Entre una ermita y una roca
Repensar las tipologías elementales, clave en la última arquitectura española Dos ejemplos, en Huesca y Usurbil.
Exigencia y respeto al contexto. La dedicación y la atención al lugar son el mensaje principal. La nueva arquitectura española trabaja el centímetro: las ideas escondidas en lo que uno cree conocer. La humildad y el tiempo para analizar el pasado, en vez de vaticinar el futuro, están detrás de algunos de los nuevos edificios que, con cuentagotas, salpican el territorio español. No hay retroceso, hay madurez. En lugar de agotarse en tratar de sofisticar baldíamente las formas, cada vez son más los proyectistas que, partiendo de lo más elemental, encuentran huecos, rendijas para mejorarlo. Así, varios edificios sencillos consiguen nuevas lecturas para tipologías conocidas y logran gran intensidad al cuajar historia, paisaje y tradición huyendo del pastiche con una contundente madurez.
Sixto Marín parece, precisamente, una persona así: madura, serena y reflexiva. Con poco más de 30 años, este arquitecto aragonés acumuló una década de experiencia, en los estudios de Rafael Moneo y el urbanista Estanislau Roca, antes de iniciar su travesía en solitario. Dieciséis kilómetros al norte de Huesca, en Nueno, un lugar marcado por la sierra de Guara que hace que entre sus barrios la altitud varíe más de mil metros, ha levantado un edificio a medio camino entre una ermita y una roca. Es cierto que, del Salto del Roldan al embalse de Santa María de Belsué, el paisaje allí es espectacular. Por eso el Centro de Interpretación de Marín es una idea del Ayuntamiento, empeñado en dar a conocer ese paisaje.
Esa es la función del centro: recibir a los visitantes. Pero Marín le ha dado más vida con un jardín que, recreando los diversos ecosistemas del municipio, resume la oferta de la región. En plena sierra, junto a la ermita de la Virgen del Patrocinio y a los pies del Salto del Roldan, el Centro funciona más como laboratorio que como museo. Busca comunicar que el paisaje, además de contemplación, necesita y merece esfuerzo y estudio. Por eso, para afrontar el encargo, Marín tuvo en mente palabras de Moneo: “Las obras de arquitectura se resisten a la soledad y el asumirla, cuando no hay otro remedio, es una de las más arduas tareas profesionales con las que un arquitecto puede encontrarse. Cuando esto ocurre, la alusión a la geografía en la que se instalan da siempre un cierto respiro”. Precisamente en alusión al medio, Marín acabó forjando el carácter del centro, un volumen similar al de la ermita vecina, pero tan abstracto como una roca erosionada por el tiempo.
Cuatro aperturas, como cuatro cajas, perforan el hormigón y recortan balcones o lucernarios. En el interior, los planos de la cubierta no alcanzan las paredes para dejar espacio a un gran lucernario. Es así como pequeños edificios abren la puerta a otros usos. Así como volúmenes nuevos respetan la tradición dándole nueva vida en lugar de embalsamarla.
Algo parecido sucede en Usurbil (Guipúzcoa), donde Juan Pedro Otaduy y Maialen y Ainara Sagarna (OS3 arkitektura) han concluido la sede de cultura del Ayuntamiento entre dos plazas antagónicas. Así, el inmueble mira a la parte histórica con introversión, con muros de piedra de sillar, mientras que, al otro lado, la plaza más reciente es observada con mayores aberturas y entramados de madera. Último de su vieja calle, el edificio Potxoenea tenía por medianera un callejón cortafuego. Por eso la intervención fue un juego milimétrico de vuelos, maderas y planos. Más que el paisaje, aquí se trataba de respetar la historia, pero, dejándola fluir y evitando que se estancase.
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