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"Si la crisis aprieta volvería a la marginalidad"

'De cintura para abajo' es una comedia sobre la caída de la cultura y la decadencia de la pareja Antonia San Juan, Luis Miguel Seguí y Jorge Monge protagonizan la obra de Sabroso y Ayaso

La actriz Antonia San Juan, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
La actriz Antonia San Juan, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.GORKA LEJARCEGI

Antonia San Juan ha vuelto al teatro con pie firme. Se deja la piel en el Teatro Bellas Artes de Madrid en De cintura para abajo, obra escrita y dirigida por Félix Sabroso y Dunia Ayaso, con la que por primera vez hace temporada en un teatro comercial y abandona su etapa de monologuista.

En cualquier caso, sigue en el territorio profesional que más le gusta. “El cine es caprichoso, depende de modas y según el éxito que tengas te van a ofrecer más cine”, apunta esta profesional, que lo último que ha hecho para la gran pantalla ha sido La caja, de Juan Carlos Falcón, mientras que en televisión ha interpretado, en Aquí no hay quien viva, el personaje de Estela. “Me ha dado una gran popularidad, pero donde siempre sé que tengo un lugar es en el teatro, aquí se ponen en juego otras historias, mientras el cine funciona por familias, contactos, y yo soy un poco diáspora. No pertenezco a ningún grupo, ni clan; tampoco me quejo, porque ya he aprendido lo de 'yo me lo guiso y yo me lo como', de ahí que cuando alguien me ofrece algo siempre me sorprenden, incluso lo sobredimensiono. Sigo teniendo esa cosa ingenua, que creo que es bonita, de entusiasmarme como una niña”.

Ella sostiene que las circunstancias la obligaron a andar sola: “Nadie me ofreció pan y tuve que aprender a hacerlo, a veces me equivoqué y no salía el pan que yo quería, pero después de haber recorrido España y Latinoamérica con una silla, no le tengo miedo al teatro y eso es muy bueno”. Además está la circunstancia de que le apetecía abrir otros caminos: “En el monólogo estoy cómoda, porque es mi medio, pero me apetece probar otros lugares, soy muy buscadora de novedades, lo que funciona en mi vida no lo toco, lo dejo que ande solo, pero si enciendo diez velas, y me preocupo de que se mantengan encendidas, también me encargo de encender otra nueva”. Ella es así, y todo lo que tenga que ver con el arte le engancha: “Preparar canciones, un disco que tiene que ver con la mujer, y como en los monólogos, lo relleno todo de vivencias propias, o de lecturas que termino incorporando como propias, o mejor, el que se adueña de ellas, casi sin darme cuenta, es el personaje… Aprender eso me ha llevado 35 años; antes estaba con esa actitud, como a veces se tiene, del miedo a que no aparezca el orgasmo. Ahora es un abandono y un goce total, mi pensamiento consciente no lo pongo ahí, y entonces aparece la asociación libre y es cuando fluye todo”.

El proyecto de este montaje, con el que están atrayendo a mucho público al Bellas Artes, nació porque un día Sabroso le dijo a San Juan: ‘Te voy a escribir una obra de teatro’. “Y tuve la suerte de que así fue, como ocurría con las viejas actrices hollywoodienses”, señala la actriz, quien se muestra entusiasmada con el trabajo que está haciendo junto Luis Miguel Seguí, compañero también en la vida privada, y Jorge Monje. Habla de la obra pausadamente, como lo suele hacer, con esa voz suya característica: “Es una obra que bebe de Bonny and Clyde, de ¿Quién teme a Virginia Wolf?, de esa relaciones malditas distintas y diferentes que siempre tienen un denominador común, que no es otra cosa que la decadencia de las relaciones”.

La actriz, que ha coproducido este montaje con Pentación y los propios autores, interpreta a Victoria, una mujer que está casada con Román. Juntos forman una pareja de estafadores encubiertos, cuya relación hace aguas por varios frentes, sobre todo el sexual. Pero como en tantos casos, están condenados a seguir juntos; esta vez ante la amenaza de una quiebra económica que puede llevarlos a la cárcel. En un ataque compulsivo organizan un fiestorro y entran en contacto con un joven arribista que se convertirá en su tabla de salvación.

“Detrás de ellos, como telón de fondo, está la burbuja inmobiliaria y la decadencia de la pareja; los autores hacen un paralelismo entre lo que está ocurriendo con la cultura del pelotazo, que se hunde, y la decadencia por un lado de la pareja, y por otro de Victoria, que es una cincuentona que siente que puede perder el lugar que ha ocupado”, dice San Juan, quien recuerda que no es casual que la obra se llame De cintura para abajo. “Es porque la de ellos ha sido una relación muy genital y ella tiene miedo de dejar de ser deseada, por lo que juega a ser más joven de lo que es, lo que plantea situaciones un poco disparatadas”.

