El arte de la derrota
Con 'Perder la forma humana', el Reina Sofía presenta un muestrario de lo que fue la creación durante la década de los 80 en América Latina
“Compañeros. No pongo la otra mejilla, pongo el culo. El marxismo expulsó a los maricas. El fútbol es un campo de homosexualidad encubierta”. Son palabras de un manifiesto sonoro que se escucha empastado con la Internacional y forma parte de la pieza ““Hablo por mi diferencia”, del artista chileno Pedro Lemebel. Una gran fotografía en blanco y negro con la hoz y el martillo tatuado en el rostro completa la obra con la que arranca “Perder la forma humana”, una exposición con la que el Reina Sofía muestra retazos de lo que fue la creación artística durante la década de los 80 en el cono sur Latinoamericano. 600 piezas conceptuales (fotografías, documentos, vídeos) sirven para contar lo ocurrido en estos países entre el golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende y el auge del Zapatismo.
Ambas fechas han sido elegidas por los comisarios, el colectivo Red Conceptualismos del Sur, porque el golpe de Estado de Pinochet supuso el final de las expectativas revolucionarias y la implantación de dictaduras y regímenes represivos en los países del cono Sur americano. Desde los márgenes de lo que se entiende por puro arte, la represión generó una forma de expresión radicalmente contracultural y que englobó los movimientos underground con la disidencia sexual, el teatro experimental o las performances poéticas.
La exposición, advierte Manuel Borja-Villel y los comisarios de la muestra, no es un catálogo exhaustivo de lo que se produjo en estos países durante la década de los ochenta. Es solo un avance del trabajo de investigación que los comisarios realizan sobre la región con aportaciones de 25 expertos. Por eso, solo de manera esporádica aparecen países como Cuba, México o Nicaragua. Advierten también que la exposición trata de un período previo a la revolución digital y que por ello se ha trabajado con material efímero. Hay una sucesión de micro relatos en los que el arte, el cuerpo y la política forman piezas únicas.
Por medio de material foto periodístico, se recuerdan los efectos de las dictaduras chilena y argentina junto a los rituales de comunidades aborígenes. Los movimientos a favor de los derechos humanos conviven con las fiestas ininterrumpidas de nudistas en las playas de Río. Imágenes de las madres de Mayo y mujeres por la Vida junto a instalaciones de colectivos como 3Nós3, Las Yeguas del Apocalipsis, Taller NN, C.A.Pa.Ta.Co o Polvo de Gallina Negra.
Son obras que hablan de la derrota y los artistas describen los efectos de la represión política. Los dibujos de cadáveres de Alejandro Montoya , los paneles que registran las fotoperformances de Elías Adasme y las fotografías en las que se denuncia la violencia extrema de los asesinados en Perú, son buena prueba de ese terrible sentimiento de pérdida.
Borja-Villel advierte de que esta no es una exposición convencional: “Son años en los que se pone un énfasis muy particular en la colectividad. No hay barreras. El dolor y la violencia son tratados a veces con ironía y con humor. Esta es una investigación inagotable que tendrá continuidad”.
Babelia
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