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El forastero ha llegado a la convención

Como si fuera un 'western' crepuscular con protagonistas perdedores, 'A puerta fría' desgrana sin misericordia dos días de una feria comercial

Gregorio Belinchón
Nick Nolte y el director Xavi Puebla en el rodaje de la película 'A puerta fría'.
Nick Nolte y el director Xavi Puebla en el rodaje de la película 'A puerta fría'.

Como en los westerns crepusculares, que suelen ser los buenos, la llegada del forastero a la ciudad -en este caso a la convención- va a provocar un revuelo de rumores, roces y enfrentamientos. Xavi Puebla ha huido del drama para crear un buen thriller en A puerta fría, dos días salvajes en una convención de vendedores encerrados en un hotel sevillano. Las viejas generaciones chocan con los comerciales sin escrúpulos; las lealtades basadas en años de compañerismo no sirven de nada frente al mordisco del capitalismo. A puerta fría tiene un buen guion, que rápidamente llevará al espectador a recordar Smoking room -Antonio Dechent es otra conexión-, El pez gordo (con Kevin Spacey) y Glengarry Glen Ross; un buen reparto, que funciona muy bien engrasado, y sabe transmitir la necesaria sensación de claustrofobia para la historia. En su tercera película, Xavi Puebla -que ya soltó una buena traca anticapitalista en su anterior filme, Bienvenido a Farewell-Guttmann- da al espectador un buen sopapo de tristeza, de contar lo despiadado del mundo laboral: "Me quedaban cosas por contar, pero sobre todo me seducía hablar de las ventas. A estos personajes les quiero más que a los de Bienvenido a Farewell-Guttmann, porque esos eran ejecutivos y sus motivaciones eran frías. En A puerta fría hay cierto romanticismo". Así que Puebla apuesta por esos comerciales capaces de cualquier cosa por colocar sus productos: la película arranca con el despertar de uno de ellos en un prostíbulo. "Pero hay un romanticismo, porque son vocacionales en su trabajo. Es bonita esta idea del desarraigo: su profesión es la prolongación de su personalidad. Hacen kilómetros, pasan mucho tiempo fuera de casa, en habitaciones de hotel... Claro que todo esto tiene su coste en la vida familiar". Y luego la venta: "Me atraía mucho para explicar la cara mercantilista de esta sociedad".

En A puerta fría hay también empatía por los personajes. "Con algunos te identificas porque han ejercido la profesión desde un punto de vista más humano. Son víctimas ahora, son apartado como apestados por un mundo para el que ya no cuentan. Yo quería huir de una visión arquetípica para ir un poco más allá. Sus códigos son como son, de moral muy laxa, pero eso sí, son fieles a ellos. Dechent dice: 'Tiene su moral'. Cierto, son íntegros en su manera de entender a vida. No hay hipocresías. Se mantienen íntegros en ese pensamiento mientras que lo que les rodea se rige ahora solo por números y cifras". Como si fueran mafiosos, "o protagonistas de un western crepuscular, con personajes anclados en el pasado, que el tiempo, indiferente, les ha superado".  Puebla habla de Peckinpah, de esos filmes de los sesenta y setenta que ensalzaron un género. También de El empleo del tiempo, de Laurent Cantet, "en la que se ve como la sociedad deposita en el individuo unas esperanzas y aspiraciones que no puede cumplir".

A Puebla le ha costado casi un año estrenar A puerta fría: en el pasado certamen de Málaga, celebrado hace once meses, obtuvo los premios de la Crítica y al mejor actor (para Dechent): "El guion lo escribí en 2006. Entre buscar la financiación, levantar la película, posproducir, buscar distribuidor y exhibidor... Lo que menos dura es justo el hacerla, el rodaje. Es paradójico: te puede el proceso burocrático. Yo lo vivo como algo agónico. Y por eso he hecho solo tres, aunque cada vez tardo menos entre una y otra". ¿A sus alumnos de cine les cuenta eso? "Desde luego, no les engaño. En este país, el cine es un acto vocacional. Debes tener necesidad de hacerlo". Es curioso: aunque lo escribiera en 2006, el guion ha ido creciendo en resonancias con la actualidad. "Anthony Burgess decía que en la antigüedad el esclavo servía por miedo al látigo; hoy el esclavo asalariado lo hace por miedo al despido". Y continúa: "Encima, con el paro, la tragedia del desempleo es peor que la esclavitud del trabajo actual. Aceptamos y agrademos trabajos esclavistas porque la realidad alternativa es peor".

Uno no puede levantarse sin preguntar por la aparición de Nick Nolte en A puerta fría: "Buscamos a alguien con mucha presencia, que funcionara con María Valverde. Desde el guion era estadounidense y el macguffin, el idioma, que servía para demostrar que el protagonista no se ha reciclado, y que la chica serviría de enlace. Uno tiene experiencia y no le dejan. Otra tiene formación y no llega al trabajo". Aparece Nolte y su presencia ya construye el pasado del personaje. "Era fundamental ese aura de mítico. Porque su personaje es así. Antonio Pérez, el productor, fue quien lo logró. Cuando firmé, retoqué el libreto para que se acercara a él, que su autentica vida sumara el aroma de mito perdedor de ese jefe de ventas". Impagable el momento en que Nolte se cruza con Dechent y beben sin hablar en la barra del hotel. "Eso solo lo da alguien como él... Y como Antonio".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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