La coleccionista de soledades
Alicia Aza muestra en el Museo Lázaro Galdiano su recopilación de obras inspiradas en el sufrimiento de la mujer
Alicia Aza (Madrid, 1966), abogada de profesión y notable poeta (El viaje del invierno, El libro de los árboles), recuerda que su primera aproximación al arte vino de la mano de sus padres. En lugar de excéntricos y costosos objetos, recurrían a la pintura, pequeños paisajes en general, para obsequiar a su hija en los cumpleaños o fiestas navideñas. Pero fue a partir de un viaje realizado en 2005 al MUSAC cuando se despertó su pasión coleccionista. La colección permanente del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, sobresaliente en vídeo y fotografía hizo que se decantara por estos soportes y por obras que estuvieran relacionadas con temas que preocupan a las mujeres: maternidad, soledad, incomunicación, conciliación laboral...
Desde entonces hasta ahora, Alicia Aza, poco a poco, ha reunido más de 150 piezas de artistas emergentes nacionales e internacionales. Una importante selección de estas piezas (diez fotografías, siete vídeos y una pintura) se muestran a partir de mañana en edificio de la España Moderna dentro de la Fundación Lázaro Galdiano. La exposición, comisariada por María Antonia de Castro, forma parte de la segunda edición del Festival Mirada de Mujeres.
Una imagen en color de Aino Kannisto, Mujer reclinada (1999), muestra a una mujer tumbada en la cama, con los ojos tapados con un pañuelo blanco intentando disfrutar de un momento de descanso. La obra, que habitualmente adorna el dormitorio de la coleccionista, sirve de arranque para el recorrido por la exposición y es el comienzo también de un complejo retrato de problemas específicamente femeninos:el humor (Erwin Wurm), la reflexión (Sophie Whetnall, Kiki Smith), la incertidumbre (Erwin Olaf), la denuncia (Cecilia del Val), la elevación del espíritu (Manu Arregui), la calma (Diana Larrea), la ensoñación (Amparo Sard), la placidez (Rosangela Renno), el hartazgo (Richard Billingham, Aino Kannisto), la compenetración (Miguel Aguirre), la incomunicación (Kaoru Katayama), el desafío (Ixone Sádaba), la melancolía (Elke Boom) o la inseguridad (Francesca Woodman).
Es una singular colección en un mundo en el que, según datos aportados por la comisaria, solo el 13% de los coleccionistas son mujeres, el 40% son hombres y el resto, instituciones.
Aza explica que el decantarse por un tema tan específico como las obras inspiradas en las mujeres, fue un reto personal. Convencida de que “lo femenino” no es un asunto que acapare el interés general de los coleccionistas, se sintió rápidamente implicada como mujer y como coleccionista.
Asegura que no tiene asesor de compras ni un presupuesto fijo para adquisiciones. Se impone una regla de oro: jamás endeudarse y a partir de ahí, se queda con todo lo que le despierta emociones. Una de las partes que más valora es el trato con los artistas. “Me importa el tema, no el sexo del autor ni la fama alcanzada. Busco en galerías, en museos y, sobre todo, me gusta conocer los estudios de los artistas, dialogar con ellos. Después, si puedo, me llevo la pieza”.
¿Por qué vídeo y fotografía’. “Mi cultura es muy cinematográfica”, responde. “La fotografía me apasiona y el vídeo tiene la ventaja de que lo puedes contemplar a solas en tu casa una y otra vez. disfrutar de las imágenes, del sonido, como si fuera algo hecho expresamente para ti. Es una sensación insuperable”.
Esta es la primera vez que la colección de Aza se muestra en un museo: “Hace unos años, se expuso parte en una galería, pero el museo de un gran coleccionista como fue Lázaro Galdiano me parece el espacio perfecto para mostrar mi colección de soledades”.
Babelia
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