Talentos, corazones negros y mejores ocasiones
Trío de ases: un 'thriller', 'Las mejores ocasiones' (Jordi Casanovas, Flyhard, Barcelona); una comedia, 'Los talentos', de los argentinos Mendilaharzu y Jakob, y un monólogo a muchas voces: 'Corazón de tinieblas', de Guy Cassier (Temporada Alta)
Comienzan a agolparse los estrenos. Pro: desafío a la crisis. Contra: impepinablemente, me pierdo cosas. Repaso mi cuaderno de notas, más lleno que el carné de baile de la gran duquesa Anastasia (un suponer). En la heroica sala Flyhard (Barcelona, pero como si fuera Buenos Aires) he visto Las mejores ocasiones (Les millors ocasions, 2002), la primera obra de Jordi Casanovas. Valía la pena recuperarla. Por el texto, por la interpretación y por la puesta. Es un thriller claustrofóbico, con una premisa un tanto increíble. Dos asesinos a sueldo secuestran a un periodista televisivo que ha incomodado a un poderoso, pero, a la espera de órdenes, han de retenerlo en el lavabo de una estación. “Tarantinesca” es el primer calificativo que viene a la cabeza, por las disquisiciones casi filosóficas entre salvajada y salvajada, pero Casanovas parece beber de muchas fuentes: el joven Carrasco (Jordi Rico) y el veterano Moreno (Ramon Vila) se dirían primos hermanos de los pinterianos Gus y Ben de El montaplatos (que, cuando aparezcan estas líneas, habrán pasado por el Lliure, en las soberbias actuaciones de Toledo y Sanjuán), y de los impacientes y alucinados pistoleros de Perdidos en Brujas, del muy teatral Martin McDonagh. Podría sumar otra carambola inesperada: la ferocidad nihilista de Moreno no está lejos de la del Teach de American Buffalo, personaje que, casualidades de la vida (o no), estrenó en catalán Ramon Vila hará sus buenos veinte años. Vila, impecable de la cruz a la bola y estremecedor en el tercio final, cuando el relato vira del noir sardónico al negro antracita, es uno de esos actores de dilatadísimo historial que siempre emboca el tiro en cualquier género, y aquí ha encontrado el partner perfecto en Jordi Rico, formado con Lillo y Daulte (verdad y peligro asegurados), y al que pronto veremos en la esperada Aventura de Alfredo Sanzol. Completa (muy bien) el terceto Norbert Martínez en el rol de Alonso, el periodista que va a pasar las dos peores horas de su vida en compañía de estas bestias imprevisibles, y jugará todas las cartas a su alcance para escapar del cepo. Dirige, con mano afinadísima, Ferran Utzet, que debutó el año pasado en el circuito “comercial” con La presa, de Conor McPherson, una de las mejores funciones de la temporada. Las mejores ocasiones es otro de esos espectáculos cosidos a mano, con más tela de la que parece a simple vista, y que se merece una larga gira: temblarán después de haber reído.
‘Las mejores ocasiones’ es otro de esos espectáculos cosidos a mano, con más tela de la que parece a simple vista
Más extrañas parejas, ahora con marchamo porteño: los veinteañeros protagonistas de Los talentos, la estupenda comedia escrita y dirigida por Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, uno de los éxitos grandes de la cartelera off de Buenos Aires, que ha recalado (una sola función, lástima) en Temporada Alta. Ignacio (Julián Larquier Tellarini) y Lucas (Julián Tello) fuman en pipa, adoran a Lilian Gish, leen al Arcipreste de Hita (todavía no han descubierto al Cardenal de Retz, que sería lo suyo), ignoran modas y marcas, y pasan las noches de sábado componiendo intrincadísimos sonetos. Príncipes que todo lo aprendieron en los libros, son inteligentísimos, cultísimos y con un sentido del humor a prueba de bombas, pero rotundamente inútiles, casi aspergerianos, tan pronto salen de su burbuja: cuando tienen que relacionarse con los (y sobre todo con “las”) de afuera enmudecen, pierden pie, vuelven a la infancia. La burbuja, como suele suceder, se resquebrajará con la llegada de Denise (Carolina Martín Ferro), la cosmopolita hermana de Pedro (Pablo Sigal), que ha sido compañero de gestas sabáticas, pero anda ya con un pie en el mundo adulto. Sí, podría ser la versión bonaerense de The Big Bang Theory, de no ser porque Mendilaharzu y Jakob la imaginaron hará una década, aunque no la estrenaron hasta 2010. Las interpretaciones y la puesta son fenomenales, pero no lo son menos su tono y su mirada. Los talentos es una función muy divertida y muy triste, casi elegíaca, sobre la amistad y el fin de la adolescencia, sin un solo cliché, sin un átomo de parodia, que jamás degrada a sus personajes para calzar un chiste: son planetas que chocan porque cada uno tiene su propia órbita. Ha colocado en el universo teatral argentino a sus dos brillantes autores (y directores), que ya han estrenado comedia nueva, La edad de oro, cuyo centro neurálgico es la figura y la obra del gran Peter Hammill, el líder de Van Der Graf Generator (al que, por coincidencias astrales, han conocido en Bilbao, durante la minigira española de Los talentos: buenísima señal). Ardo en deseos de pillarla.
También he visto en Temporada Alta Duister Hart, un verdadero tour de force orquestado por Guy Cassier y ejecutado por su actor fetiche, el formidable Josse De Pauw (la respuesta belga a Michael Gambon) al que descubrimos hará un par de años en el Lliure con Mephisto for ever. La especialidad de Cassier son las traslaciones al teatro de novelas presuntamente inadaptables. Tras Mephisto, de Klaus Mann, El hombre sin atributos, de Musil, y Bajo el volcán, de Lowry (también con De Pauw), le ha tocado el turno a El corazón de las tinieblas, de Conrad, en la que De Pauw interpreta a todos los personajes, dialogando con imágenes proyectadas que parecen criaturas vivas (o fantasmas imborrables) en el escenario. No me suelen convencer las obras con filmaciones, pero en este caso el artificio exhala tanta verdad y está realizado con tal virtuosismo que muy gustosamente me envaino el prejuicio. Duister Hart, estrenada en 2011 en el Toneelhuis de Amberes en lengua flamenca (tal como se vio en Temporada Alta) y en francés (Coeur ténebreux) a los pocos meses, en el parisino Théâtre de la Ville, es una adaptación excepcional y un oratorio de propiedades altamente hipnóticas, por no decir lisérgicas: nunca como aquí se ha visto tan claro que El corazón de las tinieblas es un viaje al otro lado del espejo, y que Marlow y Kurtz son dos caras de la misma moneda.
Recomendación, al cierre: Oleanna, de Mamet, vuelve a echar humo, gracias a las flamígeras interpretaciones de Ramon Madaula y Carlota Olcina, a las órdenes de David Selvas, en el Romea.
Les millors ocasions, de Jordi Casanovas. Dirección de Ferran Utzet. Sala Flyhard. Barcelona. Hasta el 29 de octubre. www.flyhard.org/
Babelia
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