Pero lo que encontramos en este montaje es fundamentalmente una batalla marital encarnizada, muchos trapos sucios, varios chanchullos, intentos un tanto cutres de extorsión… y todo ante los ojos del joven inexperto dispuesto a todo por medrar.

“El espectador asiste a una lucha por el poder, porque al tiempo que la pareja tiene una relación maternofilial, llevan quince o veinte años juntos y se echan sus polvos, hasta el punto de que donde mejor funcionan sigue siendo en la cama. Pero ella es mayor que él, es la que le ha enseñado todo, y la competición, como en la vida misma, surge porque él quiere marcar territorio, y todo deviene en una relación sadomasoquista, más bien sádica”, apunta la actriz, que no ha tratado de influir en nada a Sabroso y Ayaso. “Soy dócil cuando me dirigen, me pongo al servicio del que lleva la batuta, porque el que tiene la idea de la globalidad es el director; otra cosa es que a veces haya llegado con una propuesta de casa y si ha valido, se coge, pero son ellos los que dicen por aquí o por allí”. Quizá ha influido en esa docilidad el hecho de que San Juan, cuando leyó la obra por primera vez, tuvo la impresión, ahora convertida en seguridad, de que estaba ante un gran texto: “Así que no eché nada de menos las obras que he escrito y me daba igual no intervenir en la dirección, estaba en las mejores manos”, señala esta mujer que en su trayectoria ha escrito varios textos de cine y teatro. “Estaba buscando una cosa así y con este montaje lo he encontrado, creo que es el comienzo de algo, tengo 50 años y tengo pactado vivir 50 más y hacer cosas que me gusten”.

Ella sostiene que siempre trabaja de fuera a dentro: “Todo está fuera del individuo, los libros…, el alma se murió en el siglo XIX, cuando en el XX apareció el inconsciente. Trato de buscar fuera de mí algo que se asemeje al personaje que voy a poner en pie; y ese estereotipo tomado previamente, empieza a llenarse de humanidad. Me puedo mover emocionalmente, y me gusta, porque es la continua búsqueda de no ser yo. No quiero conseguir que digan ‘es buena actriz, pero siempre hace lo mismo’. Quiero estar constantemente en la búsqueda del personaje”.

Ella sabe como están las cosas y sostiene que si tuviera que empezar ahora de cero, volvería al sitio donde empezó. “En espacios pequeños, marginales, que es donde la gente iría ahora, y lo haría exactamente igual, porque se puede hacer. Si fueran tiempos de bonanza no olvido que soy Antonia San Juan, lo que me hace dormir muy tranquila, porque ¡lo moví tanto!, tantas horas de estudio, tantos bares, por eso ahora no me da miedo la crisis, sé que remontaría”. Cree que es muy bueno empezar desde abajo: “Porque luego no te sorprende nada, vives la vida con naturalidad, porque conoces el proceso; yo sé la fórmula que me funcionó en otro momento y ¡cómo no me va a funcionar ahora!”.

Su personaje de Agrado en Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, la ayudó a darse a conocer, a subir, pero ahora son otras cosas, como este montaje, las que la sostienen. “Con 30 años que vivo en Madrid creo que lograr esto ha sido tan fácil a muchos de mis compañeros, pero qué complicado me ha sido a mí. Pero todo se consigue”. Tampoco olvida que cuando ha dado saltos de gigante, desde su óptica, no ha tenido repercusión: “Cuando abrí el teatro Arlequín, no hubo ni un telegrama del Ayuntamiento o de la Comunidad, como si fuera eso normal. He montado más de diez obras, he montado una productora y trabajo y apuesto mi dinero en Madrid por la cultura. ¡Cómo no me voy a sentir un poco olvidada! Siempre ahí maldita y marginal, y luego veía cosas con menos calidad en muchos sitios más pintones”.

Para ella el Teatro Bellas Artes lo es, pero lo que más le gusta del proceso de este trabajo que ahora muestran, es que desde el principio han trabajado con mucha tranquilidad: “Se puede trabajar de manera no cristiana, en vez de sufrir y hacer grandes esfuerzos. Nos lo hemos pasado muy bien, ha sido comodísimo y facilísimo. Las neurosis se pagan muy caras, cuando la gente se reúne para discutir, para ver quién tiene la razón y para joderse, sale muy caro en todos los sentidos y esto ha sido estupendo gracias los compañeros de reparto y los directores”.

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