Instrucciones para sobrevivir a un hermano gemelo
El holandés Gerbrand Bakker ganó el premio Impac por ‘Todo está tranquilo arriba’ El jardinero e instructor reflexiona sobre fraternidades y burlas del destino El premio lo entregan los bibliotecarios y en otras ediciones lo han ganado Pamuk o Marías
Quizá todo empezó, como ocurre con las historias que suscitan cuestiones que a menudo intentamos esquivar, con una pérdida irreparable. El escritor holandés Gerbrand Bakker tenía siete años cuando su hermano pequeño murió ahogado. Hasta entonces había sido un niño razonablemente feliz, pero a partir del horrible suceso comenzó a no comprender mucho de lo que ocurría a su alrededor. Y lo que es peor: empezó a hacerse preguntas. Muchos años después, frente al folio en blanco, redactó la peripecia de un granjero que suplantaba a su hermano gemelo tras la muerte de este último ahogado en un accidente de tráfico. El granjero por accidente pasaría 35 años de su vida ordeñando a las vacas que debería haber ordeñado el hermano gemelo muerto hasta que, a los 55, ese tramo fatídico donde la sociedad occidental parece haber ubicado absurdamente el fin de toda esperanza, decide tomar por fin las riendas de su vida.
Con ayuda de estos y otros sencillos mimbres fue como Gerbrand Bakker acabó trazando la hoja de ruta sentimental de una familia agrícola en un pueblo al norte de Holanda. El resultado tomó la forma de un relato capaz de evocar asuntos que cobran plena actualidad mientras Europa se rompe por las costuras y el miedo parece manejarnos como a frágiles marionetas. ¿Somos meros títeres del azar o podemos realmente hacer algo por dar un volantazo a nuestras vidas y cambiar la jugada que el destino ha preparado para nosotros? Esta y otras muchas preguntas surgen tras la lectura de Todo está tranquilo arriba (Rayo Verde) la novela con la que Bakker conquistó en 2010 el premio internacional IMPAC, cuyas nominaciones provienen de propuestas de bibliotecas públicas de todo el mundo y también ha reconocido a consagrados como Herta Müller, Orhan Pamuk o Javier Marías. El autor holandés tuvo la tentación de destinar los 100.000 euros del IMPAC a la compra de un caballo de tiro. “Pero no tengo tierra que labrar, así que dije: ¿Dónde guardo este inmenso animal? En realidad sigo siendo el hijo de unos granjeros que considera más razonable meter el dinero en el banco hasta que llegue el momento adecuado de gastarlo”.
Bakker responde al correo electrónico desde su domicilio en Amsterdam, donde tres pequeños árboles crecen en el descansillo de la ventana que tiene frente al ordenador. Esa es toda la presencia vegetal de envergadura en casa de este jardinero de profesión e instructor de patinaje sobre hielo que también ha traducido obras del inglés al holandés, colaborado en la redacción del Diccionario etimológico del holandés y publicado cuatro novelas. Cuando esos tres pequeños árboles de su ventana crezcan, llegará el momento de mudarse definitivamente al campo. Hasta entonces sigue cuidando jardines ajenos, a la vez que esboza una biografía y trata de poner en marcha un programa de televisión con el sugerente título de Encuentros con árboles extraordinarios. Bakker ya ha entrado en el mismo tramo clave de la cincuentena que afronta el protagonista de Todo está tranquilo arriba, publicada ahora en España por la editorial Rayo Verde. Nunca tuvo un hermano gemelo, pero aborda con precisión de cirujano en esta novela las sensaciones, celos y ausencias que puede despertar la relación fraternal entre gemelos. “Hay una teoría según la cual alguna gente sabe o cree haber tenido un hermano gemelo que murió prematuramente en el vientre materno”, argumenta desde Amsterdam. “En la mayoría de los casos la madre no se da cuenta de ello. Yo debo de ser una de esas personas. Hay algo en los gemelos que me hace sentir un poquito celoso: esa inflexible unidad. Se trata de algo que ando buscando en mi vida”.
