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Raf Simons exhibe valentía en su estreno en Dior

El belga debuta en la alta costura con una apuesta por la modernidad

Eugenia de la Torriente

Cinco salas con las paredes cubiertas por un millón de flores fueron el escenario que Raf Simons ideó ayer para presentar en París su primera colección para Dior. En la semana de la moda de la alta costura para otoño / invierno 2012, el diseñador belga se enfrentó a la doble dificultad de entregar su primera incursión en este exigente oficio y de hacerlo como director artístico de una de las casas más emblemáticas de la moda del siglo XX.

Los últimos acontecimientos en la casa han inspirado a menudo sentimientos encontrados. La repulsión por los insultos antisemitas de John Galliano y la lástima por su malogrado talento; la ansiedad por encontrar un nuevo líder para Dior y las dudas sobre quién sería capaz de estar a la altura del reto. El último año y medio de la casa que Christian Dior fundó ha sido un relato de las luces y sombras de la moda contemporánea.

Todo eso estaba, de alguna forma, presente en el énfasis con el que los invitados admiraban la espectacular instalación floral a su llegada. También contribuyó seguramente a que hubiera tantos diseñadores entre los asistentes. No sabemos si Pierre Cardin, Azzedine Alaïa, Marc Jacobs, Alber Elbaz, Donatella Versace o Riccardo Tisci quisieron o no convertirse en el sexto diseñador de Dior pero muchos de sus compañeros de sala daban por sentado que varios de ellos habían rechazado el cargo que hoy ocupa Simons.

Diseño de Simons para Dior.
Diseño de Simons para Dior.B. TESSIER (REUTERS)

Cuando algunos pétalos empezaban a caer, víctimas del calor y los roces, el primer diseño de Simons rompió un silencio extraño, cargado de anticipación, preñado de interrogantes. Un traje negro, cuya ondulada chaqueta evocaba el diseño que lanzó a la fama a Dior en 1947, recorrió las salas cubiertas de orquídeas, peonías, mimosas y rosas. Un traje de pantalón negro que contenía un mensaje: en este viaje a las entrañas de Dior, Simons no está dispuesto a sacrificar su propia identidad. La secuencia inicial de una colección larga, que merece ser cuidadosamente analizada, respondía también a las dudas que su elección había suscitado. Simons sabe que debe demostrar que su estilo no es puramente minimalista, pero piensa hacerlo en sus términos.

El diseñador belga, de 44 años, ha recorrido un largo camino desde aquel Amberes en el que empezó creando ropa para hombre en 1995. Pero su entrada en la alta costura para mujer habla de ese pasado. Su segunda salida fue un esmoquin. Podría parecer un guiño a Yves Saint Laurent —el primero en enfrentarse a la dificultad de suceder a Dior— pero es más un guiño a sí mismo. Esa chaqueta inicial cedió paso a una serie de vestidos importados del siglo XIX y recortados en su parte inferior. Con ellos, apareció el color y la fantasía, pero los pantalones siguieron en su sitio. Se encararon con bordados sacados directamente de los archivos y hasta se descubrieron bajo largos vestidos. “Simons cambia el gesto y la forma de moverse en la alta costura”, analizaba exultante Sidney Toledano, presidente de la marca, tras el desfile.

Un traje negro evocaba el diseño que lanzó a la fama a la firma en 1947

En los tres meses que lleva en el cargo, Simons se ha sumergido en el archivo y se ha centrado en la década de trabajo de Christian Dior. La compañía ha cumplido 65 años, pero solo los diez primeros fueron cosa del hombre que la creó. Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano y, ahora, Raf Simons han reinventado una y otra vez su legado. “Dior fue un gran arquitecto”, defiende el belga. Es la construcción rigurosa y no la ornamentación romántica el espejo en el que Simons ansía mirarse. Aun así, dio muestras de sensibilidad para la decoración con delicados bordados de muselina que evocaban técnicas puntillistas. ¿Será suficiente para calmar la sed de fantasía de las clientas de Dior? Para eso conviene esperar. Al menos, hasta que presente su primera colección de prêt-à-porter en septiembre.

Simons parecía acongojado al salir a saludar. Seguramente, no son tres meses lo que le hubiera gustado tener para preparar semejante estreno. Una vez terminado el desfile, recibía las efusivas felicitaciones de Bernard Arnault, amo del lujo mundial y de Dior; Grace Coddington, directora de moda de Vogue en EE UU; o Alber Elbaz, director creativo de Lanvin. Elbaz ha cumplido diez años en su cargo y un periodista le pidió que brindara un consejo al belga en su nuevo cometido. “La única forma de ser director creativo de una marca con tanta historia es hacer lo que Simons ha hecho hoy: poesía desde el respeto a la firma y a uno mismo. Ha sido sublime”. A su lado, Simons, por fin, sonreía.

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