El futuro del jazz no pierde de vista el pasado
El pianista Jason Moran invoca en su gira española la memoria de sus maestros
Aquella noche, Jason Moran (Houston, 1975) tuvo un sueño extraño. Estaba tocando un piano de pared en un destartalado garito del viejo Harlem mientras, a su lado, Fats Waller le sonreía con gesto de aprobación: “Amo su música, siempre la he amado. Es algo que intento inculcar a mis alumnos: hay que conocer a quienes nos precedieron. Tienen que entender que, si a ellos les gusta cómo toco, es porque me gusta Fats Waller”. Moran, en quien muchos aficionados tienen depositadas sus esperanzas de futuro para el jazz, estará esta noche tocando su música, y la de su ilustre antecesor, en Madrid; mañana en A Coruña; y el 24 en Barcelona, dentro de la programación Jazz in Blue.
En el mundo siempre cambiante de Moran, el nombre de Fats Waller parece haber introducido un punto de inflexión desde que, en 2011, fue invitado a interpretar su música en un club de Harlem con la cantante Meshell N’degeocello: “Tenía ante mí un auditorio sin sillas ni mesas, estaba desconcertado, nunca había tocado para bailar… ¡y me gustó! Hay una energía que viene de los que están bailando y te sacude del asiento… hemos olvidado que el jazz solía ser una música para bailar. Quizá sea el momento de replantearse algunas cosas…”.
La tradición no es algo ajeno a quien se ha especializado en rescatar del olvido a muchos de los héroes olvidados del género: “La tradición es todo cuanto soy como artista, pero hay que saber cómo reorganizar la información, empezando porque en el pasado, cada cual tiraba por su lado y no se tomaban demasiado en serio a sí mismos. Entiendo la tradición como algo vivo que cambia de significado a cada generación. No me interesa reproducir lo que otros han tocado antes que yo como un objeto de museo, más bien es como si arrojara las distintas tradiciones sobre una pared en blanco convertidas en rayos de luz y, a partir de la mezcla, elaborase mi propia pintura”.
En 2010, Moran editó Ten, en el que rinde tributo a los pianistas Jaki Byard, Andrew Hill y Thelonious Monk, su primer maestro. “En los ochenta me pasaba el día escuchando hip hop y su música. Para mí, no había nada de raro en ello. Escuchaba a Monk en las armonías del hip hop. Más tarde Wu-Tang Clan le samplearon y a todo el mundo le pareció la cosa más normal del mundo”.
El pianista estará acompañado estos días por Tarus Mateen, al contrabajo, y Nasheet Waits, a la batería. Desde hace 13 años, no pisa un escenario si no es con quienes considera sus dos “hermanos mayores”. “No conozco muchos grupos en la historia del jazz que hayan permanecido tanto tiempo juntos, aparte del Modern Jazz Quartet. Puedes alcanzar un grado de complejidad que sería imposible cambiando de instrumentista cada dos días. Además, con Nasheet y Tarus siempre ocurre algo nuevo. Ellos son la razón por la que estoy donde estoy, porque están tan locos como yo. Es un constante partir de cero. Nos juntamos y, al punto, estamos echando humo por las orejas. Somos libres más allá de las tradiciones o los lugares comunes”.
Desde hace algunos años, Jason Moran ocupa el cotizado puesto de pianista en el cuarteto del saxofonista Charles Lloyd. Fruto de esa relación es el disco que acaba de ver la luz, Hagar’s song, en el que interpretan una cuidada selección de standards sin acompañamiento de ningún tipo. “El disco es el final de una larga conversación que venimos manteniendo desde hace algunos años. Es algo muy especial, como si me abriera la puerta y me dijera: ‘puedes entrar e ir adonde más te apetezca’. A veces, sentía que estaba subiendo por una colina, otras le seguía en dirección al bosque… es maravilloso que, por fin, se hayan atrevido a publicarlo”.
Babelia
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