“Estamos aislados del resto del mundo”
'Somebody that I used to know' trascendió el éxito en Australia para contagiarse a todo el mundo Ahora Kimbra se estrena con 'Vows', un primer disco en el que caben todos los estilos
Pensar en Oceanía suele equivaler a pensar en antípodas. Kimbra es neozelandesa, y su estilo, aun siendo pop, ciertamente está en las antípodas de lo que muchos entenderán por pop. Pero también toma prestados elementos de otros géneros... y sigue estando en las antípodas de todos ellos. Está por ver si esta cantante de 22 años es capaz de hacerse con el puesto de artista más laureado de Nueva Zelanda (con el permiso de los hermanos Finn, fundadores de Crowded House).
Su arma secreta para atraer a los que creen no haber oído nunca siquiera hablar de ella es internet. Las más de 300 millones de reproducciones en YouTube de la canción Somebody that I used to know en la que colabora con su autor, Gotye, hacen que sea más que probable, estadísticamente hablando, haber escuchado alguna vez su voz sin saberlo. “Nunca habría pensado que se colaría en los charts entre Lady Gaga o Justin Bieber", reconoce la cantante desde Los Ángeles, donde se toma un descanso antes de embarcarse en una gira europea que la traerá a España por primera vez en septiembre.
El abrumador éxito del tema le ha pillado por sorpresa. “Yo ya era una gran fan de Gotye antes de esto. Incluso había grabado una canción con los mismos productores que trabajaron en sus discos, y ellos fueron los que me lo presentaron. Nos conocimos y nos vimos un par de veces, pero no fue hasta tres años más tarde cuando me llamó y me dijo: ‘mira, tengo esta canción y creo que tú podrías darle algunos matices’. Vino a mi casa y la grabamos en mi propio cuarto, de una manera muy humilde”.
300 millones de visitas en YouTube avalan el éxito de 'Somebody that I used to know', canción en la que colabora
Aunque Somebody that I used to Know haya puesto su nombre en el disparadero, la carrera de la neozelandesa no es flor de un día. Su primer disco, Vows (2012), sobrevive a la comparación con el tema de Gotye gracias a una variedad de estilos que colocan su sonido en un umbral de difícil clasificación. “Me he criado escuchando mucha música negra como soul o rn´b. Con 15 años empecé a meterme más en el punk rock y la música experimental”, cuenta reivindicando unas inquietudes que van "desde Grizzly Bear y Dirty Projectors hasta el country".
En 2005 y con apenas 15 años lanzó su primer single, y hasta el final de la década consiguió colocar en el mercado otro par de canciones con un estilo más vulgar e inocente. “No me arrepiento de esos días. Era aún muy joven y me estaba buscando a mí misma. La gente me dice: ‘Tu música ha cambiado muchísimo’. Pero es normal que evoluciones desde que tienes 14, 15 años. Desde entonces me he mudado a un nuevo país, he empezado a escuchar nuevos estilos de música... ¡Claro que he cambiado mucho!”.
Si sus primeros pasos la ubicaban en la órbita de un pop más adolescente al estilo de Taylor Swift, este giro radical ya ha propiciado las primeras comparaciones con artistas de la talla de Björk, Kate Bush o Florence + the Machine. Aunque dice sentirse “halagada” por esas comparaciones, les quita mérito aludiendo a la avalancha de artistas jóvenes que hacen algo diferente a lo que suena en las “radios comerciales”. Reconoce que muchas veces se tiende a aglutinar a determinado tipo de artistas en el mismo saco cuando “lo único que tienen en común es que son arriesgadas”, refiriéndose a esas mujeres que se han empeñado en horadar el nicho de pop de radiofórmula al que tantas veces se ha querido relegar a las artistas femeninas.
En su caso, la libertad creativa tiene algo de orgullo de sus raíces neozelandesas. “Escuchamos música norteamericana o europea, pero seguimos teniendo nuestras particularidades. La ventaja de nuestra cultura es que tenemos muchas influencias pero podemos desarrollar un sonido propio porque somos muy distintos del resto del mundo. Supongo que estamos aislados del mundo en cierto modo”.
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