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Primos de sangre y música

Bernardo Rísquez repasa su trayectoria y la de su familia El artista relata el reencuentro con su primo, el también músico Devendra Banhart en 2012

A la izquierda, el músico Bernardo Rísquez.
A la izquierda, el músico Bernardo Rísquez.

“Cuando tenía cuatro años me fui pa’ Caracas. Comencé a tocar con mi primo Bernardo Rísquez, y estudié en el colegio Jefferson, que es muy sifrino. Pero por lo menos ahí aprendí inglés, y me dieron una educación buena. Casi me botaron a los ocho por una travesura que cometí porque quería llamar la atención. Y me mudé a California a mediados de los noventa. Toda mi familia está en Venezuela. Los visito cada vez que puedo”, así recordaba Devendra Banhart, el autor del flamante Mala, en 2007, a quien suscribe esta nota, su paso por la nación caribeña antes de patentar el freak folk, de codearse con Caetano Veloso y Beck, y de convertirse en uno de los íconos de la canción 2.0. A partir de su exposición internacional tras la buena repercusión que tuvo el álbum Cripple Crow (2005), el artífice nacido en Houston, al menos en sus entrevistas para medios de habla hispana, siempre invocó el nombre de Bernardo como influencia en su decisión de dedicarse a la música. Lo que provocó que su agnado, al igual que el resto de su familia (llamó Cristóbal Rísquez, hermano menor de Bernardo, a uno de los temas de su reciente disco) y su relación con la metrópolis sudamericana, alcanzara notoriedad, aunque a manera de fábula.

No obstante, a pesar de que el destino los separó, ambos emprendieron trayectorias musicales casi en simultáneo. El primero en debutar fue Bernardo, quien, poco antes de que Devendra se labrara un nombre en el pop independiente global, logró introducirse en la escena caraqueña con la agrupación de trip hop Sur Carabela, con la que grabó un álbum que hoy es considerado de culto, Debut (2001). Luego formó parte de la banda de indie rock Pacífica, que abandonó para tantear una veta más electrónica con el ensamble Tulio Chuecos, hasta que conoció al austriaco Michael Lagender, mientras estudiaban arquitectura en la Universidad Central de Venezuela, para concebir en 2008 el laboratorio de pop posmoderno Different Fountains, establecido en la actualidad en Bélgica. “Una vez que terminé la tesis, me fui a París, y más tarde a Bruselas. Allá creamos nuestro propio sello”, explica el músico, cantante y productor, de paso por Caracas. “Seguimos una línea de investigación que involucra música, arquitectura e Internet, y que tiene que ver con el espacio público y con comunicar cosas relacionadas con la gente”.

A la ópera prima de Different Fountains, el EP Numbered & Signed, de 2010, le siguieron el corta duración The Absolute End, también de ese año, y un siete pulgadas con los sencillos Circle y No Fear No Doubt (2012). “Tras poner una de esas canciones en la plataforma de una radio austriaca, nos seleccionaron como agrupación de noviembre de ese año, y hasta nos incluyeron en un compilado”, apunta Bernardo, que tiene asimismo entre sus primos al laureado cineasta venezolano Diego Rísquez (Devendra participó como músico invitado en la banda de sonido de su última película, Reverón, de 2011). “Ahora preparamos varios lanzamientos para el segundo semestre de 2013”. Si bien el exponente caraqueño de 30 años nunca dependió de la chapa de su primo para sortear obstáculos artísticos, ya padece la subordinación del parentesco. “Soy bastante antiparabólico con eso del oportunismo, aunque no soy tonto. Me di cuenta de cómo cambió la percepción. Al principio, decía que él era mi primo, porque es normal para mí. Pero ahora no sé si la gente es mi amiga por eso o porque realmente me aprecian”.

Justamente fue Banhart el que le dio la posibilidad a la dupla para que se estrenara en directo. “Devendra siempre fue cero pop. Su música era tan visceral que daba miedo. Por eso, al principio, me costó digerir su sonido, porque tampoco tenía idea de lo que estaba pasando a su alrededor. Cuando viví en París, estaba tan desesperado, porque experimenté una situación difícil, que le pedí ayuda a gente conocida de todo el mundo para tocar. Y el único que me dijo que sí fue él. La vez que actuó en La Cigale, en 2009, puso como condición que Different Fountains le abriera el show. Ésa fue la primera vez que lo vi en vivo, y estuvo increíble. Quedé muy impactado con lo que hace”. Aunque sabía de su éxito, Rísquez, que en 2012 la rompió en las pistas de baile con el sencillo Send Me Away, confeccionado junto al productor y DJ venezolano Trujillo, nunca desprendió la imagen de ambos del álbum familiar. “Lo veía ocasionalmente cuando mi tía María Eugenia, su mamá, venía a Caracas. Sin embargo, era el único primo con el que me entendía. A pesar de que estaba al tanto de lo que bien que le iba, y de que había sido novio de varias chicas famosas, no me sorprendía. Lo que me costaba era hablar con él de espina dorsal a espina dorsal”.

Aunque no perdieron el contacto, el reencuentro que Rísquez deseaba con Devendra se produjo el año pasado. “Siempre hubo conexión, incluso me propuso hacer un grupo de cuatro eléctrico, pese a que no llegó a suceder nada. Pero nunca teníamos media hora para hablar. Por suerte, eso cambió en marzo de 2012, cuando fui a su casa. Fue la primera vez que nos pusimos al día sobre nuestras vidas”, reconoce Bernardo, quien acercó a su primo a los misterios de la electrónica. “En Los Ángeles, le copié un disco con toda la música que considero importante. A mí, en lo particular, me gusta tanto tocar la guitarra eléctrica y rockear como mezclar e ir a una fiesta a bailar. No encuentro distinción, lo que no quiere decir que no entienda que haya personas a las que no les gusta la electrónica. Sentía eso con él, sobre todo desde que lo vi en vivo, más allá de su estética y su pasado. No obstante, después de darle ese CD y de ir a ver con él a Nicolas Jaar, me parece que ahora habla con algo un poquito más electrónico de una manera muy suya. Por más que pueda parecer ingenuo, creo que su interpretación es inteligente”.

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