‘Camarito’ y ‘Pistolero’
Spínola, Marín, Pinar. Se ha hecho esperar, pero, por fin, la casta y la bravura se hicieron presentes ayer en el ruedo madrileño
Se ha hecho esperar, pero, por fin, la casta y la bravura se hicieron presentes ayer en el ruedo madrileño. ¡Albricias…! Ya era hora de que se viera empujar a un toro en el caballo, y a otro repetir incansable en la muleta con fijeza y recorrido. El problema, el gran problema, es que no hubo ni una vuelta al ruedo. Algo fallaría…
Camarito se llamaba el tercero, un toro serio de 580 kilos. Su matador no pudo lucirse con el capote. Lo colocaron mal en el caballo, lo que suele suceder, y la pelea no resultó brillante; incluso en la segunda entrada salió suelto del encuentro. Se vino arriba en banderillas y acudió a la llamada como un tren, con un derroche de alegría y codicia. Y cuando vio la muleta del diestro la persiguió de manera incansable. El torero lo lució citándolo desde lejos y el animal respondía con tranco, a galope, y con fondo. Y repetía haciendo el avión; y así hasta en tres tandas con la mano derecha en la que sobresalieron el vigor, la clase, la codicia, el ritmo, el temple y la nobleza de Camarito. No pareció que destacara igualmente por el lado izquierdo, y el torero desistió con rapidez. Pero embistió una y otra vez, en cuanto veía muleta. Y se fue con las orejas colgando al desolladero no sin antes recibir una cerrada ovación de los tendidos.
El segundo respondía por Pistolero, y salió a galope tendido de los chiqueros. Acudió con brío al capote de su lidiador, y en cuanto atisbó el caballo acudió presto y empujó con insistencia, aunque con la cabeza a media altura, hasta encelarse en el peto. El puyazo fue largo y fuerte. Volvió de nuevo y cumplió sobradamente. Destacó, asimismo, en el tercio de banderillas, y llegó a la muleta dispuesto a dar guerra. Y la dio, vaya que si la dio. Obedeció al cite de lejos y repitió cuantas veces le mostraron la muleta. Le faltó, quizá, un recorrido más largo y rebosarse en su embestida, para que hubiera sido un toro de bandera. No obstante, presentó pelea, como todos los toros bravos, y fue largamente aplaudido en el arrastre.
Y ya se sabe: cuando hay toros…, pues, sí, no hubo toreros. A Pinar le tocó Camarito y fue una pena para el chaval; tantos deseos de que te salga un toro bravo y, cuando lo tienes enfrente no sabes qué hacer. Sí, bueno, dar muchos pases, todos fuera cacho, sin hondura, sin gracia, sin casi nada. Se empeña Pinar, como casi todos, en torear en línea recta, cuando el toreo es circular, y así pasa que no dice nada y aburre a las ovejas.
Ibán/Spínola, Marín, Pinar
Toros de Baltasar Ibán, serios y parejos; bravo y repetidor el segundo; muy encastado y noble el tercero; descastados primero y sexto; noble el cuarto y deslucido el quinto. En suma, una interesante corrida.
Fermín Spínola: estocada (silencio); bajonazo _aviso_ (silencio).
Serafín Marín: pinchazo, estocada tendida _aviso_ y un descabello (ovación); tres pinchazos, _aviso_ y estocada (silencio).
Rubén Pinar: estocada _aviso_ (leve división); media estocada (silencio).
Plaza de las Ventas. 27 de mayo. Decimoctavo festejo de feria. Casi lleno.
Y Pistolero cayó en las manos de Serafín Marín, y más de lo mismo. Así de duro, y así de triste. Le faltó confianza y seguridad; le faltó creérselo de verdad; le faltó dejarse matar para vivir la gloria. Se la jugó en unas manoletinas finales muy ceñidas, pero para entonces el triunfo ya estaba en los bolsillos del toro. Sin cruzarse, sin mando y sin sentido del temple es imposible emocionar. Claro, que en ambos casos habría que aceptar que a quien da todo lo que tiene no se le puede pedir más.
Pero Pinar y Marín saben, o deben saber, que la ocasión perdida ya no se recupera, y que un fracaso ante un toro bravo, y más en esta plaza, el gran altavoz del orbe taurino, es un recuerdo amargo para toda la temporada. Quede de manifiesto, no obstante, que no es nada fácil triunfar con un toro bravo y encastado.
El mexicano Spínola pasó de puntillas. Pulcro, frío, desangelado y aburrido ante su sosísimo primero, y con escasos recursos ante el noble cuarto, que se cansó de embestir pa ná y se paró.
Marín aguantó valeroso la deslucida embestida del quinto, que hizo una gran pelea en la primera vara (otro que se enceló con el caballo), y Pinar se limitó a despachar al blando y descastado sexto.
Al final, otro semblante en los tendidos, otra alegría en la cara… La que produce un toro bravo, encastado y noble, que es el verdadero cimiento de la fiesta.
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