Construir belleza a golpe de mirada
Una muestra en Florencia reflexiona sobre el canon ético y estético del arte
Cincuenta hermosas mujeres desnudas y pintadas de negro, alternadas con fragmentos de estatuas, torsos de mármol y calcos de yeso se exhiben ante las miradas curiosas desde las tarimas del mercado pesquero de Nápoles. En sus posturas es fácil descubrir referencias a las representaciones del cuerpo femenino en la historia del arte. Sus cuerpos perfectos e inmóviles remiten a los cadáveres de Pompeya y, si no fuera por los ojos claros y llameantes, sería difícil distinguirlos de las esculturas.
Se trata de VB66, la 66ª performance de Vanessa Beecroft, conocida por obras que abordan la obsesión por la belleza y la perfección, hasta la deshumanización. La acción inmortalizada en vídeo, que evidencia la contradicción entre el carácter efímero de la belleza y la pretensión de eternidad a la que aspiran los ideales clásicos, es una de las obras clave de la exposición Una idea de belleza, abierta en Strozzina, el centro de cultura contemporánea de Palazzo Strozzi de Florencia, hasta el próximo 28 de julio.
La muestra, que no pretende ser exhaustiva, reflexiona sobre la evolución del concepto de belleza en el arte, a través de un conjunto de creaciones de ocho artistas contemporáneos. “Los parámetros han cambiado. Ya no valoramos el material precioso, la forma perfecta y la ejecución virtuosa. La belleza forma parte de la experiencia sujetiva y el arte ha conseguido encontrar la forma de traducirla, para poderla compartir”, asegura Franziska Nori, directora de la Strozzina y comisaria de la muestra, convencida de que “en nuestra sociedad el ideal de belleza es más un canon ético que estético”.
Un recorrido visual, sensorial y emotivo
La exposición de Florencia pone en relación las diversas posturas de los artistas seleccionados, involucrando al público en un recorrido visual, pero también sensorial y emotivo. Es el caso de Alicja Kwade, que pide al personal un alto grado de atención para deambular por una instalación formada por cristales y luces, que ponen a prueba constantemente la capacidad de discernir entre apariencia y realidad.
“La belleza es percepción, no solo representación”, insiste Franziska Nori. De ahí la elección de las fotografías de pájaros de un obseso de la perfección como Jean-Luc Mylayne, las pinturas entre realistas y abstractas de Wilhelm Sasnal y las obras apropiacionistas de Chiara Camoni, que revelan lo bello oculto en lo cotidiano.
Banalizada, explotada y renegada, utilizada como sinónimo de hedonismo y superficialidad, la idea de belleza ha ido alejándose cada vez más del arte, por considerarse inadecuada para expresar la complejidad y contradicciones de la modernidad. Sin embargo sigue siendo una pulsión natural del ser humano, reivindicada a menudo como un acto de desafío casi blasfemo y fuente de una nostalgia, que plasma de forma especialmente acertada Isabel Rocamora, actualmente una de las artistas españolas con más proyección internacional. Rocamora exhibe Body of war, una película de 20 minutos, parte de una trilogía sobre la relación entre cuerpo, espacio e identidad, que convierte el combate cuerpo a cuerpo en una danza sublime, sin caer nunca en la estetización.
“La obra ha requerido una preparación larga y compleja. Deconstruimos los movimientos del KraftMagá, un combate inventado por un judío de Bratislava, considerado el más letal y los ensayamos muy lentamente”, explica Rocamora.
La capacidad de la mirada de construir la belleza se plasma también en las imágenes manipuladas digitalmente de Andrea Gefeller, que convierte los tendidos eléctricos de Japón en una caligrafía postmoderna, y en el vídeo de Anri Sala, que documenta la transformación de Tirana por la acción del alcalde artista Edi Rama, que mandó pintar de colores brillantes las fachadas para desterrar el gris oscuro de la degradación urbana.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.