Vigilantes organizados
El actor Nicolas Cage es, sin duda, un caso de estudio: la mala fama que le han granjeado unas cuantas elecciones imprudentes en esta estajanovista fase de su carrera le ha convertido en algo así como la señal de alarma marcada sobre las películas que sería mejor no ver. Un prejuicio que, cabe suponer, tendrá suficientemente razonado cada espectador que lo perpetúa, pero que, como todo automatismo, encierra una injusticia.
EL PACTO
El pacto, del australiano Roger Donaldson (el director de No hay salida, Cocktail, Species o Burt Munro. Un sueño, una leyenda), sin ir más lejos, es un buen ejemplo: un thriller competente, sin excesivo brillo, pero que muchos cagefóbicos apreciarían si él no estuviese en cabeza de reparto. Historia de una conjura de vigilantes que sofistica la técnica de intercambio criminal de Extraños en un tren (1951), la trama es desgranada con oficio de viejo zorro por un Donaldson que sabe que vivimos en tiempos de pelotones de linchamiento.
Eso sí, no es el trabajo que uno le recomendaría a los seguidores de culto del Cage más imprevisible: esta película es casi normal.
Babelia
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