Dautremer, en la mesa de mayores
La artista francesa es la primera en ilustrar 'Seda', de Baricco. Los adultos son el principal público de sus libros infantiles de esta superventas que trabaja en una Biblia laica
En la portada del libro Le petit théâtre de Rébecca (El pequeño teatro de Rébecca) —que en España se editará en Navidad— aparece una chica de ojos rasgados, tez pálida y nariz estrecha moviendo los hilos de sus marionetas. Es casi un calco del rostro de la autora de la ilustración, la francesa Rébecca Dautremer (Gap, 1971), y termina de confirmar que es su autorretrato el pañuelo anudado que la caracteriza y que cubre su pelo oscuro en actos públicos. Por correo electrónico, vergonzosa, no corrobora que es ella misma pero se ofrece a abocetar su retrato para Babelia. En pocas horas lo envía por Internet. Porque así es Dautremer. Por momentos retraída, pero expansiva, dadivosa y tremendamente curiosa. Elogiada por la crítica y reina de las ventas —tan solo de su álbum Princesas olvidadas o desconocidas, se han vendido más de 100.000 ejemplares en España—, anda embarcada siempre en varios proyectos diferentes. Esa diversidad es la única condición que se pone. El más ambicioso en estos momentos es una Biblia ilustrada, que se ha convertido en un quebradero de cabeza. Y aguarda la publicación en Francia de la primera edición ilustrada de la novela Seda, de Alessandro Baricco, en octubre. Anagrama, el sello que cuenta con los derechos del libro en España, negocia incluirlo en su catálogo.
Lejos de la imagen del artista abstraído y solitario, encerrado en su estudio con la sola compañía de sus pinturas —en el caso de Dautremer siempre es gouache sobre papel de acuarela—, le gusta relacionarse con colegas de profesión e interactuar con sus admiradores. Basta echar un ojo a la página web de esta fotógrafa, diseñadora gráfica y escenógrafa para comprobar que no para: charlas en Quebec, Beirut… O Madrid, adonde viajó este verano para participar como jurado del Premio Edelvives y donde tuvo lugar esta entrevista. Esta editorial infantil ha encontrado en Dautremer y su compatriota Benjamin Lacombe —célebre por demacrar a los personajes de los cuentos clásicos— una fuente inagotable de buenas noticias. Cada uno de sus libros es un éxito que se extiende en forma de papelería: cuadernos, tarjetas, sobres, calendarios… En Francia la fiebre es tal que en su página de Fnac se contabilizan 2.120 artículos relacionados con Dautremer.
A ojo de buen cubero, ella calcula que el 80% de quienes le piden una dedicatoria son mayores de edad, y la mayoría le confiesa que ha comprado el ejemplar para sí mismo. Es, sin duda, una hechicera de adultos. “Encuentran en los álbumes infantiles historias con una sensibilidad diferente. Y, probablemente, si fueran libros de ilustración para ellos los despreciarían por simples y ridículos. Se contienen emocionalmente cuando es algo para su público”.
Han pasado 16 años desde que Baricco conquistase a los lectores de medio mundo con Seda. Se trata de la historia de amor entre la concubina de un barón provinciano y un comerciante francés que viaja a Japón a principios del siglo XIX para comprar capullos de gusano de seda. Desde su publicación se sucedían las ofertas de ilustrarlo, pero Baricco, convencido de que la humanidad ha perdido la capacidad de soñar, no se decidía. Existen montajes teatrales e incluso una película Seda (2007), del canadiense François Girard, con Michael Pitt y Keira Knightley. En ambos casos probablemente el novelista dio su permiso por su condición de dramaturgo e incipiente cineasta (Lezione 21, 2008).
“No había aceptado que Seda se convirtiese en un libro ilustrado hasta que me propusieron el nombre de Rébecca Dautremer”, explica Baricco (Turín, 1958) por correo electrónico desde Italia. “No la conozco, pero sí, bien, su trabajo, que siempre me ha encantado. De alguna manera, los dos tenemos la misma concepción de Seda: ligereza e intensidad unidas. Así que pensé que era un honor para mí consentir que Rébecca poseyese mi historia y la hiciese suya”, confiesa. Así, el autor de Océano mar y Los bárbaros venció “una resistencia que cultivaba desde hace años”. “Ahora espero, sin temor, que el libro esté pronto: será delicioso ver contada de nuevo una historia que un tiempo fue mía por una persona de su talento. Escucharé los colores y los tonos de una voz que admiro”.
