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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un garbanzo gigante en una 'mobylette'

‘De milagros y maravillas’ provoca una sensación muy parecida a la de ahuecar una almohada

Marcos Ordóñez

Un momento para la reflexión. ¿Por qué llevamos años diciendo la Velvet Underground (que es terciopelo subterráneo, masculino) y los Talking Heads (que son cabezas parlantes, femenino)? Me encontré pensando en eso mientras veía De milagros y maravillas y, en justa correspondencia, sucedió uno (o una): vi brotar entre su follaje el espíritu de los Talking Heads, leve y feliz como la sonrisa del gato de Cheshire.

Ernesto Collado me había dicho: “Es un inventario de cosas buenas en un tiempo saturado de mediocridad y malos augurios. Inventario viene de inventar. Cosas de las que no sabemos nada pero nos gustan mucho, y cosas sobre las que no estamos muy seguros pero nos hacen gracia”. Bien, así habla él. Tampoco es fácil resumir una función que comienza con el rabo de una pera como puerta de entrada a la segunda realidad de Heisenberg. O que ha detectado el hermanamiento entre mecheros y bolis BIC a la hora de perderse en los pliegues cuánticos. A mí me resulta más sencillo decirles que De milagros y maravillas provoca una sensación muy parecida a la de ahuecar una almohada. Es un espectáculo familiar y una empresa familiar, porque, hartos de trabajar en la granja de Maggie, todo se lo guisan Ernesto Collado y su mujer, máximos representantes de la Fundación Collado & Van Hoestenberghe, muy justamente autocalificada como “Asociación con ánimo”, y que no decaiga. DMYM es, ahora que lo pienso, una invitación a pensar lateralmente. Lema posible, digno de Macedonio Fernández, o de Queneau (que sí): “¿Lo fundamental no será, a veces, una funda mental?”. Hay un momento, puro Macedonio (o macedonia), en el que Collado habla de que una parte del espectáculo era la lectura de un ensayo de Montaigne, “pero no funcionaba porque no lo leía en voz alta para no influenciar al espectador. De hecho, solo funcionó en Japón. Tomaron muchas notas”.

Volvamos a los (o las) Talking Heads y su espíritu. Collado sale a escena con camisa abotonada hasta el cuello, ojos taladrantes, ávidos, maravillados (sí, los lleva puestos) y, en una palabra, infantiles, y orejas forradas de celo (ídem) porque padece, dice, desprendimiento de lóbulos: puro David Byrne. Luego se calza un Stetson y propone un ejercicio: levantarse por la mañana y decidir hacerlo todo como John Wayne. Ahí brota, inequívoco, el aire “gratis y fresco” de True stories, la misma mirada (ávida, maravillada, puesta) sobre el mundo y las cosas. Por su parte, Bárbara van Hoestenberghe canta canciones infantiles que no lo parecen (o viceversa) y toca teclado, guitarra eléctrica, violín y xilófono con la falsa ingenuidad de Tina Weymouth.

Javier Tomeo la hubiera calificado de falsa miope, y es que padece un caso de dioptría universal: todas las gafas, dice, le van bien, como a Pau Riba, lo que equivale a decir que su mirada es múltiple. Pero hay más Talking. Gran momento TH: cuando nos deleitan con una suprema muestra de “baile endorfínico” y danzan como danzaban Byrne y Weymouth y toda la banda en Stop Making Sense.

Yo vi al gato de Cheshire, pero Collado ha visto a Dios. Dios, nos cuenta, era un garbanzo gigante montado en una mobylette, que le exhortó a seguir predicando el optimismo a los gentiles. Los Allman Brothers también lo vieron, en los sesenta, y lo mostraron en la portada de Eat a peach: allí era un melocotón gigante en una camioneta, pero para el caso es lo mismo. La diferencia es que Ernesto Collado no necesita ácido. Ni Barbara van Hoestenberghe. ¿Cómo va a necesitarlo, con ese apellido? De milagros y maravillas ha ido de gira por media España (y medio extranjero), pero yo no lo (o la) vi hasta la otra noche, en L’Antic Teatre. Gran noche. Bar al aire libre, aire de casino de pueblo en verano. Solo faltaba una hilera de luces a modo de guirnalda. O sea: que no hagan como yo. Si ven el anuncio junto a su casa, no tarden tanto.

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