La nostalgia revolucionaria de Oliver Assayas
En 'Après mai', ambientada en los agitados años 70 franceses, el cineasta repasa la vida de los celebérrimos 'bobo' (burgueses bohemios)
Le tocaba hoy (de nuevo) en el festival de Venecia el turno al cine galo después de la interesante Superstar, de Xavier Giannoli, que se proyectó hace un par de días. Esta vez era Olivier Assayas, un director al que es conveniente seguir los pasos, el que se plantaba ante la prensa acreditada de buena mañana con su última obra Après mai. En este filme, ambientado en los agitados años 70 franceses, cuando las paredes aún olían a Mayo del 68, Assayas repasa –con inequívoca nostalgia- la vida de una amplia representación de los celebérrimos bourgeois-boheme (los bobo, contracción de esta tribu francesa cuyo significado en español presenta un matiz de clarividencias). El protagonista es Gilles (un esforzado Clement Metayer), estudiante con vocación de revolucionario, frecuenta los ambientes maoístas de la capital francesa junto con otros de sus colegas de instituto.
El padre de Gilles es un señor dedicado al mundo del cine, con mucha pasta en el bolsillo y sus amiguetes son una panda de idealistas (sin aparentes problemas de dinero a juzgar por sus viajes y sus casas) cuya intención es reventar el sistema capitalista a base de panfletos y reuniones semi-clandestinas, idealistas cuya energía es proporcional a la su franja de edad que ocupan. Pero Gilles es además un artista, o pretende serlo, que esa es la cuestión (no es gratuita la referencia al principio del metraje al gran poeta de la generación Beat, Gregory Corso, un hombre que en cierta medida recorrió un camino similar al del protagonista de Après mai) y la búsqueda de esa idea, que incluye una reflexión de la subversión a través del arte y del papel de éste en el conflicto con el sistema, es el hilo conductor de la película.
El otro núcleo del filme son las fuertes presencias femeninas que puntean la vida de Gilles, dos personalidades opuestas que en cierto modo vehiculan el pensamiento del protagonista: el tormento y el intelecto. La primera, Carole Combes, es una musa con alma de groupie y un preocupante aire de fragilidad; la segunda, Lola Crèton, es una mujer de barricada, con conciencia política y que no le hace ascos a la acción directa. El dueto, cuyo destino correrá –en cierto modo, en paralelo- son la manera de Assayas de introducir en el relato un poco de densidad ya que el marco político es tan ligero que a veces se le desmonta. En cierto modo el descuido de Assayas a la hora de incidir en la carga más ideológica del filme complementa lo volátil de las ideas de sus criaturas: de trotskistas a marxistas, de allí al maoismo, hasta abrazar después el situacionismo y las ideas libertarias. De hecho, uno tiene la impresión de si la película durará un poco más Gilles abrazaría la social-democracia como si no hubiera mañana.
El otro núcleo del filme son las fuertes presencias femeninas
Y es que Assayas quiere aplicar (o al menos es la impresión) a la película una lectura de tiempo presente: los problemas, los sueños y los delirios de aquellos jóvenes franceses a la deriva son los mismos que ahora nos ocupan. Esa impresión de que el sistema ahoga y fagocita y que sólo puede ser frenado echando mano de cierta conciencia social que choca con el escepticismo del hombre maduro. Así pues los jóvenes por estúpida y banal que sea su alternativa son los que deben luchar por ello. El problema es que uno puede estar a misa y repicando y esa fuerza que proporciona la gasolina de una idea se acaba apagando por falta de oxígeno, como si sofocaran un incendio con una gran campana de cristal. Es por eso que Après mai encaja más como una alabanza al individualismo y la búsqueda del propio camino (Gilles sonriendo en ese final de tintes cinéfilos) que a la reivindicación de una utopía que caló fuerte entre la juventud del país vecino y que se vino por donde había venido. La lucha fue caduca y fugaz, pero qué tiempos aquellos, parece decir Assayas. A principios del siglo XXI, con el estado como madre de todas las hienas, el mensaje parece meridianamente claro.
Babelia
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