Venecia rompe con la arquitectura espectáculo
La fiesta urbanística se acabó para todos La bienal recupera brillantes ejemplos de proyectos modestos
Han sido años de arquitectos estrella en la Bienal de Arquitectura de Venecia, que ayer inauguró su 13ª edición. Pero esta vez es distinto. En esta ocasión se trata de celebrar las ideas compartidas, la transversalidad, la cultura de la diferencia y la permeabilidad entre diversas disciplinas y tendencias. Así será hasta el 25 de noviembre, en la exposición comisariada por el inglés David Chipperfield. Ha apostado por desterrar de la ecuación lo aséptico y lo críptico para dejar paso a una arquitectura amable y, por qué no, comprensible también para el profano. Se trata de aprovechar la crisis para recomponer la factura entre la arquitectura-espectáculo y la sociedad que la ha padecido.
“Es el momento de pasar del ‘star system’ a lo cotidiano” David Chipperfield
“Es el momento de pasar del star system a la arquitectura de lo cotidiano, aquella que consigue cambiar y mejorar la vida de las personas", explica Chipperfield. Lo cual no significa que no haya nombres destacados como Zaha Hadid, Jean Nouvel, Norman Foster o Rafael Moneo, “the master”, el maestro, según Chipperfield. “No queremos afán de protagonismo, aunque los grandes nombres son importantes para empujar y visibilizar el trabajo de la profesión”, asegura el comisario, que bajo el lema Common ground (terreno común) ha invitado a 69 arquitectos (entre los cuales, todo sea dicho, solo hay un africano, Noero Wolff Architects, y ningún chino), que a su vez proponen proyectos que reúnen 119 profesionales de campos múltiples. Un tropel de cabezas pensantes. Algunos se han enfrentado al reto del comisario presentando propuestas originales concebidas para la Bienal, que ponen de manifiesto el terreno común que la arquitectura del futuro necesita para ser viable, útil, sostenible y eficaz.
Es el caso de Dialogue Arquitecture, la instalación del madrileño Juan Herreros, uno de los arquitectos españoles invitados por Chipperfield, que despliega su territorio creativo a través de maquetas, dibujos y unos diagramas, que evidencian la cantidad de personas y entidades que participan en proyectos como la estación del AVE de Santiago de Compostela, la casa del galerista Pepe Cobo o el Museo Munch de Oslo, que se encuentra inmerso en un intenso debate, “otro ejemplo de la cantidad de personas y energías que intervienen e interactúan con la arquitectura”. “Lo más importante es crear un equipo idóneo para cada trabajo, de ahí el friso con los nombres de las personas que han sido necesarias para la construcción de mi territorio común”, explica Herreros.
El estudio de Rem Koolhas reivindica obras realizadas por autores anónimos
Para Alberto Campo Baeza, otro de los españoles presentes en la muestra, el terreno común de la arquitectura es la memoria. Una idea que explora a través de una serie de casas, diseñadas por maestros del pasado y el presente, que ya se han convertido en arquetipos de la arquitectura doméstica. La memoria está presente también en Spain mon amour, la propuesta de Luis Fernández-Galiano que por un lado evoca los éxitos más recientes de la arquitectura española y por el otro aborda la dramática situación actual, a través de 15 proyectos de Francisco Mangado, Mansilla + Tuñón, Nieto Sobejano, Paredes Pedrosa y RCR Arquitectes. Por eso el montaje es más que minimalista y todo el presupuesto se ha dedicado a traer a la Bienal a unos estudiantes de arquitectura que, ataviados con trajes blancos y máscaras venecianas, deambulan por el espacio sujetando maquetas y explicándolas al público en una demostración más de la voluntad de colmar la “brecha arquitectónica”. “Queremos reivindicar la esencia de la arquitectura. Esta instalación es una celebración de un periodo con sus arquitectos y sus edificios, y a la vez una elegía de una manera de hacer que ha llegado a su fin. Y por lo tanto también invita a pensar en el futuro de forma distinta”, indica Alejandro Klimowitz, uno de los estudiantes.
