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Hora de abandonar

Cuando una saga cinematográfica necesita en los primeros minutos de metraje de su nueva criatura hacer un resumen de lo acontecido en las películas que la preceden es que ha llegado el momento de abandonar

J. O.
Fotograma de 'Resident evil: la venganza'.
Fotograma de 'Resident evil: la venganza'.

Cuando una saga cinematográfica necesita en los primeros minutos de metraje de su nueva criatura hacer un resumen de lo acontecido en las películas que la preceden es que ha llegado el momento de abandonar. Sobre todo si, llegado un punto de la explicación (que el neófito, el olvidadizo, el despistado y el profesional carente de interés en el producto pueden llegar a agradecer), todo empieza a sonar reiterativo, farragoso y hasta arbitrario. Si eso ocurre en cuatro minutos de aclaración, qué no pasará en los 90 restantes. Es lo que sobreviene en Resident evil: venganza, quinta entrega de la serie inspirada en el videojuego homónimo, de nuevo con Paul W. S. Anderson al mando, que solo se salva del desastre narrativo por un triángulo de cuestiones al margen de su engranaje central: las infinitas posibilidades del croma (ya saben, esa pantalla verde sobre la que se inserta cualquier imagen creada por ordenador que pueda acompañar al personaje), una festiva utilización de las tres dimensiones, y una información puntual sobre compraventa de virus entre países para su inoculación en el Estado enemigo, comandada por una corporación que, para más inri, proporciona el producto a ambos países al mismo tiempo.

RESIDENT EVIL: VENGANZA

  • Dirección: Paul W. S. Anderson.
  • Intérpretes: Milla Jovovich, Sienna Guillory, Michelle Rodríguez, Kevin Durand, Aryana Engineer.
  • Género: acción. EE UU, 2012.
  • Duración: 96 minutos.

Lo sorprendente es que la película arranca con gran potencia visual (una vuelta de tuerca a la escena final de la cuarta entrega, vista a cámara lenta y con la acción en retroceso) y se cierra con una imagen impactante, que nos guardaremos en desvelar. El problema es que la primera secuencia, junto a los créditos, dura unos tres minutos, y el último plano, unos 20 segundos.

El resto es una nueva demostración de que el cine de acción se está convirtiendo en una simple suma de set pieces, esas secuencias de lucha o persecución, coreografiadas hasta el detalle y supuestamente espectaculares, que ejercen en el género el mismo poder que los polvos en las películas pornográficas: lo de en medio da igual, solo importan los presuntos momentos cumbre.

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Sobre la firma

J. O.
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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