Deconstruyendo el sonido de Dorian
El grupo presenta su nuevo álbum, en el que abandona el pop electrónico
“Mazzy Star y Pentangle son bandas que escuchamos desde hace muchos años”. Quien afirma esto es el cantante de uno de los grupos de pop electrónico que más se ha prodigado en los festivales españoles de los últimos años. Dorian no ha hecho un disco de dream pop —como Mazzy Star— ni de folk británico —como Pentangle—. Nada más lejos. Pero en su cuarto álbum, La velocidad del vacío,ha abierto su paleta.
“Dorian es un grupo que tiene capacidad de evolución, inquieto, que escucha mucha música diferente”, comenta sobre su banda el cantante Marc Gili. “Con este nuevo disco es muy difícil encasillar a Dorian en la etiqueta de pop electrónico”. Esa faceta, en la que entran himnos generacionales como Cualquier otra parte, era la que estaba presente en cualquier club o festival indie. Ahora se han encargado de buscar un leve giro en su sonido, con una sección rítmica más contundente.
En nuestra música siempre habrá desasosiego, no nos gusta esta sociedad”
“Queríamos salir de nuestra zona de confort. Es algo muy sano para las bandas, aunque a veces cueste salir de las fronteras que tú mismo te has impuesto”, explica Belly Hernández, encargada de los teclados y sintetizadores de la banda. Tras meses trabajando con las canciones en Barcelona, acabaron en un estudio de grabación en México. Ellos afirman que lo que han hecho ha sido “jugar con la música”. “No nos dejamos encarcelar por cómo se supone que se tienen que hacer las cosas o quiénes se supone que tenemos que ser. El arte tiene un componente de juego y si te lo saltas te convierte en un funcionario”, comenta Marc Gili.
Gran parte de la culpa la tiene Phil Vinall, productor originario de la edad dorada del brit pop y responsable del sonido de obras clásicas de grupos como Elastica, Placebo o The Auteurs. En su estudio mexicano, Vinall le dio la vuelta a las canciones del grupo. Casi de forma literal. “El primer día de grabación nos dijo: ‘Ya habéis montado la batería, ¿no? Pues ahora la vamos a desmontar”, recuerda Gili. Días después se encontraban en un desguace de la capital buscando piezas metálicas para improvisar la percusión. “Cogió el bombo de la batería, lo elevó por encima de la cabeza de Ramón Aragall [percusionista del grupo] para que la tocara con una maza y en lugar del bombo puso una maleta vacía”, explica Gili. Este sonido más compacto y orgánico está presente en canciones como En horas bajas o Tristeza.
El productor Phil Vinall, responsable del giro, puso como bombo una maleta vacía
“Phil es un productor artístico. Busca la magia en lugar de cosas que estén perfectas”, recuerda Belly Hernández. “De él hemos aprendido que si una cosa tiene magia y un sentimiento especial, aunque no sea perfecta, tienes que quedártela. Aunque el sonido de la guitarra o la voz no esté en su sitio”, afirma Gili.
Que nadie se espere que los nuevos Dorian sean irreconocibles. Sus canciones mantienen un poso de desánimo muy acorde con los tiempos que corren. Gili lo corrobora: “En la música de Dorian siempre habrá un componente de desasosiego, porque no nos gusta cómo está ordenada la sociedad. Por eso muchas de nuestras canciones hablan de vivir en las grietas del muro. Tal vez no puedas cambiar el mundo, pero sí puedes cambiar tu mundo”.
Su disco anterior, La ciudad subterránea, lo estuvieron presentando durante dos años y medio: dieron 150 conciertos y llamaron a las puertas del circuito latinoamericano. Ahora el proceso vuelve a comenzar: vuelven a México de gira esta semana. Después, más conciertos en España y, quién sabe, otros cambios: “En el riesgo siempre cabe la posibilidad del fracaso”, advierte el cantante. “Pero si no arriesgas te puede pasar algo mucho peor, y es el aburrimiento de uno mismo”.
Babelia
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