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Palazuelo, viaje entre la línea recta y la escultura

Una exposición refleja la génesis y el desarrollo de la obra del artista

Una de las obras de Palazuelo que alberga la exposición.
Una de las obras de Palazuelo que alberga la exposición.

¿Qué impulsa a un pintor consolidado, que tiene más de 50 años y la carrera resuelta a lanzarse en la aventura escultórica? La pregunta constituye el embrión de Palazuelo. Línea y plano en el espacio, una exposición de tesis que permite al crítico y catedrático Javier Maderuelo explicar de qué manera Pablo Palazuelo supo trasladar el lenguaje personal de sus obras bidimensionales, a la tridimensionalidad de la escultura. La muestra, que constituye el primer proyecto de envergadura patrocinado por la Banca March en Barcelona, reúne en la Fundación Godia, hasta el 6 de enero, 93 obras (46 dibujos, 26 maquetas y 21 esculturas) que por primera vez explican la génesis y el desarrollo de la escultura sobria, rigurosa y elegante de Palazuelo.

“La correspondencia entre los dibujos y las maquetas muestra perfectamente cómo Palazuelo pasa de la línea al plano y del plano al volumen”, explicó Maderuelo. Su montaje hace que el discurso resulte meridianamente claro, ya que los dibujos de siluetas con las líneas intermitentes que marcan los pliegues necesarios para construir las formas escultóricas, encuentran inmediato contrapunto en las pequeñas maquetas de zinc y hojalata, que solo en algunas ocasiones llegaron a convertirse en esculturas de grandes dimensiones.

Maderuelo las encontró “amontonadas y manchadas por excrementos de insectos” y tras un largo trabajo de limpieza, restauración y catalogación, empezó a ponerlas en relación con los dibujos, almacenados a su vez en decenas de carpetas sin fechar e incluso sin firmar. Esto le permitió formular una tesis, que esbozó hace dos años en una primera muestra más reducida en Valencia y despliega ahora en toda su magnitud. “Palazuelo era un diseñador compulsivo, trazaba líneas a mano alzada. Al principio rehúye del color para concentrarse exclusivamente en las posibilidades de la línea, pero más adelante utiliza la pintura para transformar la línea en superficie, así como el pliegue convierte el plano en forma”, indicó Maderuelo.

Su selección incluye la primera incursión de Palazuelo en la escultura, una especie de pequeño cubo explotado con vagas referencias antropomórficas, de 1954, que denominó escultura cubista. Maeght, su galerista de París no apreció su anhelo de experimentación y su valoración tuvo que ser muy dura, porque Palazuelo tardó 13 años en retomar la escultura. Fue en 1967 con Primer brote, pero esta vez ya no se acercó desde la masa, sino desde la geometría de sus dibujos. “Sus esculturas surgen como consecuencia del reiterado trabajo de plegar y desplegar planos, expandir superficies, hacer crecer alas y buscar movimientos ascendentes”, aseguró el comisario. Maderuelo reveló la pasión de Palazuelo por la numerología, la alquimia y los temas esotéricos, que utilizaba en su búsqueda de una belleza, ajena a las normas clásicas y vinculadas a “los estratos más profundos del pensamiento”.

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