Auguste Rodin baja a los infiernos
La Academia de Bellas Artes de San Fernando expone las visiones del autor de ‘El pensador’ Se trata de 140 grabados inspirados en la obra de Dante Alighieri
Los mecenas son gente muy suya, pero necesaria. Indispensable, si lo que se pretende es que los creadores de obras de arte puedan seguir ejercitándose en sus estudios sin ser molestados por las moscas cojoneras del prosaico y mundanal ruido. Cuidado: no es que el mundo del arte esté precisamente ante unos señores cuya vocación y acción se deslicen por los caminos del puro altruismo. No. El mecenas siempre pide algo a cambio de su generosidad, que a veces es sincera y otras hipócrita. Por ejemplo, reconocimiento social. Por ejemplo, favor político. Por ejemplo, el acceso meteórico a ciertas esferas del arco social en teoría vedadas al común de los mortales, un poco como si fueran el Julien Sorel parido por Stendhal en su Rojo y negro: el acceso a un mundo que, en teoría, no nos toca.
Pongamos por caso Maurice Fenaille. Este señor, además de pionero y magnate de la industria petrolífera en la Francia de finales del XIX, fue miembro de la Academia de Bellas Artes. ¿El motivo? Su condición de coleccionista impenitente y de amigo de los artistas, entre ellos, y sobre todo, aunque no solo, Auguste Rodin.
Entre viaje y viaje a lo largo y ancho del mundo y entre invención y comercialización de lubrificantes, saxoleínas, oleonaftinas y todo tipo de aceites de petróleo (lo que le hizo rico) Fenaille fue comprando obra a Rodin, le encargó unas Bañistas para decorar la piscina interior de su mansión de Neuilly, se dedicó a entender por igual al genio y al ogro y, en el caso que nos ocupa, sufragó los gastos de lo que desde 1897 es conocido como el Album Fenaille, cuyos 139 estremecedores grabados cuelgan desde ayer y hasta el 11 de noviembre en las salas de la Calcografía Nacional, Academia de Bellas Artes de San Fernando, según se entra a la izquierda, en la exposición Figuras de sombras.
Son los popularmente conocidos como dibujos negros de Rodin, inquietante saga gráfica edificada a lo largo del tiempo por el creador de El pensador y Los burgueses de Calais. Su relación con las Pinturas negras de Goya transcurre, en el caso de esta exposición, por una doble vía: sus propias concomitancias temáticas y el hecho de que, en noviembre, los Desastres de la guerra propiedad de la Academia de Bellas Artes de San Fernando viajarán hasta Burdeos para ser expuestos en el Museo de Aquitania, que es justo de donde proceden las estampas del Album Fenaille.
El álbum fue editado en 1897 por la casa Goupil, firma pionera en las nuevas técnicas de reproducción de imágenes artísticas. Eran los balbuceos de la democratización del arte: la multiplicación y comercialización de obras de arte mediante la técnica del fotograbado, creada en 1870 por Henri Rousselon, permitió a muchos acceder a un universo que hasta entonces había sido exclusiva o fundamentalmente cosa de aristócratas y demás adinerados. Las obras ejecutadas por Rodin en el Album Fenaille encuentran su inspiración en el Infierno de Dante, y fueron creadas por el artista de forma paralela a una de sus creaciones mayores, Las puertas del Infierno, obra inacabada y colosal (seis metros de alto por cuatro de ancho) que pueden contemplarse en un lugar de honor del Museo Rodin de París, una suerte de respuesta a las Puertas del Paraíso esculpidas cuatro siglos antes en Florencia por Lorenzo Ghiberti. Las visiones de origen bíblico expresadas por Rodin resultan estremecedoras: espectros condenados al suplicio, amantes arrastrados por la tempestad, violentos acosados por centauros, herejes (Mahoma incluido) destripados, blasfemos como pasto de las llamas, ladrones convertidos en reptiles, corruptos ahogados en pez...
El visitante potencial a las salas de la Calcografía Nacional ha de saber que la exposición que verá, que solo ha visitado Tokyo, Roma y Florencia, apenas tiene precedentes en España, si nos referimos a la dimensión de Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) como dibujante: solo la muestra celebrada hace diez años en Salamanca sobre los Arrepentimientos del artista puede servir de referencia.
Pero, lo que son las cosas, puede que una exposición así acabe pasando por Madrid sin pena ni gloria. Porque no habrá vallas publicitarias que la anuncien ni en calles ni en autobuses ni en prensa. Tampoco el visitante podrá adquirir el catálogo. No lo hay. Y no lo hay porque no ha habido dinero para editarlo. Y no lo ha habido porque todos los hipotéticos patrocinadores a los que se dirigieron los responsables de la Calcografía Nacional, con su responsable Juan Bordes a la cabeza, se toparon con un innegociable “no”. “Es increíble, solo pedíamos 8.000 euros, pero hoy las entidades financieras prefieren indemnizar a sus directivos salientes que ayudar a la cultura”, lamenta Bordes.
Los mecenas son gente muy suya, etcétera, etcétera...
Arte, genio, amor, tormento
François-Auguste René Rodin (París, 1840-Meudon, 1917) es uno de los nombres capitales en la historia de la escultura. El primer moderno, como le llamaron algunos críticos, estudió con obsesión la anatomía del cuerpo humano antes de lanzarse a interpretarlo —y deformarlo— desde postulados impresionistas y poco académicos, lo que le valió la inquina inicial de parte del mundillo artístico de la época.
Sus obras fundamentales son El pensador, Los burgueses de Calais, el Monumento a Balzac, Las puertas del Infierno y El beso.
Genial y dueño de un carácter explosivo, el artista mantuvo una intensa y tormentosa relación sentimental con la también escultora Camille Claudel, que fue su pupila y a la que acabaría abandonando, siendo esta ingresada en una institución psiquiátrica. Una película, Camille Claudel, protagonizada por Gérard Depardieu e Isabelle Adjani, cuenta aquella historia.
Babelia
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