“Seda es un libro muy conocido y no quiero que los lectores piensen que quiero reemplazar el original”, se distancia Dautremer, a quien el Museo del Patio Herreriano de Valladolid dedicó en 2010 la retrospectiva Mes petits papiers, que este octubre viajará a Lucca (Italia). “Tenía que hacer algo muy distinto y, de alguna manera, con los niños te censuras un poco. Por primera vez no tenía límites ni en el tema ni en la forma de tratarlo”, se felicita. La editorial francesa Tishina —que nace con este título— apenas ha dado a conocer tres imágenes de Seda, pero ya queda en evidencia su sensualidad y cierta carga erótica. “Puedo profundizar, meterme dentro de la imagen. No he intentado que reproduzca lo que dice el texto y ha sido una decisión del editor concederles igual importancia a ambos. No se trata de meter un poco de color a las páginas. Leyendo Seda hasta se me han ocurrido personajes nuevos”.
Aclara que no porque un texto sea bueno ella puede hacer un buen trabajo: “No me ayuda el que lo sea, sino el que me sugiera algo”. Y lamenta una práctica lectora muy extendida que va en tu contra: “Uno lee el texto y luego se fija en las imágenes buscando una asociación”. Por eso su Seda se presenta como “un libro recontado en imágenes por Rébecca Dautremer”.
Nació en Galp, una localidad de los Alpes cerca de Italia. Sus padres, muy jóvenes y partidarios de la vuelta a la naturaleza, decidieron dedicarse a la cría de cabras en Drôme, al sur de Francia. Tardó en escolarizarse y a ello achaca su timidez en la adolescencia. Estudió grafismo en la prestigiosa Escuela Superior de Artes Decorativas de París, en la que se formaron como artistas el realista Henri Fantin-Latour, el dadaísta Francis Picabia o el escultor Rodin. Allí aprendió a apreciar en la pintura clásica las luces y texturas que caracterizan su obra. Su referente, el fantasioso Brueghel, amigo del detallismo, que califica de “hipermoderno”. Y, cómo no, la fotografía que estudió a fondo en sus inicios. Hasta el punto que dice plantearse las ilustraciones como si tuviese una cámara de fotos en la mano, pensando en los encuadres, las texturas, las profundidades… De ahí salen las atmósferas sugerentes de sus dibujos, su luz evocadora y sus intensos y sorprendentes colores.
Así su Alicia no es almibarada y rubia como la de Disney, sino morena y enigmática. Un guiño a Alice Liddell, la niña que inspiró la historia original de Lewis Carroll, que Dautremer ha ilustrado en su texto íntegro y en un formato más que generoso. O al documentarse para su Cyrano no se decantó por los trajes de época que le aburrían, sino que situó la escena en el Japón feudal tras ver una banal película de kung-fu. “Cuando daba vueltas al personaje de Cyrano me encontré en un periódico con una doble foto de Sarkozy y Chirac y me sorprendió la gran nariz de este último. Yo no quería hacer el retrato de un político, pero la gente imagina”, recuerda con una media sonrisa.
Un profesor de la Escuela de Artes Decorativas le puso en contacto con la editorial Gautier-Languereau y empezó a ilustrar para otros. Dautremer continúa en este sello que le permite publicar también libros con textos suyos —“escribir realmente no es mi trabajo, no es lo que quiero hacer; surgió por Enamorados, que es una historia que tenía en mente”— o coescritos con su marido, Tai-Marc Le Thanh, padre de sus tres hijos. Juntos han firmado Cyrano, La gran corriente de aire, Elvis o En qué piensan los corderos antes de dormirse. “Formamos un gran equipo y nos exigimos mucho. Si no, sería imposible”. No buscaba, asegura, un estilo y por el camino lo encontró. “Haces cosas y de repente un día, en un proceso natural, te das cuenta de que no está nada mal. Creo que la clave estuvo en 2003 con Enamorados. Creé mis personajes, dominé la técnica…”.
