvió a la izquierda y surgió, ¡ay, maravilla!, un natural tan grande, tan largo, tan hondo, tan lento, que fue un sobrenatural de ensueño.
El toro vendía cara su vida; embestía con violencia, metía la cara y no olvidaba que le estaban ganando la partida. Quizá por eso, tras el pase de pecho que rubricó ese instante misterioso, volteó al torero cuando este le perdió la cara.
Volvió Talavante a la pelea, firme, con encomiable arrojo, y volvió a deleitar con un toreo de quietud y riesgo, generando una gran convulsión. Hasta cuatro pases, dos remates y dos de pecho, sin mover las zapatillas, dieron paso a unas bernardinas que pusieron punto y final a una labor que fue toda ella pura vibración, de ilimitado estremecimiento, imaginativa y elaborada con un gusto exquisito. Cuando la espada se hundió en el morrillo del animal, los tendidos se poblaron de pañuelos y se le concedieron merecidamente las dos orejas.
Lo que son las cosas: el más manso permitió el triunfo más clamoroso. Así de emocionante puede llegar a ser esta fiesta.
Hubo más orejas, pero el diapasón ya no fue el mismo. Una de ellas la cortó Manzanares, en su primero, un manso y noble animal que le permitió sentirse lo que es: un torero tocado por la magia de la elegancia, con gusto, empaque y finura. Tanto, que su toreo parece celestial, pero no lo es. Luce más su figura que su obra. Cita al hilo del pitón, despegado, fuera de cacho, pero, he aquí la paradoja, queda bonito. Las opiniones se dividieron entre el público, pero paseó el trofeo porque gustó a la mayoría.
Y Castella no quiso ser convidado de piedra. Brindó el cuarto y se dispuso a ofrecer la mejor versión de sí mismo. Aprovechó la bondad de su oponente y sus muletazos desprendieron templaza y hondura. Comenzó con dos pases cambiados por la espalda en el centro del anillo, continuó por naturales de calidad y redondos de alta escuela. Fue un torero dispuesto al triunfo y lo alcanzó por méritos propios.
Las segundas partes no fueron exitosas. El primero de Castella se lesionó la mano derecha antes del último tercio y el torero abrevió con la espada. Hubo ocasión, sin embargo, para el deleite cuando Javier Ambel colocó dos pares de banderillas sencillamente extraordinarios, mientras su compañero José Chacón ofrecía una lección magistral de cómo se debe lidiar a un toro con el capote. Las palmas echaron humo.
Manzanares no pudo con el quinto; con la cara arriba y de corto recorrido, la labor del torero resultó desvaída y destemplada; incluso llegó a ponerlo en apuros en un par de ocasiones. Parte del público continuó las protestas contra el torero y todo quedó en un quiero y no puedo. Quiso Talavante en el último, que cogió a Valentín Luján al salir de un par de banderillas y le infirió una cornada de carácter muy grave en la ingle, pero era un toro desclasado y sin casta y lo mejor que hizo fue abreviar. A fin de cuentas, le esperaba la paliza gloriosa de la puerta grande, ganada a ley.
Del Río/Castella, Manzanares, Talavante
Toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación y muy mansos; violento el tercero, y nobles segundo y cuarto.
Sebastián Castella: estocada trasera, tres descabellos y el toro se echa (silencio); estocada —aviso— un descabello y el toro se echa (oreja).
José María Manzanares: estocada recibiendo —aviso— (oreja); pinchazo, media baja y dos descabellos (silencio).
Alejandro Talavante: estocada (dos orejas); media tendida y dos descabellos (silencio). Salió a hombros por la puerta grande.
Parte médico de Valentín Luján: el subaleterno de Talavante fue volteado al salir del segundo par de banderillas al sexto, y sufrió una herida en la fosa iliaca izquierda, con una trayectoria de 20 centímetros, que penetra en la cavidad abdominal. Pronóstico: muy grave.
Plaza de Las Ventas. 24 de mayo. Decimosexta corrida de feria. Lleno.
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