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Odisea siria con proyección final feliz

La guerra dificulta que un documental prohibido en Siria se proyecte en Córdoba

Organizar un festival de cine nunca es fácil. Seleccionar títulos, convencer a actores, directores y productores para viajar. Y lo que muchos nunca sospecharían: localizar copias de las películas y lograr que estén en el proyector el mismo día en que están programadas. Nunca es fácil. Pero a veces es casi imposible. Como le ha ocurrido al Festival de Cine Africano, que celebra su novena edición en Córdoba y que el martes proyectó, tras innumerables periplos, Vida cotidiana en un pueblo sirio, una película dirigida por Omar Amiralay hace 38 años y prohibida en Siria desde entonces. Sus vicisitudes para llegar a Córdoba han sido dignas de otra película, debido a la guerra civil que vive el país árabe.

El documental se integra en Panarábica, la nueva sección del Festival de Cine Africano. Una sección abierta a los países árabes no africanos ideada en esta edición como guiño al vínculo histórico que une a Córdoba con esa zona del mundo a través de familia Omeya. Una dinastía que, procedente de Damasco, gobernó desde Córdoba el emirato y el califato español en la Edad Media.

En representación de Siria, se incluyeron dos películas de Omar Amiralay como homenaje a una de las figuras más emblemáticas del documental árabe. Amiralay (en la imagen), quien falleció en febrero del año pasado, era el icono de cineasta rebelde y autodidacta. Organizó un cineclub en Damasco en los años sesenta y en los últimos años había montado una escuela de cine en Amán (Jordania), para promover a los jóvenes talentos del cine.

Sus obras escogidas fueron, además de Vida cotidiana en un pueblo sirio, su última película, Inundación en el país del Baas. Ambos filmes abren y cierran su carrera, con 30 años de diferencia (1974-2004). Y las dos se rodaron en la misma zona de Siria, Derel Zor, en el este al borde del Éufrates, que está siendo muy castigada por la guerra.

Con respecto a su última película, no hubo problemas para localizarla, puesto que una distribuidora francesa la haría llegar. ¿Pero cómo llevar su censurada ópera prima a Córdoba? El filme era propiedad del Instituto Nacional de Cine de Siria. Tras consultar con Casa Árabe, los organizadores del festival de Cine Africano trataron de encontrar una copia a través del festival de cine documental de Siria DoxBox, que tenía los derechos. “Sin embargo, la última edición de DoxBox se tuvo que realizar fuera del país por el caos reinante, y el director del festival, Orwa Nirabia, había sido arrestado por el régimen sirio en la frontera y era imposible hablar con él”, explica Mane Cisneros, directora del Festival de Cine Africano. Nirabia no fue liberado hasta el 15 de septiembre.

“Mientras tanto, tratamos de contactar con otros tres cineastas sirios, y con Hala Abdallah, la productora de Omar Amiralay. Ella también resultó ilocalizable. Finalmente, y de casualidad, a través de las redes sociales, logramos dar con un productor tunecino, Moncef Taleb, quien, de forma desinteresada, consiguió una copia de la película y nos la hizo llegar a Córdoba”, prosigue Cisneros. “Su argumento es que las películas de Amiralay tienen que ser vistas, sobre todo por los momentos complicados que vive Siria”.

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