Realidad y fantasía conviven en Cannes
‘El congreso’, de Ari Folman, inaugura la Quincena de Realizadores ‘Fruitvale station’, ganadora en Sundance, arranca la competición por la Cámara de Oro
En la pantalla, una desesperada Robin Wright, que se interpreta a sí misma. En el patio de butacas, un desesperado Ari Folman descansa algo tras haber luchado durante años por sacar adelante su nueva película, El congreso, adaptación libre de Congreso de futurología, novela del mítico escritor polaco de ciencia ficción Stanislaw Lem. Anoche, este filme fantástico sirvió para inaugurar la Quincena de Realizadores. Solo un tipo como el israelí Ari Folman, que triunfó en Cannes de 2008 con Vals con Bashir, podía sacar adelante un proyecto tan complejo. “No saben lo que me ha costado llegar hasta aquí”, decía, mientras a su lado le miraba orgullosa su protagonista, Robin Wright, flanqueada por otros dos miembros del reparto, Danny Huston y Sami Gayle. Wright se encarna a sí misma como una actriz que ha dejado pasar mucha oportunidades a lo largo de los años, una mujer que ha rechazado ofertas que supusieron un alejamiento de lo que ella considera su línea profesional, y a la que un estudio de Hollywood –un inventado Miramount- le lanza una última oferta: ser escaneada para que sea su versión informática la que prosiga en la pantalla. Aunque al principio rehúse, Wright acaba aceptando por amor a su hijo y empujada por su agente de toda la vida (Harvey Keitel).
Hasta aquí la película avanza con mucha ironía –mezclando realidad y ficción en la biografía de Wright- aunque con cierta obviedad. En esa primera hora la narración, con ciertos toques de fantasía, avanza de forma clásica. Pero el guion salta hacia el futuro 20 años, y mientras la auténtica Wright ha envejecido repleta de dinero y alejada de su profesión, su versión escaneada e infomática sigue igual… aunque protagonizando películas de ciencia ficción. Y ahí Folman vuelve a la animación, que tan famosa hizo a su documental Vals con Bashir. Todos los personajes son dibujos por culpa de la química, y la psicodelia y todo tipo de elementos religiosos y filósoficos (marca de Lem) toman la pantalla. A ratos hipnótica, a ratos delirante, El congreso va a provocar grandes discusiones, aunque anoche recibiera una cerrada ovación en el arranque de la Quincena de Realizadores.
Minutos después de esta proyección arrancaba en Una cierta mirada la carrera por la Cámara de Oro (premio que recibe un cineasta por su primera película y por el que compiten este año 26 largometrajes repartidos por las cuatro secciones del festival) con Fruitvale station, la película triunfadora del último certamen de Sundance (premio del Público y del Jurado). Dirigida por Ryan Coogler, que recordó en el escenario que el guion se basaba en hechos reales y que la historia había transcurrido donde él vive, en la bahía de Oakland, Fruitvale station reconstruye el último día de la vida de Oscar Grant, un chaval de 22 años que se levanta con una sensación rara el 31 de diciembre de 2008. Él lo toma como un augurio de que debe de cambiar su vida y ser mejor hijo (es el cumpleaños de su madre), mejor marido, mejor padre (tiene una hija de cuatro años) y mejor persona (en un flashback vemos que la anterior Nochevieja la pasó en prisión). El espectador pasa a su lado sus últimas horas hasta que Oscar es asesinado por un disparo de la policía delante de sus amigos y su mujer minutos después de la llegada de Año Nuevo en el andén de la estación de metro que da título a este drama.
Fruitvale station roza todo el rato el momento telefilme, pero acaba saliendo adelante por sus poderosas interpretaciones, aunque el guion ha provocado cierto debate en Estados Unidos por su dulcificación del protagonista. Anoche en el Palacio de Festivales hizo saltar bastantes lágrimas, y de la mano de los Weinstein, que la distribuyen, tiene todo de cara para una afrontar una larga y exitosa carrera festivalera y comercial que le lleve hasta los Oscar.
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