Sostiene que mejorar ahora le resulta muy complicado. “Y es algo que lamento mucho porque le doy más importancia que antes al estilo propio. No quiero cambiarlo, pero sí hacer cosas diferentes. Lo que no significa que haya dejado de irme bien. El haberme ganado hasta ahora la vida así me permite gozar de libertad. Que un libro vaya muy bien en ventas no significa que me guste mucho”. Es el caso de Princesas olvidadas o desconocidas, un fenómeno mundial. “No es lo que yo haría ahora. Hubiese ido mucho más lejos, concebido de otra forma los personajes. Me resulta demasiado meloso, cursi y hay un abuso del rojo”. Pese a sus críticas, el álbum conquista por ser imprevisible, irónico y romántico sin caer en la ñoñería.
Ilustrar su Biblia laica se está convirtiendo en su peor tormento. “Este es un proyecto del que llevamos hablando mucho tiempo. En las Escrituras hay unas historias increíbles. No queremos que tenga sentido religioso, ni nos planteamos si el lector es creyente o no lo es”, explica la artista, que trabaja en el volumen con Philippe Lechermeier. Él se encarga de la selección de textos del Antiguo y Nuevo Testamento con la plena confianza de ella. Al fin y al cabo son unos viejos conocidos que han trabajo juntos en Princesas o en Diario secreto de Pulgarcito. “Queremos hacer un libro universal y que cada cual lo lea según su creencia. Avanzo muy lentamente porque no consigo lo que quiero. Pretendo no burlarme de nadie, sino dibujar un libro de cuentos. Es tan complicado que me enfado y cambio de idea. Tendría que terminarlo el año que viene, pero no estará”.
Su vuelta a la gran pantalla no parece inminente. Su experiencia como directora de arte de Kérity, La casa de los cuentos, de Dominique Monféry —inspirado en su libro Nat y el secreto de Eleonora—, le provocó estrés y frustración. Los tempos del cine y los suyos de creación no son compatibles, así que sus personajes cobraron vida con mucho sufrimiento.
Fantasiosa, Dautremer explora siempre que puede nuevos campos. Ha creado juguetes y publicidad. Los pétalos rojos de la simbólica amapola del perfume de Kenzo se transforman en su composición en un vestido púrpura, con pistilos frágiles como finos cabellos revueltos. Y su último ensayo, junto a su marido, es la escultura. El teatro para niños Am Stram Gram de Ginebra le ha dado carta blanca para construir una instalación —todo un tratado de ornitología lúdica e interactiva— que planeará este otoño en el cielo de su planta baja. Se llama Plumas de papel y huesos de madera, los pájaros extraños de Am Stram Gram. Un delicado y extenso móvil compuesto de 25 figuras volátiles, con nombres excéntricos como Pollo con dientes, Colibrí helvético o Zancuda cómica.
Y en diciembre, la sala de exposiciones de Bastille Desing Center de París acoge una muestra de los originales de Seda. Ahora solo falta conquistar Estados Unidos, su espinita clavada. O
Una carta para Lily, ¡el unicornio! / Alicia en el País de las Maravillas / Diario secreto de Pulgarcito. Christine Ponchon / Lewis Carrol / Philippe Lechermeier. Traducciones de Elena Gallo Krahe. Edelvives. Madrid, 2012 / 2011 / 2010. 34 / 140 / 204 páginas. 6,50 / 34,30 / 27,95 euros. Cyrano. Taï-Marc Le Thanh. Edelvives. Madrid, 2006. 32 páginas. 19,95 euros. Princesas olvidadas o desconocidas. Philippe Lechermeier. Traducción de P. Rozarena. Edelvives. Madrid, 2005. 92 páginas. 27 euros. Enamorados. Escrito e ilustrado por Dautremer. Traducción de Esther Rubio Muñoz y C. Husa Hernández. Kókinos. Madrid, 2003. 38 páginas. 9 euros. En catalán (Baula) y euskera (Ibaizabal).
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