Desde la inquietante frase inicial –“Hoy he subido a padre arriba"– hasta la concluyente sentencia final –“Estoy solo”–, esta novela habla sobre la búsqueda. A pesar de que Helmer, el protagonista, parezca asumir con pasividad el destino que le depara la pérdida del hermano a quien tan unido estuvo. Valga como muestra este pasaje del libro: “Llevo ya tanto tiempo haciéndolo todo a medio gas… Hace ya tanto tiempo que solo tengo medio cuerpo… Ya nunca más estaremos juntos hombro con hombro, ya nunca más estaremos juntos pecho con pecho, ya nunca más estaremos juntos de manera natural. Ahora mismo iré a ordeñar. Mañana por la mañana volveré a ordeñar. Y también el resto de la semana, por supuesto, y la semana siguiente. Pero aún no es bastante, creo que ya no podré seguir metiendo por más tiempo la cabeza debajo de las vacas para poder dejar que todo siga su curso. Como un gilipollas”.
Tras la muerte de su hermano gemelo, Helmer se había convertido por eliminación en hijo predilecto de su padre. Y, como ocurre con todos los descartes, no resulta fácil asumir lo que estaba destinado a otros. Pero el autor no cree que el protagonista de su novela sea un cobarde o un perezoso. “Ahora pienso, diez años después de escribir este libro, que él no ocupa el lugar de su hermano gemelo muerto por su tiránico padre sino como un silencioso monumento a su hermano. Solo hacia el final del libro, y después de 35 años, Helmer se da cuenta de que está solo. Y de que eso no es algo triste sino maravilloso. Es una de esas personas que reaccionan, no actúan. Incluso para ese tipo de personas las pequeñas cosas pueden cambiar, lo que ocurre es que simplemente a ellos les lleva mucho más tiempo. Yo mismo tuve el deseo de cambiar mi vida. Desde el momento en que logré publicar aquí, en Holanda, me convertí en escritor. Pero siento que también es algo que uno no puede realmente controlar. Simplemente ocurre. O no. A menudo buscamos una cosa y accidentalmente acabamos encontrando algo diferente a lo que esperábamos”.
Hay una teoría según la cual alguna gente sabe o cree haber tenido un hermano gemelo que murió prematuramente en el vientre materno
El problema es que agachar la cabeza entre las vacas a la espera de que pase el vendaval puede resultar demasiado tentador para cualquier mortal. Consciente del huracán económico que azota a Europa y de la reciente crisis política en su país generada por la dimisión del Gobierno de coalición de liberales y democristianos, incapaces de convencer a los ultraderechistas liderados por Geert Wilders de apoyar un ajuste de hasta 16.000 millones de euros para combatir el déficit, Bakker prefiere ampliar horizontes. “Debemos darnos cuenta de que las crisis económicas, los cambios de gobierno y cosas así no afectan realmente a nuestras vidas. Los políticos y los bancos están muy sobrevalorados, son algo casi virtual. Lo que importa es la tierra, los perros, las ovejas y los caballos, los árboles, las nubes, la familia, el sexo, solo vivir tu vida”.
En su discurso de agradecimiento al premio IMPAC en Dublín, Bakker mencionó sus orígenes en Frisia occidental, donde los granjeros lloran cuando muere una vaca pero no mueven un músculo del rostro cuando entierran a sus madres. Para este escritor algo así no está relacionado con la frialdad, sino precisamente con la sentimentalidad. La pérdida de su hermano en la infancia abrió una senda que todavía hoy sigue recorriendo. “Siempre me pregunté muchas cosas, y puedo recordar claramente tener muy extraños y terroríficos sueños sobre el universo y el infinito. Creo que todavía intento, metafóricamente hablando, comprender el infinito. Por eso escribo como escribo: no una simple historia de la ‘A’ a la ‘Z’, sino siempre sobre un presentimiento, una suposición. Sobre sentimientos de los que no se hablan. Sobre la duda. Intento agarrar la vida desde la puerta de atrás”.
El asunto es saber si, hagamos lo que hagamos, elijamos la puerta que elijamos abrir, estaremos siempre solos. Para este holandés alto y fibroso no hay lugar para la duda. “Ese es mi más profundo sentimiento. Al final, todos estamos solos. Quizá sea un pensamiento terrible, pero a la vez reconfortante. Todos mis libros giran, en el fondo, en torno a eso”.
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