Culto al cine de culto
El libro 'Neoculto' repasa todas caras de una etiqueta clandestina durante décadas y que hoy se ha convertido en un arma de promoción de Hollywood
¿Puede haber un "libro definitivo sobre el cine de culto"? Suena a imposible, porque cada día se estrena alguna película que entra en ese calificativo, pero ese subtítulo en el libro Neoculto (Calamar ediciones), publicación coordinada por Ángel Sala y Desirée de Fez, director del festival de Sitges, y crítica de pro, respectivamente, forma parte del juego que se propone desde sus páginas: es un guiño que rápidamente se contradice con decenas de listas pedidas a cineastas, periodistas y críticos, listas que el lector puede amar u odiar. Más abierto, imposible.
Desde el prólogo, Jordi Costa aclara qué puede calificarse como película de culto y cuándo nace esa etiqueta. "A finales de los 70, las miradas cinéfilas atentas a la disfuncionalidad rastrearon en el pasado para encontrar intuiciones de esas emociones extremas que uno encontraba en las sesiones de madrugada de los cines que dieron forma al fenómeno: tempranas disidencias del gusto mayoritario, primitivas afinidades con la sensibilidad contracultural surgidas antes de que el cine fuese un territorio regulado por la moral o las buenas costumbres; o flores raras surgidas en esas zonas de sombra de la serie B donde nadie ejercía la vigilancia con demasiado celo". El mismo Costa aclara que calificar a una película como de culto "es una calificación profundamente emocional, que cada espectador tiene sus propias cult movies, que cada uno subraya las notas al pie que quiere".
Cada capítulo del libro esté escrito por distintos autores que se centran en distintos aspectos de las cult movies. Un buen ejemplo es el de Jordi Batlle Caminal dedicado al aparato que más ayudado a expandir el término: el VHS. La cinta de vídeo propagó el cine más extraño por todo el mundo. En otro libro referencial, Mutaciones del cine contemporáneo, Adrian Martin ya decía: "La nueva cinefilia realmente comienza con la era del vídeo en casa. La implantación del vídeo alteró por completo el carácter de la cultura cinematográfica en todo el mundo. De repente, había en todas partes especialistas autodidactas en áreas anteriormente elitistas como el cine B". Desirée de Fez indaga en los directores referenciales a autores como Quentin Tarantino o películas como Drive, de Nicolas Winding Refn, gente que ha absorbido todas las obras previas de culto para hacer mainstream, aunque como dice Jordi Costa, "resulta tremendamente problemático englobar todo el cine de Tarantino dentro de la categoría del cine de culto, porque nace en el seno de la industria y cuenta con un excedente de visibilidad que neutraliza la esencia del concepto".
El resto de los capítulos repasa de forma amena diversos fenómenos. Por ejemplo, la devaluación de la etiqueta de culto cuando se democratiza ese cine, cuando la serie B se convierte en el motor principal de la taquilla de Hollywood (pro culpa o gracias a Spielberg y Lucas, que se cepillan a la generación del Nuevo Hollywood), cuando los departamentos de promoción de los estudios convierten lo culto en un término publicitario... También hay radiografías geográficas, como toda la oleada de cine asiático, e incide en el cine español con las visiones de Diego López y Ángel Sala (que riza el rizo de las películas españolas de culto más atípicas, o lo que es lo mismo, de culto dentro del culto). Por supuesto, y antes de las listas finales (que llevan al lector desde El trío fantástico, de 1925, a Diamond flash, de 2011), se desgrana la televisión y la animación de culto, la influencia de los festivales de cine en esta etiqueta y las nuevas formas de ver cine. Definitivamente, si no es el volumen más completo, Neoculto está bien cerca de ello.
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