Flotats se enfrenta a ‘La verdad’ en la piel de un mentiroso compulsivo
El actor y director estrena la obra con la que da a conocer en España a Florian Zeller
“La mentira sólo es un vicio cuando hace el mal; es una virtud grandísima cuando hace el bien. Sed más virtuosos que nunca. Hay que mentir como un diablo, no tímidamente, no por un tiempo, sino con audacia y siempre”. Con esta frase de Voltaire el actor y director Josep Maria Flotats quiere hablar de La verdad, montaje que hoy estrena en el Teatro Alcázar, de Madrid (ahora dicen que hay que llamarlo Cofidis) y con el que da a conocer en España a Florian Zeller, joven novelista y dramaturgo francés cuyas novelas y obras cada vez que emergen se convierten en acontecimientos de la cultura gala.
Flotats, que está acompañado en el escenario por Kira Miró, María Adánez y Aitor Mazo, dice que La verdad, cuya versión ha realizado con Mauro Armiño, es “una comedia para reír y reírse de la mediocridad, la mezquindad y la cobardía de los demás, pero no de las propias, claro está”, señala que el prójimo es siempre más ridículo que uno mismo: “Pero también la verdad es un espejo que, al devolvernos su reflejo, molesta. En las relaciones amorosas, la mentira, como resorte consubstancial al teatro, es aquí utilizada por Florian Zeller con gran ingenio, como una fuga magníficamente construida que retoma los temas sin que por ello suene nunca a reiteración”.
Flotats ha elegido para sí mismo el personaje de marido engañador y engañado: “Se cree el más listo, y en realidad es el más tonto, se cree que engaña a los demás y en realidad ellos son los que le engañan a él, un mentiroso compulsivo que se cree sus propias mentiras y exige que los demás las encuentren lógicas, piensa que es el más guapo del corral”, dice de ese cínico dentro del cual va a vivir por las tardes una larga temporada. También señala que en la obra hay una esquizofrenia permanente: “Todo lo que ocurre provoca repetidas réplicas, frases y situaciones que son totalmente surrealistas”.
Para avalar que no se trata sólo de una comedia de enredos, cuernos y marrullerías, Flotats recuerda que tras ser estrenada en Francia se dijo que esta obra era heredera de los grandes clásicos: “A partir del permanente juego de la verdad y la mentira, de ese reiterado engaño en el amor, encontramos aromas de Marivaux, Labiche, está en esa tradición de gran teatro, que Zeller lo resuelve con técnicas nuevas, muy modernas, con un lenguaje conciso y tan corto en las frases que provoca una gran dificultad de memorización, pero es lo que proporciona esa aceleración”.
El actor y director señala que en cada una de las siete escenas que hay, el espectador piensa que está al corriente de algo, pero en cada una llega una sorpresa inesperada: “Lo que sí saben es quien es el tonto, que soy yo, y los otros tres cada vez dominan más sofisticadas mentiras, la cosa se va acelerando en un agujero negro que no sabe dónde irá a parar, el personaje no tiene un buen final, pero como es tonto y es víctima de su propia estupidez, ni se entera de que termina mal”.
Lo que está claro es que sí hay algo de locura dentro de ese teatro: “Se parte del trío, que tanto se encuentra en el teatro de convención, pero aquí se convierte en un cuarteto y, desde ese universo cerrado, nos preguntamos no sólo hasta qué punto en una pareja puede existir la transparencia, si no en las relaciones sociales, de cualquier ámbito, todo viene a ser como una reflexión en voz alta, donde observamos la imposibilidad de la verdad o la maldita mentira que está siempre por medio, sin olvidar que lo que puede ser una verdad desde mi punto de vista, para el vecino es otra cosa”.
Al menos lo que sí deja claro Flotats es que en ningún momento la obra encierra lección moral alguna: “Zeller no juzga”, dice del autor que sólo se ha atrevido esta vez con la comedia, que inicialmente nació con voluntad de que fuera una novela. “Tanto en su literatura narrativa como en su dramaturgia, siempre encontramos problemas de pareja, de madres con sus hijos, de la mujer abandonada…, es un escritor muy particular; en esta comedia que ha afrontado el tema del engaño, hay un respeto hacia la mujer poco usual, cierto que en La verdad todos mienten por igual, pero la mujer lo hace con mucha más cabeza y más lucidez”.
Zeller escribió a los 22 años su primera novela y desde entonces su narrativa y su dramaturgia está siendo permanentemente elogiada. En pocos meses La verdad se ha montado en Alemanía, en Italia, ahora en España y en los tres casos con grandes y reconocidos actores.
Flotats dice coincidir plenamente con la crítica de Le figaro que señaló que en la obra había ‘un vértigo pirandeliano, y un suspense pinteriano’. De hecho el argumento, aunque no el desarrollo, recuerda a Traición de Pinter. “Se ha dicho acerca del tratamiento de la libertad sexual en esta obra, que es próximo a Huelebeck”, apunta el actor y director, “y desde luego hay algo de vodevil, al tiempo que posee ese sentido del ritmo del suspense…, lo que queda claro es que no se puede ser impunemente doctor Jeckil y Mr. Hayd”, sostiene este profesional que reconoce que con este trabajo regresa a la comedia contemporánea de ideas, de contenido, a la que llegó con Arte, de Jasmina Reza, dándose la circunstancia de que en ambas obras son muchas las posibilidades de lectura, por lo que puede satisfacer gustos y necesidades de espectadores muy distintos. “Además es un espejo para el espectador, en él nos vemos todos reflejados; llega un momento que dices ‘¡huy, huy, huy!’ no nos vamos a reír, que están hablando de mí; lo que está claro es que con las comedias es más fácil soltar las mayores cargas de profundidad”.
En el reparto puede pensarse que hay desigualdad en las edades, ya que las treintañeras Kira Miró y María Adánez hacen de esposa y amante, respectivamente de Flotats, pero ha sido algo buscado intencionadamente: “No olvidemos que esta obra también es heredera del vodevil, con aromas de Feydeau, donde los maridos son hombres talludos con esposas jóvenes y estupendas, algo normal en este género, de ahí que Aitor Mazo también sea un hombre más maduro y guapote y no un treintañero como ellas”.
El popular actor también se muestra sensible ante los recortes y la subida del IVA que está sufriendo el teatro: “La primera consecuencia es que muchos productores dejarán de producir. Yo, como actor y director que hace este oficio por pasión, si me enamoro de un texto y quiero montarlo como lo imagino, puedo producirlo porque el anterior montaje me ha dado un dinero para poder arriesgar, pero ese IVA del 21%, mata el hipotético beneficio posible, por lo que no podré producir y sólo me podré alquilar como actor y director”. Flotats tiene claro que estamos en manos de la dictadura del mercado: “Revisemos el concepto de democracia, ¡para que ir a votar, si es el mercado el que manda y los propios políticos me dicen que están sometidos a él!”.
También afirma que como ciudadano le duele mucho que el ministro Wert diga que el cine y el teatro es un divertimento: “El teatro es provocador de reflexión colectiva, escucha y enriquecimiento, es algo vital; a todos nos ha hecho recordar aquello que Lorca dijo en el sentido de que quien creyera que el teatro era algo para pasar el tiempo es que no sabía lo que era el teatro”.
Babelia
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