El Pabellón de España exhibe una creativa “diversidad de tendencias”
Pensar en otro futuro más respetuoso con el entorno y el contexto es lo que proponen los arquitectos de OMA, el estudio fundado por Rem Koolhaas y cuya participación en la Bienal es dirigida por Reinier de Graaf, con una muestra que reivindica los arquitectos anónimos, que realizaron obras públicas en cinco países europeos a finales de la década de los sesenta. “En muchos casos son obras maestras que se están dejando en ruinas solo porque no son adscritas a algún estudio célebre”, explica uno de los comisarios.
Entre los proyectos más atípicos destaca la Torre David/Gran Horizonte, un restaurante venezolano, que surge como un alien en el contexto de alta arquitectura del Arsenal. El proyecto toma su nombre y contenido de las investigaciones del Urban Think Tank, formado por Alfredo Brillembourg y Hubert Klumpner, sobre un rascacielos inacabado de Caracas, que ha sido ocupado y se ha convertido en una favela vertical de 45 pisos, en vez que en la sede de un gran banco. “La Torre de David testimonia el fracaso del neoliberalismo y la capacidad de sobreponerse a las situaciones de los más pobres y marginados de la sociedad, de modo que también representa una oportunidad de reconsiderar cómo se crean las comunidades urbanas”, explican los autores del proyecto.
Hay otros ejemplos de cómo la arquitectura de la supervivencia se abre camino entre los edificios de los más poderosos. Es el caso de los vídeos que la artista Marisa González exhibe en el espacio de sir Norman Foster, ya que fueron rodados en los bajos del banco que este construyó en Hong Kong. Allí cada domingo se congregan hasta 200.000 mujeres filipinas, empleadas domésticas, que construyen casitas efímeras y espacios de intimidad temporal con cartones que agujeran con un bolígrafo y luego cosen con bolsas de plásticos cortadas en tiras… todo un monumento a la creatividad y a la resistencia.
La creatividad también desborda desde el Pabellón de España, donde se exhibe el trabajo de siete estudios seleccionados por Anton García-Abril y Debora Mesa, que dan buena cuenta “de la diversidad de tendencias que está bien enraizada en la genética española”, según el propio comisario. “Más que mostrar edificios concretos, SpainLab se propone ilustrar el mundo interior de cada arquitecto, abrir una especie de ventana indiscreta, que ponga en evidencia los procesos científicos que buscan un equilibrio entre las ideas y su necesaria realización”, indica García-Abril. La estrella del pabellón es sin duda el proyecto de elBulli Foundation del estudio Cloud9 de Enric Ruiz-Geli, que se muestra en todos sus detalles por primera vez. Además de la maqueta, donde destaca una gran cúpula de hormigón, musgos y robots, que se encargan de medir diferentes datos ambientales, se exhibe el primer prototipo del pabellón Ideario, “una construcción para crear y disfrutar”, según Geli, inspirada en el mundo natural, como demuestran las cerámicas de Toni Cumella, que reproducen la piel de tiburón, el techo en forma de nube de Cap de Creus, realizada con un escáner tridimensional y las paredes en vidrio con partículas de sal. “Los árboles serán dotados de sensores capaces de registrar los cambios de humedad, luz y temperatura y dar las órdenes necesarias al edificio”, explica Ruiz-Geli, autor del célebre edificio Mediatic de Barcelona.
La estrella española es el proyecto detallado de elBulli Foundation
Vicente Guallart, arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, presenta el macro-concurso, el primero de este consistorio, para la restructuración de las Puertas de Collserola, que ha encargado 16 proyectos a 22 equipos interdisciplinares. “En las décadas de los ochenta y noventa se reestructuró el frente marítimo y ahora nos ocuparemos de los barrios en las colinas alrededor de la ciudad, que a menudo se han quedado desconectados por culpa de las rondas y las autopistas”, indica Guallart.
Es una Bienal consciente de los límites de la situación actual y de los errores cometidos, pero sin autoconmiseración ni amargura. Optimista.
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