Jarrea en La Croisette
Este año llueve en Cannes como en tantas otras ediciones del festival. Fastidios de la primavera. Precisamente fue en una noche de lluvia cuando sucedió la anécdota que Alfredo Landa fue adornando a lo largo de su vida hasta distorsionarla. Con motivo de su muerte se cuenta como auténtica su idealizada versión. Entre otros, se la he oído en la radio a un falso testigo presencial.
Llovía aquella noche de 1984, y tanto Pilar Miró, directora general de cine, Mario Camus y quien esto escribe decidimos no salir a cenar como habíamos previsto y conformarnos con unos bocatas en la habitación de la Miró. Acabó siendo un acierto. Aquel año fue el primero en que los organizadores del festival silenciaban los premios hasta el momento de su entrega en la ceremonia de clausura. Los ganadores debían guardar escrupuloso mutismo, y así se lo hizo saber por teléfono la Miró a Landa que ya había regresado a Madrid tras haber presentado en el festival Los santos inocentes. El director del festival, Gilles Jacob, había llamado a Miró para anunciarle muy brevemente que el jurado presidido por Dirk Bogarde, que aún seguía deliberando, había decidido premiar a Landa y que por tanto había que avisar al actor para que regresara con urgencia y discretamente. Poco después, Pilar Miró fue reclamada de nuevo por Jacob para indicarle que el premio de interpretación era compartido con Paco Rabal, que permanecía en Cannes ya que otra película en la que él intervenía estaba siendo presentada en una sección paralela. Sin embargo, la versión que ha corrido presenta a una Miró enfadada que presionó al festival en favor de Rabal, incluso prometiendo comprar para España no sé cuántas películas francesas. No hubo tal cosa. Landa se precipitó al interpretar la llamada de la directora general dándole el premio sólo a él. Fallecidos todos los personajes de la historia, es correcto reivindicar a Rabal como justo y limpio co-ganador de la Palma sin menoscabo del buen hacer de Landa en aquella película memorable. En los festivales de cine suelen contarse muchas patrañas; por su parte la memoria tiende sus trampas y la vanidad acaba haciendo de las suyas. Cuando al día siguiente ambos actores se reunieron de nuevo en la habitación de Pilar para acudir a la ceremonia de clausura, se abrazaron con afecto diciéndose a la par con buen humor: "¿Y a ti por qué coño te lo han dado?”.
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