Diez años de lucha por las artes y de intercambio contra los tópicos
El Festival de Abu Dabi se convierte en el gran referente en su continente
Asistir a una representación del Ballet Mariinsky en Abu Dabi puede resultar tan incisivo como el famoso Leer 'Lolita' en Teherán. Que ese cuerpo de baile, conocido como Kirov durante la era soviética, comparta cartel con piezas de los libaneses hermanos Rahbani interpretadas por la Sinfónica de Ucrania, tal vez suene a revoltijo artístico para los más puristas. Pero bajo el manto del Festival de Abu Dabi, que en la actualidad se celebra en la capital de Emiratos, el tópico del encuentro entre Oriente y Occidente se convierte en realidad buscada y con deseos de proyección.
Desde hace 10 años, cada mes de marzo, renombrados músicos, cantantes y bailarines de todo el mundo suben al escenario en una ciudad que hasta fechas recientes pocos hubieran sido capaces de poner en el mapa y mucho menos considerar una parada en sus giras. Por aquí han pasado, entre otros, José Carreras, el Ballet Bolshoi, la Orquesta Sinfónica de Londres, Wynton Marsalis o Natalie Cole, pero también el intérprete de laúd iraquí Naseer Shamma o el ya fallecido compositor e intérprete libanés Walid Gholmieh. Este año, junto a los ya citados Ballet Mariinsky y la Sinfónica de Ucrania, actúa también (el miércoles 20) Plácido Domingo, quien va a ser reconocido con la medalla del Festival.
“Las artes escénicas, y el arte en general, no tienen fronteras”, defiende Hoda Kanoo, el alma mater detrás de ese evento cultural que ha inspirado a otros emiratos vecinos. “Es un lugar para la innovación, la creatividad, el encuentro de ideas. Intentamos presentar nuestro patrimonio, nuestras tradiciones, nuestras artes, y compartirlas con el resto del mundo. También acoger el talento artístico del resto del mundo, sus interpretaciones”, resume durante una entrevista con EL PAÍS.
Kanoo, nacida en Beirut de padre saudí y madre siria, se educó en el American College de París y se afincó en Abu Dabi hace ya dos décadas con su marido bahreiní, un conocido artista. Sin duda esa diversidad ha influido en su empeño. A través de su Fundación para la Música y las Artes, promueve desde 1996 las artes como un medio para potenciar la creatividad y la innovación en todos los aspectos de la vida. Sin embargo, en Occidente, esos conceptos que esta filántropa subraya a menudo no suelen asociarse con el mundo árabe.
“Hay muchas cosas que no sabemos los unos de los otros. El conocimiento y la cultura son tan amplios y tan diversos que a veces uno asume cosas. El objetivo del Festival de Abu Dabi, y de la Fundación es tender puentes. Sólo así y con una fuerte voluntad de compartir valores, podemos entender mejor el resto de las culturas y deshacer malos entendidos”, responde entusiasta.
No es solo teoría, defiende. Y pone el ejemplo de Shamma, “uno de nuestros maestros de laúd”, quien viajó a España y trabajó con maestros y compositores españoles de música medieval. “Descubrió nuevos manuscritos que ha interpretado de una nueva forma que revive la música tradicional árabe en el actual contexto”, señala.
Aún así, hay ámbitos donde los contrastes culturales podrían hacer saltar chispas. Le pregunto si no choca abrir el Festival con un ballet en el que hombres y mujeres bailan juntos vestidos con ropa pegada a la piel, en un país donde las mujeres no bailan en público y se cubren con sayones negros que ocultan las formas de su cuerpo.
“El ballet clásico es, como el sufismo, expresión del cuerpo; en absoluto se trata de algo erótico o que roce la ética de ninguna cultura en el mundo”, defiende. “Llevar nuestro vestido tradicional, la abaya, y cubrirse la cabeza son parte de nuestra tradición y estamos orgullosas de ello. No tiene nada que ver”, añade, antes de precisar que entre el público que asistió a la representación inaugural del Mariinsky había “muchos jóvenes emiratíes y otros que habían venido de todo el Golfo”. Kanoo no se cubre la cabeza.
Rechaza que las sensibilidades locales exijan autocensura. “En las artes, en todo el mundo, existen límites a [lo que se puede] poner en escena”, asegura, tras haber insistido en que “la base del islam es la tolerancia”. Pero también reconoce que a la hora de programar se busca “lo que es más oportuno en cada momento” y apunta la necesidad de “educar a las audiencias” cuando se introducen nuevas formas de arte. “Los antecedentes étnicos [del público] no tienen nada que ver con cómo reacciona”, afirma. En su opinión, lo que cuenta es que llegue a “identificarse con lo que sucede sobre el escenario”.
Las actuaciones son solo la parte más visible de su empeño por tender puentes entre las culturas. Pero el Festival se completa con un amplio programa de actividades orientadas a las familias, los jóvenes y los estudiantes emiratíes con el objetivo de descubrir vocaciones artísticas y alentar quienes muestran interés, en una sociedad que no incentiva ese terreno.
“El Festival ha abierto las puertas para que miles de estudiantes y de jóvenes artistas que están empezando, aprendan, creen y sean parte de él, de la escena cultural internacional. Es el mayor regalo que me ha dado en estos 10 años”, resume. Ahora, Kanoo intenta utilizar el éxito alcanzado para que las artes y la cultura se incluyan en el currículo de la enseñanza pública, una ausencia que dice mucho del reto asumido por esta mujer.
Babelia
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