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Leandro, el fantasma de La Moncloa
Columna
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Tiembla, Argentina, tiembla

Fíjate, Leandro, qué papelón, se lamentaba Mariano, que esto se lo hubieran hecho a Zapatero bien está, pero a mí…

José María Izquierdo
Fernando Vicente

Aquel fue un día espantoso, terrible, Leandro. ¿Porque le puedo llamar Leandro, verdad?

Malo, me dije, que cada vez que un presidente me pregunta si me puede llamar por mi nombre me espera la del pulpo: fachoso y con ramificaciones.

—No faltaba más, presidente. Es un honor. Y tutéeme, por favor, que solo soy un fantasma.

—Pues venga, entonces de tú. Y deja que abra la ventana, que me voy a pulir este habano, que llevo un rato dudando si me lo trinco… Pues mira, soportaba yo un día de esos de aquí te espero con lo de la prima y la bolsa, que me tenían frito Guindos y Montoro…

—Soy Luis, presidente, que esto debe ser cosa de inversores volcados en short selling, pero no te preocupes, que ahora mismo me pongo en contacto con Bruselas y Berlín.

—Soy Cristóbal, presidente. Que la prima está donde está peor si acaso sube lo mismo nos encontramos con que entonces ya no está donde estaba cuando te he llamado antes, porque nunca se sabe si es que se queda igual

—Y en éstas, fíjate, Leandro, que se abre la puerta del despacho y casi me muero del susto, que me quedé pálido y con taquicardia…

—¡¡¡Le he dicho mil veces que cuando entre aquí lo haga de espaldas y avisando a gritos de que es usted!!! No es tan difícil. Repita: ¡¡¡Soy Soria, soy Soria!!!

—Y es que, oye, cada vez que veo al ministro de Industria, que no sé ni por qué le nombré, es que se me aparece el otro, así como redivivo, con esa alegría natural…Y es que Soria es clavadito a Aznar, oye. Un susto. Que se quitó el bigote porque se lo dije un día en Génova: o te afeitas o te vuelves para Canarias, que vas a acabar conmigo. Todos los días un sofoco.

—Venga, Soria, desembucha, le dije, que no tengo hoy el mejor día...

—Pues, o sea, bueno, no sé cómo decírtelo, es que verás… Hay compañías petrolíferas y otras que no lo son. Y luego está Argentina, que es un país de Hispanoamérica, donde el tango, te acuerdas, caminito que entonces estabas...,

—¡¡¡Soria!!!

—Es que sigue muy bonito, bordeado de trébol y juncos en flor...

—¡¡¡Soria!!!

—Pues…quelaKirchnerexpropiaypfrepsol.

Que lo dijo así, de corrido, porque si no, no lo dice.

Fíjate, Leandro, qué papelón, se lamentaba Mariano, que esto se lo hubieran hecho a Zapatero bien está, pero a mí… Así que le sacudí al ministro, que es lo que tiene que hacer un presidente.

—Pero tú me dijiste que estaba todo solucionado. ¿En qué estabas pensando? ¿Cómo ha podido pasar esto?, le dije, para que viera que con el presidente no se juega. Es más, Soria, que sepas que estoy molesto. Con este remate le hundí. ¡Que venga Margallo!

Con el de Exteriores es otra cosa, me dijo. Siempre tiene un dicho y una solución. No es que resuelva nada, pero da el pego. Vamos, como yo.

—Esto lo arreglamos en un momento, presidente, tranquilo, que ahora mismo hablo yo con todos los presidentes latinoamericanos, con Obama, con Sarkozy, con Merkel, con…

—Margallo, por favor, tú a los ministros. Los presidentes son cosa mía. Si no te importa.

Que es que oye, Leandro, a éste hay que pararle los pies que en cuanto me descuido me da la cartera para que se la lleve.

—Presidente, soy Luis, que la prima…

—¡¡¡Olvídate de la prima, que nos han expropiado YPF!!!

—Eso es del departamento de Soria, ¿verdad? Bueno, yo sigo con lo de la prima, of course…

—Presidente, que soy Cristóbal. Que si la prima sube o se queda igual resulta que entonces no baja, porque verás…

—¡¡¡Repsol!!

