A la salvación por el claqué
El filme de Whit Stillman hace bandera de la aparente paradoja de conjugar comportamientos retro en un paisaje contemporáneo de colores pastel
Cuenta Whit Stillman que, allá por 1973, cuando pasó una temporada en Harvard después de su graduación, se encontró con un entorno académico imantado por el recuerdo de un grupo de chicas que había desactivado la apatía depresiva del lugar, a través de un codificado comportamiento dandi y un desbordado sentido lúdico. Damiselas en apuros, regreso a la dirección tras trece años de silencio —el último trabajo de Stillman tras las cámaras fue The Last Days of Disco (1998)—, se plantea, así, como un fantaseo, una ensoñación petimetre alrededor de ese huracán esquivo que lo transformó todo para bien. Desde su mismo título —que apela a una situación arquetípica del cine de los orígenes (en particular, al primigenio folletín cinematográfico) y al título original de Señorita en desgracia (1937) de George Stevens, una película de Fred Astaire con la colaboración de P.G. Wodehouse en el guión—, Damiselas en apuros hace bandera de la aparente paradoja de conjugar comportamientos arrogantemente retro en un paisaje contemporáneo de colores pastel, con estratégicas zonas de difuminado en diversos puntos del plano.
DAMISELAS EN APUROS
Dirección: Whit Stillman.
Intérpretes: Greta Gerwig, Adam Brody, Analeigh Tipton, Carrie MacLemore, Megalyn Echikinwoke, Ryan Metcalf, Jermaine Crawford.
Género: Comedia. Estados Unidos, 2011.
Duración: 99 minutos.
Stillman habla del dandismo como estrategia de resistencia, de una trinchera fuera del tiempo habitada por un grupo de chicas que decide imponer sus dinámicas redentoras en una universidad imaginaria amenazada (es un decir) por los nubarrones del suicidio por amor: un club de excéntricas hadas madrinas, dispuestas a cuestionar las zonas de exclusión del campus. A partir de la novela Puro fuego: confesiones de una banda de chicas de Joyce Carol Oates —ya llevada al cine por Annette Haywood-Carter bajo el título de Jóvenes incomprendidas (1996)—, Laurent Cantet se acerca a un tema similar en su reciente Foxfire: una lucha contra el acoso patriarcal a pie de aula como esbozo de un activismo proto-feminista. Pero las miradas de Stillman y Cantet sobre el asunto no pueden ser más opuestas.
Damiselas en apuros lleva la excentricidad grabada en su ADN, en su tono —que se sitúa en una irónica equidistancia entre la empatía con sus personajes y su fina, estilizada caricatura— y en esa libertad expresiva que acaba disgregando el relato en un musical donde el claqué funciona como camino de perfección. Este combate entre perfumes femeninos y olores corporales masculinos, donde el cineasta encuentra en las alusiones a los cátaros un elegante, casi post-lubitschiano eufemismo para hablar de sexo anal, cristaliza en una película sorprendente, capaz de desarticular toda idea recibida sobre un género —la comedia universitaria— y un cineasta que aquí parece liberarse incluso de sí mismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.