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El poderoso y precoz Van Dyck

El Prado exhibe un centenar de obras realizadas en los primeros cinco años de su carrera

Con poco más de 15 años, Antonio van Dyck (Amberes, 1599 - Londres, 1641) realizó su primer autorretrato. Se ve a un chaval con melena rizada y pelirroja que rodea un rostro sonrosado y mofletudo en el que lo que más destaca son sus ojos vivos y brillantes. La mirada es un desafío al mundo que le contempla. El cuadro es una de las nada menos que 160 obras que el artista realizó en solo cinco años, todo un récord para un tiempo en el que pocos artistas contemporáneos suyos (Velázquez nació el mismo año) sobrepasaron el centenar. Ese autorretrato sirve de arranque de la exposición El Joven van Dyck que el museo del Prado abre al público el próximo martes con casi un centenar de obras realizadas entre 1615 y 1621, año en el que el maestro flamenco se traslada a vivir a Italia.

La exposición desvela el periodo de formación y arranque del genio del artista. Por primera vez, se puede ver la influencia de Rubens, su principal maestro en su obra y se muestra cómo ambos colaboraron o cuando van Dyck ejecutaba a las órdenes de su maestro o se enfrentaba frontalmente a sus enseñanzas.

Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca del Prado, y Friso Lammertse, Conservador del Boijmans van Beuningen de Rotterdam son los coautores de esta exposición. Ambos han investigado conjuntamente un periodo del que El Prado posee cinco obras maestras adquiridas por Felipe IV en la venta de los bienes de Rubens. Ambos han realizado una meticulosa revisión de esa primera etapa creativa y coinciden en afirmar que van Dyck es uno de los grandes genios que absorbe las enseñanzas de sus maestros para aprender el oficio, pero que pone una barrera de acero para no ser influido.

Friso Lammertse ha elaborado un apunte personal del artista en el que se avanzan las claves de su férrea personalidad. De entrada, advierte que la obra sigue siendo difícil de catalogar porque no siempre firmaba y pocas veces databa. Lo que si se sabe es que Antonio Van Dyck fue un niño prodigio en el dominio del arte de la pintura: “Con 15 años era un genio, con 18 era un artista relamido de puro perfecto”, resume. Nació en una familia de alto nivel económico, su padre era vendedor de sedas y su madre una virtuosa bordadora. El bienestar familiar termina cuando Van Dyck tiene solo años. Su madre muere y su padre se arruina. El matrimonio tenía entonces ocho hijos de edades comprendidas entre los 16 y un año. El pequeño Van Dyck se niega a ir al colegio y se refugia en el dibujo de una manera tan férrea que el padre le busca un maestro. Después, ya con 13 o 14, entra en la escuela de Rubens y empieza su imparable carrera. Con 20 años tenía ya su propio taller y disponía de tres ayudantes.

Alejandro Vergara se ha ocupado de desentrañar el estilo único del artista, esbozado ya en estas obras de juventud, obras maestras indiscutibles que han pasado a la historia al margen de la edad que tuviera el pintor en el momento de ejecutarlas. “Desde sus comienzos luchó por definir su estilo y lo consiguió”, explica. “Las grusas pinceladas del principio son después un alarde de delicadeza, pero su esencia, su estilo existe desde el momento en el que se enfrenta al cuadro”. Pese a crecer a la sombra de Rubens, Vergara recuerda que su desbordante personalidad está presente en como San Jerónimo en el desierto o El Prendimiento, propiedad esta última del museo del Prado.

Miguel Zugaza, director de la pinacoteca recuerda que esta exposición culmina una larga serie de muestras dedicadas a artistas que tienen un núcleo esencial en el Prado. Comenzaron hace diez años con Vermeer de protagonista y que ha seguido con Ribera, Rafael y ahora concluye con van Dyck. Patrocinada por el BBVA, la exposición, incorpora una valiosa pieza a la oferta de grandes ofertas artísticas que actualmente ofrece Madrid. “Y tenemos la melancólica certeza” concluye Zugaza “de que pese a los tiempos que corren, el museo seguirá fiel a su principio original de difundir el arte”.

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