Una tarde para la inspiración
José Tomás y Morante de la Puebla, erigidos en una poción mágica contra la crisis y en protagonistas de un acontecimiento taurino, económico y social
No es nada fácil aislarse de la euforia colectiva en tarde festiva en la que abundan las orejas y la generosidad; y el buen toreo, también, que quede claro; y toreros inspirados. No defraudó, en modo alguno, el llamado suceso del año. Les mereció la pena a los muchos forasteros el viaje y los altos precios porque José Tomás y Morante dieron lo mejor de sí mismos, que es mucho en estos dos toreros. Hubo momentos de excelsa torería, de grandeza artística y, sobre todo, un derroche de devoción por parte de un bendito público con ama con locura a sus ídolos y olvida defectos, que los hubo, y enfatiza las cualidades, que fueron variadas. Hasta las cuadrillas brillaron a gran altura.
Una agradable sorpresa supuso la presentación de los toros, elegidos por su reata y quién sabe si después de pruebas de ADN. De aceptable trapío para esta plaza tan dada al torete de tercera división; pero casi todos ellos de nobleza almibarada, hechos a medida para la ocasión, de escasas fuerzas, como corresponde, pero colaboradores hasta la extenuación con la gracia de los artistas.
SEIS GANADERIAS/ TOMAS Y MORANTE, MANO A MANO
Toros de Victoriano del Río, blando y noble; Núñez del Cuvillo, manso; Jandilla, noble; Juan P. Domecq, bonancible; El Pilar, sin clase; y Zalduendo, con genio. Todos correctamente presentados y blandos.
José Tomás: pinchazo y estocada trasera y tendida (oreja); bajonazo descarado (dos orejas); estocada (ovación).
Morante de la Puebla: pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio); estocada baja (oreja); dos pinchazos y media (ovación).
Plaza de Huelva. 3 de agosto. Segunda corrida de feria. Lleno de 'no hay billetes'.
Hay que reconocer que es una recreación para la vista volver a contemplar la figura torera de un Tomás con el capote, atornillada la planta en la arena, toreando por chicuelinas a su primero y tercero, y por tafalleras al segundo. Es todo él un derroche de hondura y seguridad. Conserva, como no puede ser de otro modo, una arrogante personalidad con la muleta en las manos. Se plantó en el centro del anillo y citó, primero, por estatuarios, derecho como una vela, y, sin despeinarse, muleteó a su primero con suavidad y templanza, hasta que el animal se agotó con rapidez. Grandes, muy grandes fueron los naturales largos, la muleta arrastrada por la arena, y ligados todo ellos en un palmo de terreno. Era su segundo toro, al que citó finalmente por manoletinas ceñidas antes de matarlo de un feo bajonazo que no fue razón para que no se pidiera con entusiasmo las dos orejas que el toreo paseó sonriente.
Mantuvo la tónica en el quinto, con el que no pudo acoplarse porque derrochó un punto de mala casta que no le permitió una excesiva confianza. De todos modos, lo que no entra en cabeza humana es que este torero participe solo en tres corridas cuando le sobra personalidad para liderar la regeneración del toreo actual. Pero así es José Tomás, y así hay que aceptarlo para bien y para mal. Buena tarde la suya, muletazos para el recuerdo y para echar de menos su grandeza torera.
Y queda Morante…
Salió el tercero; intentó veroniquearlo, pero el animal salió huidizo. Lo esperó entonces en el centro del ruedo, lo citó por chicuelinas y dibujó (no hay verbo más adecuado) cinco pinturas de alta categoría, y una media de ensueño; un par de minutos más tarde, quitó a la verónica clásica, bajó las manos, hundió el pecho, se gustó sobremanera y el resultante fue una obra de orfebrería. Muy blando llegó el toro a la muleta, pero aún tuvo tiempo Morante de cincelar un par de tandas con la mano derecha que llevaron el delirio a los tendidos. Ahí queda eso… Tampoco mató bien, pero eso, ayer, no tenía importancia.
No le quedó más remedio que abreviar ante el desclasado primero de su lote, y se esforzó en el último, al que capoteó por delantales con prestancia. Se esperaba todo de él en el tercio final, pero el toro no le ayudó. Derrochó un punto de genio y aunque el torero hizo un evidente esfuerzo no pudo redondear la obra.
Buena tarde para el toreo, sin duda. Buen suceso. Y Tomás, a hombros. Que pena que esta haya sido su penúltima corrida de la temporada…
Babelia
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