Villanos


La asociación de periodistas extranjeros entrega los Globos de Oro. Los votantes no llegan a 90 personas y cuentan que este año se encontraron en su sede restos de comida en cartones que proclamaban que los productos italianos eran cortesía de Harvey Weinstein, según publicaron medios locales para goce de maledicentes. Antesala de los Oscar, se nutren además del negocio televisivo. Lo curioso es que tanto la ganadora, Argo, como Zero Dark Thirty, retitulada en nuestro país como La noche más oscura, en abierto homenaje a San Juan de la Cruz, se inspiran en actuaciones de los servicios secretos norteamericanos contra enemigos islámicos. Después de años sin villano favorito tras la caída del telón de acero, el integrismo es un incontestable y rentable antagonista.
La película de Kathryn Bigelow ejecuta el ritual cotidiano de recrear un hecho relevante hasta generar un relato tan incontestable como el vídeo del asesinato de Kennedy o, en nuestro caso, el del 23-F. En la película posee más fuerza narrativa el asalto a la casa de Bin Laden que todo el proceso para dar con él, pese a la intensidad que pone Jessica Chastain a su no-personaje. El esfuerzo por dejar libre de sospecha a la administración Obama en la polémica sobre el uso de la tortura, ha logrado que los comentarios progresistas sean favorables a la cinta. Los españoles podemos indignarnos otro rato con la perversa forma de combatir el mal que eligieron Bush y sus jefes de inteligencia; por suerte, la película no nos recuerda que algunos aviones de la tortura repostaron felices en nuestros aeropuertos.
Los discursos de agradecimiento fueron poco nutritivos, hasta que Jodie Foster se empeñó en recordar que existe una cosa rara y valiosa que ojalá se preserve en un mundo del espectáculo tan pasteurizado: la personalidad. En el apartado televisivo, ya habíamos elogiado durante el año a Girls, Game Change o Homeland, un sí convincente acercamiento a las sombras del enemigo integrista. Puede que la plana satisfacción occidental por el asesinato de Bin Laden suene ridícula a quien ve cómo la franquicia que creó para sus atentados universales pugna ahora por quedarse con países enteros. La realidad salta las costuras de la ficción pese al empeño de sus costureros.
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