Cuando Londres se enamoró de España
Escritores del XIX como Richard Ford y William Stirling avivaron el interés por el arte español Gracias a compras y donaciones, el British Museum ha atesorado una colección de 200 dibujos
Richard Ford expandió mitos y coleccionó realidades. Con su publicación en 1845 de Manual para viajeros por España, el escritor ayudó a cimentar una visión romántica que aún perdura, tenga justificación o no. Cuando regresó a Londres no solo se llevó consigo impresiones: en Sevilla había comprado varios dibujos de Murillo. Ford fue un notable coleccionista de arte español, al igual que su compatriota William Stirling Maxwell, el hispanista que escribió Anales de los artistas de España (1848). Ellos fueron, en opinión de Mark McDonald, comisario de la exposición El trazo español en el British Museum. Dibujos del Renacimiento a Goya, algunos de los artífices del interés creciente por el arte español en Reino Unido en el siglo XIX.
El museo británico, que desde su origen mostró curiosidad por todas las culturas y todos los países como un camino directo –aunque inabarcable- para explicar el mundo, tampoco permaneció al margen de la tendencia. Porque eso se diría hoy: los exóticos españoles fueron una tendencia decimonónica en Londres. Un año después de la publicación del libro de Richard Ford, el museo compró en una subasta en Christie´s varios dibujos españoles que habían pertenecido al vizconde de Castel Ruiz, entre ellos la Exaltación de San Francisco, de Teodoro Ardeman, y el San Ildefonso, de Antonio Pereda. “Fue el primer ejemplo de dibujos de una colección española comprados por el museo, un patrón que se repetiría a lo largo de ese siglo”, explica McDonald por correo electrónico.
Fueron el germen de una vasta colección que hoy incluye 200 obras de artistas de los siglos XVI hasta el XX. No siempre bien identificadas. “Varias habían sido atribuidas a artistas italianos y ha sido recientemente cuando han retornado a la escuela española, como ha ocurrido con El desvanecimiento de la reina Ester, de Mosén Domingo Saura”, indica.
No tardó mucho el British en comprar algunas joyas, como el Agarrotado de Goya, el Santo atado a un árbol de Ribera o El duque de Feria gana por asalto la plaza de Reynfelt de Carducho, que pertenecían al editor y comerciante Henry Graves. “A través de la segunda mitad del XIX el creciente interés por los dibujos españoles coincidió con una gran apreciación del arte español, mostrada por otras colecciones como la de pintura o artes decorativas”, cuenta el comisario. Cuatro murillos, que habían pertenecido al barón St. Helens, acabaron en el British. A finales de ese siglo, el conjunto se había reforzado con trabajos esenciales de Luis Paret y Alcázar y Miguel Jacinto Meléndez y con dibujos que habían pertenecido al adinerado magistrado escocés John Malcolm of Poltalloch.
Mark McDonald se detiene en la colección Malcolm. Y con razón. El terrateniente escocés gozó de un asesoramiento de lujo para sus adquisiciones: sir John Charles Robinson, el responsable de las colecciones de arte del Museo South Kensington (futuro Victoria y Albert Museum). Robinson compró piezas en España guiado por José Madrazo, director del Prado, entre ellos Cabeza de monje, de Zurbarán, o Ascensión de la Virgen, de Herrera Barnuevo. "Dos de las cuatro reglas que consideraba esenciales cuando formaba colecciones eran ‘independencia de la autoría, coleccionar solo ejemplos de indudable excelencia como piezas de arte y adquirir solo las obras mejor conservadas y excepcionales en caso de autores menos eminentes".
La fiebre española decayó. Aunque, a menor ritmo, el British siguió ampliando su fondo artístico durante el siglo XX mediante compras o donaciones, como el Cristo golpeado por un sayón de Ribera o la Última cena de Luis Antonio Planes. En la colección de sir Thomas Phillipps, donada por su nieto, se incluyen cuatro dibujos que podrían haber salido de la mano de Velázquez. “Durante la segunda mitad del siglo, quizás combinado con la pérdida de interés por el tema, la capacidad del museo para comprar dibujos españoles disminuyó”, señala McDonald. Acaso esto explique por qué el British dejase pasar la oportunidad para adquirir varios dibujos de Goya, aunque en 1975 les llegó el desquite con la incorporación a sus fondos de los goyas de la colección de Tomás Harris.
Tal vez la exposición (en Londres fue visitada por más de 400.000 personas) reavive la curiosidad por el arte español, cuyo desinterés lamentaba en 1985 el historiador del arte Jonathan Brown: "En el Reino Unido, donde Richard Ford y sir William Stirling-Maxwell fueron pioneros en el estudio del arte español, una orgullosa tradición se encuentra de nuevo en peligro para cuando los investigadores de más edad hayan dejado de trabajar. Sin un núcleo de especialistas consagrados al tema, la promoción del arte español fuera de España se hace cada vez más difícil".
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