La inconsciencia revela a un joven gran actor
Kike Guaza sorprende en ‘Absolutamente comprometidos’, obra dirigida por Miguel Pittier
“Fui algo ciego e inconsciente, luego me di cuenta de la envergadura de la obra y ya era tarde para echarme atrás, porque había dicho que sí, seguramente porque no puedo estar parado, llego a sentirme mal”. Gracias a ese acto de inconsciencia al aceptar lo más difícil que le habían propuesto, Kike Guaza se ha convertido de la noche a la mañana en un sólido actor, aunque ya había participado en montajes, salas emergentes, series televisivas, películas y grupos de música, ahora se ha revelado su gran potencial.
Este madrileño que ronda los treinta años, se ha formado con Cristina Rota y Fernando Piernas, pero nunca se había lanzado a un abismo como en Absolutamente comprometidos, obra de perfecta carpintería teatral, con puesta en escena del argentino Miguel Pittier y producción de Imanol Arias, que se representa en una pequeña sala madrileña, Teatro del Arte, de cuidadísima y exquisita programación.
La obra, estrenada en 1999 en Nueva York, nace del actor Mark Setlock que ideó unos personajes atrabiliarios y neuróticos, y su mujer, la escritora Becky Mode, los envolvió de una brillante dramaturgia en esta comedia, que también transita por el drama, la intriga y la ternura. "Es un perfectísimo mecanismo de reloj en el que todas y cada una de las cosas pasan por algo", dice Guaza, que no oculta su rabia porque algunas versiones de este montaje se centran en la vis cómica del actor, "sin darse cuenta de que es una gran obra de teatro en tres actos".
Eso es lo que diferencia esta pieza de los manidos monólogos que engarzan sketchs y chistes con mejor o peor acierto. Aquí hay un personaje que se desarrolla, crece, evoluciona… y Guaza hace toda una exhibición de hasta dónde es capaz de llegar. "Esto no puede ser una virguería para mostrar los recursos de un actor, tiene que contar algo, si no la gente no entra", asegura el joven.
Para ejemplificar la dificultad que entraña, sólo hay que señalar que la mayoría de los actores que la han estrenado en México y en Estados Unidos usan pinganillo. Guaza no, aunque tiene guardado algún recurso al que echar mano en caso de dificultad. Pero ni con eso se sentía seguro antes del estreno: "Estaba acojonado".
Hasta que dio el sí, le ofrecieron la obra a varios actores, algunos importantes, que rechazaron meterse en ese jardín: "No me extraña, porque da cangue, yo no tenía otra cosa y lo cogí, además la función me gustó mucho, me identifico doblemente con el personaje…, siempre he sido ese que llama a los amigos y hace voces raras". Su personaje es el de un actor en paro que trabaja en un restaurante (ocurre mucho) donde atiende las llamadas de la exquisita clientela. El otro trabajo de Guaza es dar clases de inglés a niños, gracias a su bilingüismo y su formación en Londres y Estados Unidos.
Ahora lo importante es que este actor lleno de recursos dirija su carrera hacia el prestigio. Porque lo de la escena es como la alimentación. Existe la comida basura, para estómagos zampones. Hay teatro verborréico de trazo grueso para pasar el rato. ¡Pero donde esté la comida bien cocinada y el teatro cuidadosamente representado!
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