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Raúl Guerra: “Siempre me pareció que ante la violencia el neutral es un cómplice”

El nuevo libro de Raúl Guerra Garrido mezcla la novela con el ensayo 'La estrategia del outsider o la vuelta al mundo de Naraya Sola' habla de los contestatarios

El escritor en Bilbao en el año 2003.
El escritor en Bilbao en el año 2003.Santos Cirilo

El día que nació su octavo nieto, el abuelo Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935), presenció un pequeño diálogo tan inocente como revelador. Estaban el primo y el hermano recibiendo al nuevo miembro de familia con eufóricas frases (“bienvenido a Madrid”, dijo uno,  pero enseguida corrigió el otro: “no, bienvenido a la Tierra”) y, al oírlas, una cita de Sartre retumbó en la mente del escritor de corta y blanca barba: “¿Venimos de la nada o por el contrario el hombre es el ser a través del cual la nada vino al mundo?”. Entonces decidió hacer un libro que mezclara la novela con el ensayo y la obra de teatro con las memorias, para contar cómo es el paso por este mundo de aquellos que siempre están (o se sienten) “fuera de lugar.”

La obra se llama La estrategia del outsider o la vuelta al mundo de Naraya Sola (Alianza) y sus páginas reflexionan acerca de “el hombre que elige cómo vivir en vez de tomar la vida como viene, y en la elección se define como rebelde.” El autor se refiere a los raros, extravagantes, marginales, contestatarios, singulares. Genios, asesinos, emigrantes o viejos, por ejemplo. Pero en medio, cómo no, hay una historia de amor protagonizada por Naraya, una brillante bióloga que se gana la vida como stripper, y Ausencio, un ingeniero naval que aspira a ser poeta.

Guerra Garrido estudió Farmacia (y ha ejercido la carrera y se doctoró y hasta lo nombraron “Farmacéutico del Año” en 2001), pero comenzó a escribir desde finales de los años 60 del siglo pasado, cuando se fue a vivir al País Vasco (donde sufrió la presión etarra). Con la historia de un industrial vasco secuestrado que pasa sus días de encierro leyendo un resumen de El Capital, le dieron en 1976 el Premio Nadal. Abordó el tema del terrorismo en España en otras novelas, como La carta, basada en la extorsión a un empresario, o La costumbre de morir, sobre la venganza del hijo de un guardia civil asesinado por ETA. Ha cultivado la narrativa con obsesión por la estructura. Hasta ahora, en realidad, porque en La estrategia… se limitó a dejar “fluir un río de pensamientos.”

Pregunta. ¿En qué momento la obra de teatro se convirtió en novela?

Respuesta. En cuanto todo acto público, del cóctel al mitin, se hizo pura escenificación. Y como me encantan los diálogos...

P. ¿De dónde salió la insólita Naraya?

R. De añorar una versión loca del "eterno femenino": ella indemne al paso de los años y él derrumbándose con la edad. Con una mujer tan desgarrada y vital la experiencia merecía la pena.

P. ¿Qué es la farsa social?

R. Pasar gato por liebre, el toreo de salón y confundir el salir en la tele con ser alguien por salir en la tele.

P. ¿Usted se siente un outsider? ¿Por decisión propia o porque lo orillaron a serlo?

R. No se elige el ser un desplazado, se adquiere esa cualidad cuando antepones tu dignidad a tu interés. Ningún colectivo te admite si te reservas el derecho a la disidencia, a la crítica o a seguir siendo tu mismo.

P. ¿Cuáles son los outsiders de nuestra época?

R. Además de quienes no ceden solícitos a la disciplina, de forma involuntaria son dramáticamente desplazados en nuestra sociedad los inmigrantes y los viejos.

P. “Los años te condenan a ser sincero, lúcido e incomprensible”, dice en su libro. ¿Así se siente usted?

R. Sí, además de inquieto en mi forcejeo con una nueva novela que ojalá resulte inquietante.

P. ¿Y por qué incluye a los viejos entre los outsider?

R. Porque un viejo lo es. Sin duda alguna. Y además de desplazado, si el viejo quiere aparentar ser joven, es un gilipollas.

P. ¿Cuál es el precio que debe pagarse por ser un outsider?

R. El ninguneo sistemático. La recompensa es poderte mirar a los ojos cuando te afeitas.

P. ¿Con qué se ha armado para narrar la violencia en varios de sus libros?

R. Con la dignidad, supongo. Siempre me pareció que ante la violencia el neutral es un cómplice.

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