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La primera guerra de la ‘era Reixa’

El presidente de la SGAE inicia una campaña para atajar las irregularidades de los programas televisivos nocturnos que incluyen música para cobrar derechos

Daniel Verdú
Fachada iluminada del edificio sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en Madrid.
Fachada iluminada del edificio sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en Madrid.

Una señora de 80 años que descubre repentinamente su talento musical. Un niño que registra arreglos de Chopin con abrumador éxito comercial o unos pocos autores completamente desconocidos que figuran entre los socios de la SGAE que más recaudan al año. Algunos, con cifras que superan el millón de euros: al nivel de los principales nombres del pop. El extraño fenómeno tiene una respuesta. ¿Ha visto alguna vez uno de esos espacios televisivos nocturnos de tarot con un pianista tocando de forma inaudible en segundo plano? Alguien ha escrito esa música. Más bien, en la mayoría de casos, alguien ha hecho algún arreglo sobre un tema de dominio público para que volviera a generar derechos de autor. Lo que recauda va a parar a manos de ese arreglista, de las televisiones y, en ocasiones, de un misterioso intermediario que suele registrarse a través de algún testaferro (los famosos niños y abuelas). Son unos diez, según denuncia la SGAE. Y la entidad ha iniciado una campaña para terminar con esas prácticas que considera fraudulentas. Bienvenidos al primer gran conflicto en la era Anton Reixa.

Según la comunicación que el presidente remitió ayer a los socios para sorpresa e indignación de varios miembros de la junta (se quejaron de no haber sido informados) se trata de una red de unos 80 autores de los cuales diez son meros intermediarios entre las televisiones y los músicos. Las malas prácticas a las que se acogen son variadas: “Utilizar el dominio público y forzar a compositores a ceder la autoría total o parcial de los arreglos; cobrar irregularmente; cruzar repertorio (...); exigir los gastos de producción a los autores reales; enmascarar con nombres de testaferros las autorías y así esquivar los contratos editoriales de los verdaderos artistas…”.

Las televisiones pagan un canon anual a la SGAE por la utilización de su catálogo (el 50% de los ingresos totales de la sociedad). Pero desde hace unos años, los canales han creado editoriales musicales para registrar algunas de las composiciones que utilizan y reducir el impacto económico a final de año. Si la música que emiten forma parte de su catálogo, muchas veces compuesto ex profeso para esos programas nocturnos, pueden percibir el 50% de lo que liquida la SGAE a los autores. Hasta ahí, la entidad está de acuerdo.

“¿Cómo puede ser que las madrugadas se llenen de temas inéditos?”, escribe

El problema está en cómo se reparte el otro 50%. Debería ser para el compositor, pero suele haber un intermediario. Y eso es lo que persigue ahora la entidad. “Toda esa música producida no aporta valor a la industria musical. Se hace ad hoc para esa explotación nocturna y no tiene más difusión. Para nosotros es importante defender los derechos de autores que generan valor a la industria: conciertos, grabaciones… También los que no lo logran y pelean por ello”, denuncia Reixa.

“¿Cómo se puede entender que, mientras las emisiones diurnas han desterrado los programas musicales, las madrugadas televisivas estén repletas de música inédita y que no podremos detectar en otros medios de difusión? Es una música que nace muerta y acaba normalmente en esa casi clandestina explotación”, se queja la sociedad en su comunicado. La crisis ha aumentado el número de músicos profesionales que se avienen a ceder parte de su 50% en los derechos de autor a los intermediarios. “Incluso algunas figuras del flamenco y del jazz integran esta red”.

Algunos espacios señalados, según ha podido saber EL PAÍS son concursos como Locos por ganar, de Telecinco o programas musicales como Únicos, de Antena 3. Ambas cadenas declinaron ayer dar su versión. La SGAE les pedirá que se haga un seguimiento del código de buenas prácticas suscrito recientemente.

Las cadenas generan más del 50% de los ingresos de la entidad

Otra vertiente del negocio incluye a músicos de renombre, cuyas composiciones pertenecen a conocidos artistas. Aunque el proceso es el mismo, la calidad del resultado es radicalmente distinta. Ayer, preguntado por la cuestión, Javier Limón, habitual compositor de ese tipo de espacios, insistió en diferenciar entre ambos formatos y se congratuló de la campaña iniciada. “Hay que mantener las diferencias entre un autor reconocido y el que se está aprovechando de que un compositor necesite dinero para coger parte de su 50%. Forma parte de la legalidad de los acuerdos entre televisiones y la SGAE”, sostiene Limón.

La sociedad de autores abrirá “un número limitado de expedientes disciplinarios” a los socios en cuyas últimas recaudaciones se hayan detectado “indicios de irregularidades”. Además, pretende presentar una propuesta de “cambios en el reparto de televisión respecto a la valoración de la llamada ‘ejecución humana secundaria”. Es decir, esos instrumentistas que “de forma inaudible se adivinan en los magazines televisivos y los espacios de azar de las madrugadas”.

En una carta, Reixa denuncia el empleo de intermediarios y testaferros

Todo lo cual puede generar la primera gran guerra del mandato de Reixa. En su comunicado prevé una reacción virulenta de algún sector de socios. “La avaricia y ambición ilimitada de unos pocos tratarán de menoscabar y tensionar la unidad de todas y todos con múltiples maniobras. Invoco la dignidad autoral, generosidad y sentido común de toda la SGAE para superar con éxito esta fase”. La reacción no ha tardado en llegar y procede incluso de miembros de la Junta como José Miguel Sastrón, quien fue rival de Reixa en las últimas elecciones. “Estoy francamente sorprendido de este comunicado del que me he enterado a través del correo siendo vicepresidente del colegio de pequeño derecho \[el de los músicos\]. Además, sorprendidísimo de sus afirmaciones y del desconocimiento que conllevan, comparando esto con los tupamaros \[grupo de socios que cobraba en los setenta por música que nunca había llegado a sonar\] y cuestionando un modelo de negocio como es la televisión, el mayor generador de derechos de autor”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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