De ‘Babelia’ a Babelio
En EL PAÍS publicamos Babelia como destacado suplemento de libros, pero en la Red se encuentra un lugar llamado Babelio, que nos da cien vueltas en difusión y aceptación. En los periódicos y en las revistas especializadas todavía prevalece una crítica profesional más o menos intelectualizada pero Babelio, entre otros sitios de Internet, obedece mayoritariamente al sonido del corazón.
Al método de analizar la obra según su importancia contextual, su calidad literaria y su reelaboración de influencias ha ido, poco a poco, añadiéndose como una potente losa el método descriptivo y sentimental. Muy especialmente en las críticas de pintura el crítico dedica unas dos terceras partes del texto a reseñar la obra y apenas unas líneas a valorarla y encuadrarla en su contemporaneidad. Solo excepcionalmente, tratándose de creaciones nuevas, la valoración contribuye a ilustrar a los lectores. Esta clase de crítico proporciona información, pero raramente formación. De hecho, cada vez se pretende menos lo segundo que lo primero, una vez que la “educación” se halla desacreditada. Aunque haya excepciones, no faltaba más.
La red social Babelio, nacida en 2007, unos 20 años después que Babelia, es ya un lugar que recibe dos millones de visitas mensuales y en la que participan hasta unos 100.000 colaboradores, entre blogueros asiduos y fugaces, sujetos más o menos cultos, profesionales y amateurs. Sujetos muy cordiales en su mayoría. Y cordiales en dos sentidos: se prestan amablemente, de un lado, a comunicar lo que les parece bueno o entretenido y, de otro, confiesan de qué modo esa obra les ha sacudido el corazón.
Su servicio resulta impagable para mucha gente que no sabe qué leer aunque también el barullo sea aquí el mismo que se deriva, en general, de la superinformación, heterogénea y abrumadora en la pantalla.
La profesión del buen crítico es, sin duda, un oficio de artista
¿Una pérdida? ¿Una ganancia? ¿Una nueva Ilustración? A diferencia de lo que hace el simple cronista, la buena crítica literaria tenía como fundamento mejorar el juicio del lector y fomentar cada vez más su independencia de criterio gracias a la ilustración. Cada crítico, competente y honesto, era incluso más que un pedagogo. Operaba como un puente de acceso al entendimiento de la obra y del tipo de creación que la caracterizaba, según el género, el ingenio, la época y el genio.
Contrariamente a lo que suele aceptarse, no es solo la ciencia la que progresa apoyándose en el saber anterior, sino que el artista, a semejanza del científico, metaboliza en su texto (o en su lienzo) el contexto de su historia y de la anterior. De este modo la profesión del buen crítico es, sin duda, un oficio de artista. T. S. Eliot decía que “ningún poeta o ningún artista de cualquier arte posee un significado o un valor a solas. Su significancia, su apreciación solo es posible en relación con los poetas y artistas muertos”. Y esto lo ha respetado el crítico de verdad.
¿Cuántos quedan en esta verdad? Por Babelia y otros suplementos coetáneos sabíamos que todo esto de lo bueno y de lo malo en arte es un sutil merequeté. Pero ahora, además, por si faltaba poco, llega invasoramente una legión de aficionados que se disputan el sitio dentro del guirigay cultural.
Significativamente, otro sitio online, inaugurado en marzo de este año, se titula ofuscadamente Onlalu.com. Una iniciativa que procede de un editor, Jean Marc Savoye, y de su esposa, Pascale Frey, crítica literaria en la edición francesa de la revista Elle.
La razón del lanzamiento de Onlalu.com se basa —de acuerdo con las declaraciones de sus fundadores— en la constatación del despiste que sufre la gente cuando desea leer un libro con valor. Pero, ¿qué es el valor hoy? Contagiados por la especulación financiera o inmobiliaria, la especulación de las artes, la especulación de la especulación, los editores envían ahora sus novedades con menos entusiasmo a los pocos críticos de fuste, todavía en ejercicio, que a la masa de blogueros que expresan sus gustos a sus seguidores. Fieles seguidores masivos que, en muchos casos, esperan el blog como un sorbo espontáneo y resultante de la regurgitación del bloguero, competente o no.
Babelia
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