Chuck Brown, un héroe de la calle con ritmo 'funky'
Su lenguaje musical recoge el legado negro de Washington
Cuentan las crónicas que era más fácil que alguien se parase a saludar a Chuck Brown en Washington que a cualquiera de los centenares de políticos que corretean por las calles de la capital estadounidense. Simple: el músico afroamericano, conocido como padrino del go-go por su contribución sin igual al ritmo funky, heredero de la tradición soul y visionario del incipiente rap de finales de los setenta, era lo que se dice un héroe local. Brown, fallecido en Baltimore el pasado miércoles a los 75 años, fue un rastreador sonoro de gran talento capaz de crear himnos del más fascinante funk como Bustin loose o We need some money.
Nacido en la localidad de Gaston, en Carolina del Norte, el músico, que nunca conoció a su padre, se crio con su madre en un entorno bastante pobre. Una vez instalado en Washington D.C., fue un adolescente muy problemático, que pronto dejó los estudios por la calle, llegando a pasar varios años en prisión por disparar a un hombre. A su salida de la cárcel en 1962, Brown empezó a tocar en bandas locales con la idea de hacer un dinero. Entre rejas, había cambiado paquetes de cigarrillos por una guitarra y vio que aquello se le daba bien y le gustaba. Tocó en iglesias y barbacoas comunitarias hasta que pasó a clubs, donde se junto a formaciones más profesionales y conoció a los integrantes de su futura banda, los Soul Seachers.
Tras absorber las enseñanzas que James Brown aportó, a oídos de todo el país, al ritmo negro, estirando el embriagador soul hacia el funk más bailable y trepidante, Chuck Brown tuvo su momento a mediados de los setenta. Introdujo al funk tintes latinos y el aspecto de una big-band del jazz, haciendo sudar cada composición en su valiente propuesta ecléctica, con trazos hablados e intensos pasajes de percusión, menos artificiosa que la ya exitosa música disco. Puso sonido a la esencia de Washington, una urbe que, mucho más allá de su aspecto burocrático, latía ritmo por los cuatro costados, debido a su abundante población negra que se concentraba en barrios como Columbia Heights, un pobre enclave urbano del jazz, el doo-wop y el soul. Desde el sonido de la jungla de Duke Ellington o el jazz iconoclasta de Ron Holloway hasta la vocación espiritual de Marvin Gaye, Brown recogió el auténtico legado negro de su ciudad para, siguiendo el camino trazado por su contemporáneo George Clinton con sus Funkadelic y Parliament, desarrollar su propio lenguaje musical, desbordante en ritmo.
Se conoció como sonido go-go y fue algo genuino de la ciudad de Washington. Como las conocidas batallas del jazz, tenía partes de llamada-respuesta, solo que contaba con la voz socarrona de Brown y la percusión era la protagonista, con un marcado acento callejero, tanto en la melodía como en el lenguaje, dando pie al desarrollo del hip-hop y poniendo su grano de arena en la gran evolución de la música afroamericana. A pesar de la calidad de composiciones como Bustin’ Loose, que llegó a estar varias semanas en lo alto de las listas del R&B en 1979, el sonido de Brown no saltó a las ondas ni salpicó a las audiencias a nivel nacional. Se quedó como un fenómeno local, que se desarrollaba en todo su esplendor en los directos. Con todo, su influencia fue innegable en el rap y en un buen número de formaciones, que siguieron su estela como en el caso de Rare Essence, Trouble Funk o Experience Unlimited. En la capital de los trajes de ejecutivo y raya diplomática, Brown, con su sombrero de fieltro y sus gafas de sol, era el héroe de la calle.
Babelia
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