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Principio y final del ‘Guernica’

Se cumplen 30 años de la llegada del cuadro de Picasso a España, Teixidor y Chávarri arrojan luz en el Hay Festival de Segovia sobre los interrogantes que persisten

Ana Marcos
De izquierda a derecha: Jaime Chávarri, Jordi Teixidor y José Manuel Gómez Bravo durante el Hay Festival de Segovia 2012.
De izquierda a derecha: Jaime Chávarri, Jordi Teixidor y José Manuel Gómez Bravo durante el Hay Festival de Segovia 2012.Daniel Mordzinski

Se cumplen 75 años desde que Picasso pintara el Guernica, y 30 desde que llegara a España, primero al Casón del Buen Retiro, después a su emplazamiento actual en el museo Reina Sofía. Ha pasado una guerra civil, una dictadura, un proceso de transición a una democracia incipiente que ve como sus cimientos se tambalean por el descuido de sus instituciones. Aún así, el cuadro del artista malagueño sigue planteando interrogantes. El pintor Jordi Teixidor y el cineasta Jaime Chávarri han tratado de solucionar algunas de estas cuestiones en un encuentro con José Manuel Gómez Bravo, director de propiedad intelectual del grupo PRISA, en la penúltima jornada del Hay Festival de Segovia.

“Es un cuadro teóricamente horroroso que no provoca pasmo estético”, ha empezado diciendo Chávarri. “Cambia el concepto pictórico de la guerra caballerosa, a partir de entonces podía relacionarse con la moral o la valentía, pero nunca desde la heroicidad anterior”. La cara visible de la obra que la República encargó para la Exposición Universal de París en 1937 interpreta desde el cubismo más ligero de Picasso el primer bombardeo contra población civil en territorio europeo. “La obra tiene que cuestionarse desde el punto de vista pictórico, no puede considerarse una pieza maestra como se entiende en la pintura debido a su finitud”, ha apostillado el pintor.

Cualquier intento pictórico posterior de estas características fue un fracaso Jordi Teixidor

El Guernica comienza y acaba en ese mural de siete metros de longitud. El aislamiento de la obra en sí misma debido al simbolismo que usó el pintor es determinante para entender su trascendencia. “Uno de los condicionantes del cuadro para que no llegue a ese estado pleno es que usa el símbolo, es decir, posee un recorrido muy exacto”, ha explicado Teixidor. “Cuando se usa la metáfora en pintura, se deja abierta la posibilidad de lectura, pero este cuadro, por el contrario, está muy concretizado, la representación del acontecimiento es tan exacta y excesiva que hace que la obra se cierre”.

La manera de la obra de representar el dolor y la irracionalidad del conflicto adquiere para Gómez Bravo un aura de nostálgica libertad que recorrió el período de la Transición española en los cuartos de una generación que veía demasiado lejos el MoMA de Nueva York, residencia temporal del Guernica. “Su poder simbólico es tal que cuando Colin Powell intervino en las Naciones Unidas durante la Guerra del Golfo, las televisiones estadounidenses censuraron la reproducción del cuadro que estaba colgada en la sala”, ha recordado el pintor. “Para mi generación, no fue tanto ese paralelismo con la libertad, sino con la sensación de confirmar un horror que sabíamos que podría volver a pasar y así fue en el Holocausto, Vietnam o ahora Alepo”, ha continuado Chávarri.

Conscientes de que el avance tecnológico provoca el mismo impacto que el cuadro en el informativo del mediodía con el horror en directo a la hora de comer, los intelectuales no desdeñan, sin embargo, uno de los últimos atributos que se le pudo conceder a un cuadro de estas características: “la eficacia política”. “Es cierto que no provocó una respuesta directa”, ha manifestado Chávarri, “pero cualquier intento pictórico posterior de estas características fue un fracaso”, ha apostillado Teixidor.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura. Forma parte del equipo de investigación de abusos en el cine. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional, además de participar en la fundación de Verne. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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