—Ya bueno, sí, pero eso es de Soria, ¿no? Que es yo tengo aquí a un consejero de La Rioja que…

—A ver presidente, que soy Soraya y acabo de aprenderme la ley de hidrocarburos de Argentina. Mira, artículo 326…

—Buenas tardes, Mariano, que soy César, el presidente de Telefónica y mira, bueno, no quiero meterme en tus cosas, pero a lo mejor no conviene ponerse muy chulo, que es que nosotros allí, pues ya sabes…

—Hola, Mariano, que soy Paco, el presidente del BBVA, y mira, bueno, no quiero meterme en tus cosas, pero a lo mejor no conviene ponerse muy chulo, que es que nosotros allí, pues ya sabes…

—Buenas tardes, Mariano, que soy Emilio, Botín, sí, y que…

—Presidente, aquí Federico Trillo en posición de combate. Que aunque perfectamente ubicado en Londres y siempre defendiendo a España, como es mi deber, quiero manifestarle que me tiene a sus órdenes, comandante en jefe, que ya sabe que si hay que desembarcar en Ushuaia, sin despreciar hacerlo por el cerro Zapaleri, aquí me tiene usted a su disposición, que le recuerdo cómo acabamos con Perejil, que el Glorioso Ejército español, aquel histórico amanecer…

—Ya, Federico, ya, si hace falta te llamo, pero por ahora estamos evaluando la cosa…

—Firme, presidente, firme, que los rojos no nos atemoricen, y menos si son de países de aquel continente al que llevamos la espada y la cruz. ¡¡¡Viva Honduras!!!

—Presidente, que soy Morenés. Solo para decirte que ya sabes que España siempre es partidaria de negociar. Sobre todo porque nuestros aviones no vuelan, no tenemos combustible, los barcos se nos hunden porque no los arreglamos y estamos sin balas porque no pagamos a los proveedores. Por lo demás, siempre a sus órdenes, presidente, que las Fuerzas Armadas españolas siempre cumplirán con su obligación. O sea, que obliguémosles más bien poco para que no incumplan su juramento…

—¿Te das cuenta, Leandro, de cómo es esta vida de arrastrada? Es que pienso en Santa Pola, las playitas, la hamaca, el transistor, 30.000 habitantes, una temperatura media al año de 18 grados y es que se me saltan las lágrimas…

Hablaba Mariano y mientras le escuchaba, que él seguía con Santa Pola -sin desmerecer a Sanxenxo, faltaría más, las navajas, las nécoras, decía- no pude evitar que la memoria se me fuera a julio de 2002, aquel 17 de julio en el que José María Aznar, con voz de coronel de marines, y sin advertir mi presencia, se puso solemne -vamos, que se quedó como estaba- y le habló de usted a Federico Trillo, que la historia nos escucha: "Ministro de Defensa, dijo, ordene a los responsables militares que la operación se lleve a cabo, y dígales que tienen toda la confianza y el respaldo del Gobierno; que Dios les acompañe y que vuelven con el triunfo"…

—…Que ya quisiera yo tener que enfrentarme a la broma aquella del Perejil, -estaba diciendo Mariano- con seis marroquíes en aquel pedrusco, un pastor y unas cuantas cabras, y nosotros con barcos, aviones y todos los hierros, como si fuéramos a desembarcar en Normandía. Algo de risa ya daba, ya…

—Presidente, soy Wert. Oye, que me sé uno buenísimo de un argentino que va a pasar la aduana y le preguntan ¿sexo?...

—Calla, José Ignacio, calla, que no es momento para chistes…

—Presidente, me dicen que si quieres salir y decir algo, que ya están las cámaras de televisión…

—Quita, quita, que salgan Margallo y Soria, que se les da muy bien… ¿Que qué dicen? Pues ellos sabrán, que para eso son ministros, que no voy a tener que decirles todo. Pero vamos, lo de siempre, que es inaceptable, que tomaremos medidas… No, no, medidas concretas, no… ¿Pero acaso creéis que me he vuelto loco? ¿Alguna vez he anunciado medidas concretas? Pues entonces

Mañana, siguiente capítulo: Los ectoplasmas y yo.

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